- El presidente Alan García es un caso
César Lévano: diariolaprimeraperu.com
Después de que urdió la artimaña para apoderarse del Canal 5, salió a decir que él no tenía nada que hacer en el asunto puesto que es un ardiente partidario de la libertad de prensa y expresión.
Ahora, tras ordenar la matanza de Bagua -que no hubiera podido ocurrir sin su directriz- deplora la violencia y le echa la culpa a Alberto Pizango.
Algo más, denuncia que entre los amazónicos que repelieron la agresión había hombres que sabían manejar armas de fuego. Finge no haberse enterado de que los nativos de la selva suelen servir en el Ejército.
Que averigue el currículo de los héroes del Cenepa, y va a ver cuántos provenían de las etnias de la selva.
García no es ajeno, sin duda, a la persecución contra Pizango, dirigente reconocido de la lucha del pueblo amazónico por sus derechos. Debe de tenerle un odio feroz, porque ese luchador ha desenmascarado la entraña anticonstitucional y privatizadora de los decretos legislativos que produjo en serie la firma presidencial.
Cómo no va a guardar encono al hombre que, al frente de una lucha justa y colectiva, lo ha desenmascarado como reaccionario, vendepatria y represivo.
Cómo no va a detestar al luchador que se dio cuenta de que los Yehude Simon, los Antonio Brack, los títeres del Congreso no iban a contradecir nunca la orden de Palacio de defender, a sangre y fuego, los decretos legislativos que sí arrebatan derechos a los nativos, y sí ponen en peligro su cultura y su vida, decretos que pueden haber sido consultados con la embajada de Estados Unidos, pero no con los pueblos nativos, como manda la Constitución.
Hay un antes y un después en la vida de García. El hito lo marca la masacre de Bagua. El culpable de la matanza de “El Frontón” sabe que en Bagua han muerto, según información del programa televisivo Pro & Contra de Loreto, 150 nativos, y que éstas muertes van a pesar en su futuro político y en la memoria colectiva. En el Oriente peruano él es ya un cadáver político.
En su desesperación García esgrime el arma del cinismo. Sólo que no engaña a nadie.
Cabe recordar que la palabra cínico proviene de la era de la filosofía griega clásica. Su raíz está en la palabra Kyon (perro). De esa misma fuente provienen las palabras canalla y cancerbero.
La conciencia sucia lleva a García a inventar insensateces, como aquella de que detrás de la lucha amazónica actúan intereses extranjeros.
En verdad, los únicos intereses foráneos que actúan en la selva son los de las transnacionales del petróleo y de la tierra, particularmente las de Estados Unidos y Chile, países a los que el primer mandatario ha entregado alma, corazón y vida.
En vez de perseguir a Pizango, el régimen haría bien en buscar la fórmula para anular los decretos legislativos manchados con sangre.