- Santa Maria la antigua, Balboa, 500 Años
Felix de Lama
Debo identificarme desde el comienzo de estas líneas. Soy sacerdote, misionero católico, y llevo 38 años trabajando con los pueblos indígenas de Panamá, especialmente, con el pueblo Guna.
Hago esta declaración porque, ante todo lo que se viene preparando en torno a esa doble celebración de los 500 años (del mal llamado “descubrimiento” del mar del Sur y de la Fundación de la primera diócesis de Tierra Firme), sufro una doble mezcla de indignación y perplejidad.
La primera motivada desde mi cercanía y empatía con la causa de los pueblos indígenas, su historia, sus culturas y proyectos de vida.
¿Cómo es posible que desde Panamá se pueda seguir otorgando a Balboa el título de ser el “descubridor” del mar del Sur? Podría entenderse desde una visión europea, desde el otro lado del Atlántico.
Pero, es un insulto a los pueblos indígenas que, en su propia tierra, se desconozca que fueron sus abuelos y abuelas quienes primero vieron y gozaron de las aguas del mar del sur, desde siglos antes de la llegada de Balboa.
Y más doloroso e indignante que se otorgue el título a ese hombre que, con crueldad, acosó, persiguió, torturó y masacró a cientos de hombres y mujeres indígenas, movido por la ambición.
Pero no es raro todo esto, cuando aún se siguen desconociendo y violando los derechos de los pueblos indígenas. Acerca del llamado “descubrimiento”, no hay nada que celebrar.
La segunda nace de mi condición de cristiano, de seguidor de Jesús. No puedo aceptar que se una a Santa María con Balboa. Puede que llegaran en el mismo barco. Pero, desde mi fe en el Evangelio de Jesús, debo afirmar que sus proyectos eran totalmente opuestos.
La María que cantó a ese Dios que “…derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos”, no podía de ninguna manera bendecir los atropellos e injusticias de los conquistadores españoles.
El dominico Antonio Montesinos, el 21 de diciembre de 1511, había pronunciado su profético sermón en la isla de La española:
“Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido?…¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos?”
Montesinos y sus compañeros excomulgaron a los españoles y les negaron la confesión mientras tuvieran en esclavitud a los indígenas.
No fue mejor el trato dado por Vasco Núñez de Balboa, Pedrarias de Ávila y quienes los sucedieron a los indígenas en las tierras de Castilla de Oro. Ese mismo sermón se podría haber dirigido a ellos:
“todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”.
Por eso, tampoco entiendo la razón y el sentido de traer una réplica de la pila bautismal en la que fue bautizado Vasco Núñez de Balboa. Seguramente fue bautizado. Pero, de ninguna manera, se le puede considerar un modelo de cristiano. ¿Por qué y para qué se trae esa pila bautismal? ¿Dónde se va a colocar? ¿O será un monumento a la infidelidad y la incoherencia?
Como iglesia católica, podemos y debemos conmemorar los 500 años de presencia en estas tierras panameñas.
Pero, debemos hacerlo como solemos hacerlo en nuestras celebraciones: iniciando con una humilde petición de PERDÓN por nuestros pecados, haciendo MEMORIA de la fidelidad y entrega radical de Jesús y de sus verdaderos seguidores a la causa del Padre/Madre y por la defensa de sus hermanos y hermanas, y proyectando un COMPROMISO a favor del Reino de la Vida, donde haya justicia y equidad para todos/as, donde las personas sean más importantes que los negocios, donde se reconozca el derecho a la diversidad cultural y los pueblos, que componen el estado panameño, puedan enriquecerse mutuamente en la acogida, el respeto y el aprecio.