Reconquistando el Territorio

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    En Oruro está naciendo una nueva era

Manuel Ticona / katari.org
Desde Arequipa, pasando por Tacna, Arica, Iquique, Tucumán, Jujuy, Tarija, Sucre, Cochabamba y Oruro, se estuvo librando en los últimos cincuenta años una batalla feroz, silenciosa y sin sangre.

OruroEsa batalla librada casa por casa, calle por calle, conquisto en sus inicios a Puno, Juliaca y Potosí, aquellas en donde la población andina era inmensamente mayoritaria.

¿Cuál era el centro de la Batalla Principal? ¿Dónde se libraba esta? Vayamos por partes. Los actores principales, los descendientes de europeos, dueños de las mejores casas, del centro de las ciudades, de los mejores negocios, de las mujeres más bellas, de los puestos de trabajo mejor pagados.

Su enemigo principal: El pueblo aymara. Desde Arequipa hasta Jujuy, son ellos los que han cobrado fuerza económica y han logrado desplazar en una lucha durísima y sin cuartel a los descendientes de europeos.

Oruro es uno de los bastiones más difíciles. Riquísimo centro minero, albergaba en su seno a familias de alemanes, yugoslavos, españoles y sus descendientes mestizos. De sus antepasados de sangre pura no queda ni el menor rastro. De sus descendientes mestizos, queda tan solo una muestra insignificante, que ahora en forma desesperada, manoseando la «Defensa Histórica de Oruro», el nombre de un aviador dado a un aeropuerto abandonado durante cincuenta años, emprende, -tal vez-, su última batalla.

La Guerra por el nombre, no es por el nombre en sí. Es la defensa del símbolo de Occidente, de los valores e historia del mestizo en estos parajes, de ese europeo, que quiso a su tierra y que le trajo el progreso. Es la bandera, con la que los últimos ciudadanos de la ciudad del Pagador, defienden su correspondencia a Occidente y su Razón de Ser. Esa defensa por Juan Mendoza, es el canto del cisne del mestizaje en Oruro.

En esta ciudad se ha desatado la última batalla del «boliviano»! contra el Andino, e igual, sea el resultado de esta batalla, el final de la Guerra está escrito en piedra. Nada detendrá a los aymaras. Esa fuerza telúrica, inmensa, ha decidido retomar las riendas de su historia y las fuerzas, que se le oponen, magras, decadentes, moribundas, quedaran pulverizadas a su paso.

Los restos de las oligarquías fosilizadas, el marxismo trotskista agónico, la visión clasista europea, el regionalismo exacerbado fanático, no tienen la menor opción. Si consiguen retardar su muerte, tan solo alargaran su agonía y su dolor. El Destino de los Pueblos del Ande es inconmensurable e implacable, e igual, que todo parto, está lleno de dolor y tal vez de sangre.

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