Bolivia: Cobertura mediática

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    Tipnis: la otra guerra del golpe

Cynthia Cisneros: cambio.bo
Lo que acontece con el Tipnis y la cobertura mediática que ha logrado, así como el apoyo de círculos intelectuales ahora en oposición al Gobierno, está generando una situación de crisis cuyo trasfondo es similar a todas aquellas formas de golpe suave en los que se intentó desestabilizar al Gobierno de Evo Morales.

Prensa bolivianaSi observamos detenidamente los momentos de desestabilización al Gobierno actual veremos ciertas similitudes en la táctica empleada, por ejemplo, en la Asamblea Constituyente.

Tenemos primero una guerra mediática y el embanderamiento de demandas legítimas del pueblo que son manipuladas y/o distorsionadas en los discursos políticos, como en el caso de las demandas por autonomía, respeto a la propiedad privada, etc.

Segundo, una etapa de movilización de sindicatos y gremios, bien sometidos al poder local, regional, o bien cooptados, y por último el ataque a las fuerzas del orden a través de la conformación de grupos de choque (juventud cruceñista).

De estos elementos el terrorismo mediático juega un papel muy importante, en tanto sobredimensión de la demanda y manipulación del miedo a través del empoderamiento de un razonamiento subjetivo que se basa en medias verdades, sobredimensión del conflicto y exacerbación del prejuicio y el temor en la ciudadanía.

Hoy en día, si bien la táctica ya no se encubre en los famosos grupos de choque, ahora lo hace detrás de líderes indígenas abiertamente cooptados a través de ONG vinculadas a Usaid, y al financiamiento de EEUU, como demuestran las pruebas presentadas por el gobierno.

Vemos repetir el libreto
Primero, los marchistas por el Tipnis protestan sobre la base de una demanda legítima, en este caso la consulta a los pueblos está presente en la Constitución, art. 30 inciso 15, y a pesar de que no es vinculante es un derecho de los pueblos indígenas. Sin embargo, los líderes indígenas, a diferencia de las anteriores marchas, no quieren diálogo, más aún, amenazan con radicalizar la protesta si no los atiende el presidente en persona.

Así encubiertos tras una demanda legítima ante la ciudadanía, y bajo una modalidad de protesta también legítima como es la marcha pacífica, legitiman una actitud poco legítima: la protesta per se y el rechazo al diálogo.

Segundo, todo esto hace gala de una miopía peligrosa que no llega a evaluar las necesidades del país en el contexto social político y económico actual, y que tampoco toma en cuenta la seguridad de los niños y mujeres que los acompañan (¿cuándo una marcha ha estado formada principalmente por mujeres embarazadas y niños?) y que creen en sus líderes a pesar de una demostrada cooptación.

Tercero, el atropello a autoridades de gobierno y fuerzas del orden se manifiesta luego de haber sido rechazadas siete comisiones de ministros que fueron a buscar el diálogo. Luego de que el Gobierno fuera a hablar con los pobladores del Tipnis y diera inicio a la consulta.

Luego de repetidas invitaciones que hiciera el Gobierno a los líderes de la marcha para abrir el diálogo, y luego que el Canciller en persona fuera a hablar con los marchistas. Como respuesta a estas tentativas de diálogo tenemos el secuestro y maltrato al Canciller y al Viceministro de Coordinación Gubernamental, quienes fueron obligados a encabezar la marcha.

Los marchistas justifican su accionar indicando que ellos no habían sido invitados al diálogo, rompen el cordón policial que los custodiaba, hieren con flechas a la policía cuyo delito era resguardar la marcha para evitar enfrentamientos entre la población y los marchistas.

Cuarto, el golpe de gracia viene con los medios de comunicación que ocultan la negativa al diálogo, el abuso de los marchistas indígenas contra las autoridades de gobierno, la provocación y agresión contra el cuerpo policial, la muerte de las criaturas que acompañan la marcha como negligencia de quienes organizaron una marcha de embarazadas y niños.

Y sobredimensionan la represión policial desmedida, la gasificación justo cuando iban a comer (faenando una vaca, con qué dinero luego de 40 días de marcha?), se habla de criaturas fallecidas (datos que no han sido confirmados y se manejaron alegremente y no se dan los nombres de los decesos), el pueblo pide diálogo (como si el Gobierno no hubiera agotado los esfuerzos para ello), se habla de varios muertos y desaparecidos en cifras contradictorias (incidiendo en el carácter premeditado de querer masacrar y dañar a los verdaderos indígenas).

La iglesia pide diálogo y oración, la Federación de la Prensa de Potosí pide libertad de expresión, la manifestación en la plaza de San francisco en apoyo a los marchistas del Tipnis se hace sentir alterando el normal tráfico vehicular, sumado a la renuncia de la ministra de Defensa, y por último se exige la renuncia del Presidente comparando su accionar con la del gobierno de Sánchez de Lozada.

