Perú: Crimen impune

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    Uchuraccay, crimen impune

César Lévano: diariolaprimeraperu.com
Hace 29 años fueron asesinados nueve periodistas en las alturas de Uchuraccay, en Huanta, Ayacucho. Una de las secuelas espantosas de ese crimen impune es que decenas de campesinos de esa aldea y varios testigos centrales, incluidos choferes, hallaron muerte misteriosa. Alguien con poder –y con armas y con uniforme– guió minuciosamente la mano de la muerte.

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De las nueve víctimas del 26 de enero de 1983 tres eran periodistas del diario Marka, en que yo era redactor principal: Eduardo de la Piniella, joven y combativo militante de la nueva izquierda era redactor de política; Pedro Sánchez, fotógrafo, Félix Gavilán, corresponsal en Huamanga.

El asesinado más joven fue Víctor Mendívil, de apenas 22 años de edad.

Cuando se produjo la matanza, las fuentes militares aseguraron que los campesinos de Uchuraccay habían matado a los periodistas porque estos tenían una bandera roja. Fue una mentira canallesca. Los únicos izquierdistas del grupo eran de la Piniella y Mendívil.

Como cualquier otro periodista de Marka, puedo asegurar que ninguno de los mártires comulgaba con cualquier bando extremista. Más aún, repudiaban a Sendero Luminoso. De la Piniella era un izquierdista que polemizaba con los camaradas comunistas.

Los periodistas habían partido en misión periodística importante: Días atrás se había producido en Huaychao, comunidad vecina de Uchuraccay, una matanza de supuestos senderistas, y ellos iban a investigar. Escribí en esos días: “Buscaban la verdad, encontraron la muerte”.

Hay en el Perú un conflicto cultural, además del social y económico. Ese hecho se refleja en la ignorancia del sector mestizo respecto a la lengua, la psicología, los hábitos del sector andino. Por eso, cuando el gobierno de Fernando Belaunde envió a Uchuraccay una comisión investigadora presidida por Mario Vargas Llosa, los comisionados no pudieron penetrar en la verdad de los hechos. Creyeron ellos que los campesinos habían confundido el equipo fotográfico con armas.

Recuerdo que en esa época me llamó desde Huamanga una profesora que había enseñado durante años en Uchuraccay. Ella me explicó que los pobladores no eran indios primitivos, sino que estudiaban por lo menos primaria, y conocían de cámaras fotográficas.

Lo cierto es que, 29 años después, la verdad sobre Uchuraccay aún no se ha desvelado.

Se puede asegurar que el crimen fue un acto simbólico de la guerra sucia. El año en que se produce vio el inicio de una represión sanguinaria y sin escrúpulos. Los abusos hicieron crecer a Sendero Luminoso. La persecución contribuyó a que el senderismo se extendiera más allá de Ayacucho.

Los mártires de Uchuraccay siguen sepultados en las mentiras oficiales y los socavones de la injusticia. Los familiares, igual que los periodistas honestos, condenan la impunidad.

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