- Democracia, generación de la democracia
Max Murillo Mendoza
El 10 de octubre de 1982, el país estallaba de alegría por el retorno a la democracia. Los enormes sufrimientos y vandalismos destructivos, que las oligarquías y colonias extranjeras, utilizando al ejército, ocasionaron al país en apariencia se habían terminado.
Destruido el país, llevado a las ruinas mismas, saqueado, con miles de exiliados, desaparecidos y torturados, regresaba a las esperanzas nuevamente. Clases medias se arrimaron al poder.
La Unidad Democrática y Popular (UDP), encabezada por Hernán Siles Zuazo, era un conglomerado de miristas, comunistas, emenerristas de izquierda y otros grupos afines a las izquierdas de clase media. Era una fiesta popular a todas luces democrática. Hoy recordamos esa fecha histórica a pesar de lo que después sucedió.
La democracia posterior fue un rotundo fracaso histórico de las clases medias, o a medias, que, despistadas, sin conocimiento alguno de este país, sin identidades con este país, racistas y señoriales, no pudieron conducir cuando el país les confió los destinos de la democracia en 1982.
Esos intelectualoides de café, educados en Lovaina, La Sorbona, y otras instancias de altos estudios, no funcionan en este país sino como parte del stablishment de la sociedad: son los pensantes y filósofos, es decir hay que rendirles pleitesía por sus méritos.
Desde entonces, las organizaciones sociales aprendieron la lección: no confiar nunca más en estos inútiles y pordioseros de la palabra. Mejor sólo confiar en nuestras propias fuerzas. De hecho, todo lo que escribieron y sus deducciones de ese proceso nunca se cumplieron.
Como lo que escriben hoy, especulaciones de café y ocurrencias fantasmagóricas de esquemitas traídos de esos lados, donde se habilitaron como pensantes, pues de nada sirven, sino para sus ritos de gurúes en sus chupas de aceptación grupal.
Esa generación del fracaso son hoy parte de la oposición política, esos fracasados engrosan las filas del colonialismo pensante en estos días. Porque no son parte del proceso, porque sus absolutas imposturas y coartadas intelectualoides son disimulos de sus racistas maneras de ver al país.
Esa generación del fracaso fueron después los consultores, los especialistas del modelo neoliberal que se inauguró con el MNR. Estos mismos fracasados están hoy en nuestras universidades estatales, a nombre de la autonomía, con sus mismas costumbres de saqueo y mangueo al Estado. Las lógicas son las mismas, los tiempos han cambiado. Aunque hoy los fracasados realmente están al margen de lo que sucede, en varios casos de mercenarios de baja intensidad de la oposición.
He conocido a muchos de ellos en Cochabamba, algunos han sido mis profes en la experiencia del Juan 23. Los jesuitas de la teología de la liberación les abrieron muchas puertas para sus becas, para sus aventuras políticas, etc. Los conozco bien. Sé de sus vericuetos y sofisticadas formas de aprovechar lo social y la pobreza para sus negocios y proyectos. Son especialistas.
En el proceso democrático fueron los paladines y los teóricos del proceso. No aguantaron las presiones; prefirieron las comodidades de lo intelectualoide. De todos modos, en los procesos actuales no significan nada, sino funcionarios de café de nuestras universidades o instituciones privadas suyas. Ese remordimiento les hace lacayos de muchas oposiciones, no importan los signos y los títulos.
Me alargo en el asunto porque no tenemos investigaciones sobre estas mentalidades fracasadas. Éstos estudian por todos los lados a indígenas y campesinos, o movimientos sociales. Pero nadie les investiga a ellos. Es hora de generar algunas hipótesis sobre estas mentalidades fracasadas de clases medias. Que han jodido procesos enteros, como en la inauguración de la democracia en los años 80 del anterior siglo. Y hoy se pasean impunes en cafés y universidades, incluso escribiendo en contra de estos procesos actuales.
Los resabios de ese colonialismo de salón que destruyó la posibilidad de generar democracia siguen paseándose nuestras veredas con impunidad social y política. Rebuscando errores y equivocaciones del proceso para desahogar sus frustraciones y broncas en sus revistitas de arte, literatura o creación literaria, que son copias o remedos de realidades ajenas a las nuestras.
Esa generación del fracaso que destruyó la democracia de los años 80 hoy es parte de la oposición. No pueden generar creatividad o propuestas a partir de lo nuestro. Su destructividad es congénita (ya vimos con la democracia de la UDP), pero sí desean vivir bien en sus proyectos de desarrollo (educación, salud, etc). Crean instituciones para encubrirse en sus deseos de vivir bien, como señoriales y oligarcas pensantes.
Al estar fuera de las consideraciones de la organizaciones sociales, su manera de buscar el poder a como dé lugar les hace participes directos, indirectos, inconscientes o conscientes, de las oposiciones al proceso. Pero sin propuestas, sin resoluciones políticas, sin autoestima intelectual. Y lo que es peor: sin pensar con sentido propio, es decir desde nuestras realidades.
Tuvieron que ser los mismos pobres y marginados del país quienes tomen las riendas de sus destinos. Porque los traidores y dizque pensantes no eran ya confiables. Ésas son las novedades interesantes de estas nuevas historias: no se necesitan a los intelectualoides ni pensantes de clases a medias. Ya fue suficiente con su fracaso histórico de la UDP.
Una respuesta a “Bolivia: Retorno a la democracia”
Virgil Y. Burns
· El pasado histórico, sobretodo el recuerdo de la Guerra civil, fomentó los planteamientos moderados frente a los más extremistas. Apenas se cuestionó la monarquía como forma de estado, a pesar de que su origen estaba asociado al franquismo, el Rey supo ganarse la confianza de los sectores del país por el ejercicio audaz de sus prerrogativas a favor de un cambio democrático, principalmente por su resistencia al golpe de estado de 1981. Las elecciones que se celebraron dieron lugar a un sistema bipartidista, donde dos grupos moderados, de izquierda y de centro-derecha, aspiraban a la alternancia.