Datos y hechos que contribuyen a exacerbar los ánimos y el rechazo en una ciudadanía que ha subjetivado el discurso de la embajada americana. Gobierno dictatorial incapaz que ahora muestra su verdadera cara antiindígena, gobierno que nunca quiso al pueblo y que debe irse.

Primera victoria para quien detrás de un discurso ecologista intenta echar por tierra al gobierno de los indios, un gobierno que fue el laboratorio de construcción de un Estado Plurinacional donde todos los bolivianos fueron reconocidos en su diversidad, y un gobierno que veló por el bienestar económico de su pueblo en medio de una crisis mundial que por primera vez defendió a capa y espada una asamblea constituyente de los muchos.

Pero eso no importa, ante los medios queda un gobierno que no defiende a la Madre Tierra, un gobierno mentiroso y dictador que no es realmente indígena ya que su presidente no sabe hablar una lengua nativa.

Punto a favor para la guerra del ‘golpe suave’ del imperio en Bolivia
La subjetivación y dramatización en la consciencia de los televidentes exacerba el asombro, la pena, la compasión y el rechazo, nada mejor para embanderar a una élite de oposición, defenestrar el proceso y justificar la confrontación entre los propios bolivianos bajo un gobierno de indios incapaces, más aún ad portas de una elección de autoridades judiciales que en nada conviene a los intereses de dicha élite.

Si bien debemos reconocer que el gobierno ha mostrado todo este tiempo una debilidad muy visible en la estrategia de información a la ciudadanía para evitar que estos sectores opositores cobren protagonismo distorsionando una demanda legítima de la población.

No deja de ser cuestionable la actitud de los dirigentes que rodean al presidente por la falta de canales de comunicación con sus bases, la falta de rotación de autoridades, así como el enclaustramiento de asambleístas legislativos de la Cámara de Senadores y de Diputados, que tampoco mantienen una relación fluida con sus mandantes en tanto campea la desinformación.

Mandar obedeciendo significa gobernar para solucionar las necesidades del pueblo. No tener presente que este pueblo también tiene voz es desconocer que el proceso sólo tendrá sostenibilidad en la medida en que la población sea capaz de apropiarse de él.

La anquilosada izquierda de los protagonismos
Pero aún más nos preocupa lo que se produce en el círculo intelectual nacional, consideramos que al defender la marcha sin objeción estamos cayendo en el juego de la oposición y haciendo un flaco favor al proceso de construcción del Estado Plurinacional, no al MAS, en una crítica demoledora que no propone alternativas de solución en lo práctico.

Tenemos la necesidad de leer a Bolivia en el contexto mundial, en medio de un escenario económico que augura una nueva y peligrosa fase para los países más desarrollados, y ni qué decir de nuestras economías de enclave.

Debemos considerar a Bolivia en un contexto donde la correlación de fuerzas apuesta por una mayor violencia, con un discurso mediático subvertido a través de un complejo aparato ideológico que ya acabó con Libia y cuyo objetivo siguiente es América del Sur.

Frente a esto, ¿cómo asumimos el reto de un Estado en construcción y no la crítica destructiva que deja entrever un juego de protagonismos que hacen crecer una demanda que, si bien es legítima, no lo es el trasfondo que la rodea.

¿Que Bolivia queremos?, queremos hacer que el indio diga ante el público sí me equivoqué, y luego defenestrarlo? ¿Acaso no fue éste el objetivo de la oposición desde que subió Evo Morales?

Bolivia debe apostar al desarrollo para salir de una buena vez de siglos de atraso colonial y no satanizar la palabra como si ésta fuera solo neoliberal, la mercancía existe desde que existe el mundo, el desarrollo y la búsqueda de progreso también.

¿Que es necesario hacerlo en el marco del respeto y la consulta? Sí, y ya el Gobierno se manifestó por un referéndum que dirima estas cuestiones. Mientras, un círculo de revoltosos demanda un diálogo que el Gobierno pidió en todo momento.

Finalmente, si este proceso es de todos los bolivianos y bolivianas, defendámoslo con la conciencia del presente, con la convicción de un futuro que nos pertenece.

Tenemos derecho al error, poner el hombro no es cuestión de apoyo a ningún partido, es cuestión de sobrevivencia de esta gran comunidad que llamamos Bolivia, tenemos la obligación de ir más allá de nuestras individualidades para entender que por primera vez en la historia los indios somos capaces de gobernarnos, de proponer un modelo de desarrollo colectivo para todos los bolivianos, con nuestros errores, y que además tenemos derecho a ello en este proceso de construcción.

¿A quién le conviene, entonces, toda esta parafernalia mediática y todos los muertos que le toca pagar al pueblo? ¿Cuáles son los intereses ocultos detrás de la marcha del Tipnis? Usted tiene la palabra.

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