- Un reservorio seco
César Lévano – diariolaprimeraperu.com
El 28 de abril de 2008, el entonces Presidente Alan García inauguró, en presencia de funcionarios de la minera Yanacocha, el reservorio San José, que, según el jefe aprista, iba a dar agua para toda Cajamarca y para todos los canales de riego afectados por la actividad minera.
Cuatro años después, el reservorio está, para recordar a Vallejo, “sin probar ni agua de lo puro triste”.
García había dicho, sin embargo: “Los que dicen que la minería siempre destruye, están pensando en el siglo XIX, pero no han visto experiencias como se ven en el resto del mundo, donde al lado de ciudades tan importantes están las minas apenas a un kilómetro de distancia y aquí estamos buscándole tres pies al gato”.
García terminó su enésimo discurso con este lema: “Optimismo, entusiasmo, futuro. ¡Viva el Perú!”.
Ayer, el congresista Jorge Rimarachín, separado de Gana Perú, y el presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos, recordaron los excesos verbales del exPresidente, confrontándolos con la realidad: el reservorio no tiene agua, a pesar de que ya pasó la estación de las lluvias.
Detrás del optimismo panglossiano de García estaba el interés de Yanacocha, que ahora arremete a favor del proyecto Conga con los mismos argumentos que esgrimió respecto al reservorio San José y que el mandatario aprista repetía como un loro, sin duda movido por el resorte que él identificó con la frase memorable: “la plata viene sola”.
García había asegurado que San José iba a ser un Estadio Nacional repleto de agua.
La empresa alega que el reservorio está vacío porque se halla en mantenimiento. Es un argumento absurdo: el mantenimiento debía hacerse, en todo caso, antes de que empiece la temporada de lluvias, no ahora, cuando éstas están terminando.
Gregorio Santos ha señalado que la represa está vacía hace dos años, pero que está vacía por fallas estructurales. “Así funcionan las lagunas modernas de Minera Yanacocha”, ha ironizado. Añade que la represa almacenaba agua cianurada y vertía aguas no aptas para el consumo humano.
El estado de la construcción suscita dudas adicionales. Según la eufórica información oficial, el reservorio había sido construido a un costo de 25 millones de dólares. ¿Por qué, entonces, no sirve para nada?
Ese fracaso conduce a reflexionar sobre la fórmula empresarial de secar lagunas naturales a cambio de sustituirlas por reservorios. El problema no es sólo de una construcción fallida, como la de San José, sino del ecosistema deformado por la propia explotación minera.
El entusiasmo por cierta minería debería evitar los excesos verbales y atenerse a los dictados de la experiencia y la técnica. Grave culpa se asumiría al imitar la ligereza del doctor García.