- La marcha al Norte
Soledad Antelo: execlub.net
Semanas atrás, paredes de mi Santa Cruz de la Sierra se llenaban de una inscripción sugestiva: ¡Manfred huye! Vísperas de las elecciones, cuando se denunció que era inminente su salida del país, el propio “Bombón” y más de uno de sus colaboradores denunciaron que el anticipado escape era parte de la campaña de desprestigio que le hacía el oficialismo para restarle votos.
Hoy, sabemos que no es así; que la huída no tuvo nada de precipitada, que fue fríamente calculada y contó con la complicidad de, al menos, un buen aparato que lo transportó discretamente a un puesto fronterizo con Perú, allá en el norte amazónico.
La situación legal del ex alcalde cochabambino es verdaderamente complicada. “Insostenible” , me dice tío Arnulfo, que se las da de abogado. Con evidencias de corrupción y enriquecimiento ilícito, pendía sobre su cabeza la espada de Damocles.
Aunque lento, el procedimiento judicial iba acorralándolo, al punto que apeló a la chicanería de poner también sus bienes “a buen recaudo”, para usar el eufemismo de sus defensores. No lo hizo a nombre de la esposa y/o de parientes cercanos, sino de testaferros a los que hizo ventas ficticias y otras modalidades evasivas.
En el apogeo de su gestión, el consuelo de algunos se expresaba en la frase “roba, pero hace”. Y claro que robó. Nunca pudo explicar convincentemente su cuantiosa fortuna, aunque cierto es que contó con una buena base para incrementarla.
No olvidemos que su padre fue uno de los ministros de García Mesa, receptor también de los famosos “bonos de lealtad” que repartía el ex dictador preso en Chonchocoro con fondos provenientes del narcotráfico. Utilizó –Manfred, porque el padre ya no pasaba necesidades– el poder que tenía en la Alcaldía para hacer buenos negocios.
Pero el sentido común y la justicia los entendió como peculado, enriquecimiento ilícito, uso indebido de influencias y otras figuras por el estilo sintetizadas en el delito de corrupción.
Pudo distraer la atención judicial con su candidatura; se ilusionó con algún resultado sorprendente (una segunda vuelta, ¿por qué no?) y, producto de ello, una bancada lo suficientemente fuerte para garantizarle impunidad. Creyó que, luego del golpe maestro dado por Pepe Lucho para hacerlo líder de la oposición, quedaría con los ases bajo la manga. Fue un mal cálculo.
La paliza electoral puso al desnudo su debilidad. Adriana Gil, diputada electa por su conglomerado opositor, dijo en conferencia de prensa con su mejor sonrisa, que era “librepensadora” y que haría oposición, pero que no sería peón del jefe de turno. Más claro, agua.
Y así, por el estilo, los que se unieron no en torno a Manfred, sino en contra de Evo, se dieron cuenta muy pronto que era poco lo que en definitiva los unía. En resumen, ni bancada que lo defienda ni aliados que pusieran las manos al fuego por el capitán.
Lo que queda de él es puro show. Pedir un tribunal internacional es una bufonada que ni él ni sus pocos acólitos que le restan creen seriamente. Otra cortinita de humo. Pasa nomás a enrolar el poco honorable club de bolivianos que no volverán al país, junto a Goni Sánchez de Losada, Sánchez Berzaín y el selecto círculo de protegidos por el gobierno de Estados Unidos.
Cadáver ambulante como líder político, Manfred tiene que ser reemplazado a la brevedad posible. A esa tarea se han dado ya algunos miembros de la bancada de su próximamente extinta juntucha BPP-CN, convertida en Estado Mayor de una cada vez más debilitada oposición. Don Germán Antelo (que no es pariente mío) oficia de primer adelantado. Por lo pronto, el discurso sigue siendo el mismo: cómo oponerse a Evo. Nada más.
Pero las lecciones de este caso debieran preocupar a más de uno. Porque, de lo que se trata en el fondo, es el principio del fin de la política en tanto modus vivendi lucrativo. La renovación desde el MAS IPSP del 80% del parlamento es seña, tal como lo advirtiera Evo Morales, de que en la vida del nuevo Estado Plurinacional no habrá más políticos profesionales de la calaña de Manfred, uno de los muchos ejemplos de quienes hicieron del servicio público la manera rápida de enriquecerse a costa de los bienes públicos.
Y que, también, se acaba la era de la impunidad. Que los delitos cometidos tienen que pagarse. De ahí que la gran marcha al norte inaugurada por Goni en Bolivia y por muchísimos ahijados del imperio, nos depare todavía otros nombres de delincuentes de cuello blanco, hoy justificadamente preocupados por su futuro.
Más de uno, en la mira de los que luchan contra la corrupción, andará leyendo Papillón, la célebre novela de Henry Charriere, o buscando consejo del amargado “Bombón” para trazar una ruta segura que garantice una huída para ponerse a salvo del país.
Que la lección sirva a todos. Incluidos los nuevos legisladores que, hace unas horas, han recibido de Evo Morales y del vicepresidente García Linera, una encomiable recomendación de lo que debe ser la gestión pública: olvidarse de los favores personales (recibidos y por dar), servicio al país, amor a la familia grande que somos los diez millones de bolivianos. Los remisos, que vayan aprendiendo inglés, por si acaso.