El uso de conceptos en aymara como acto de resistencia indígena
Diana Crespo Morales / katari.org
La Red Local de Sustentabilidad Alimentaria y Diálogo de Saberes para América Latina y el Caribe llevó a cabo del 24 al 28 de agosto, un encuentro internacional con temas que fueron desde la soberanía alimentaria, hasta la epistemología de los pueblos indígenas en América Latina. Se analizaron desde estas perspectivas, los casos de México, Argentina, Brasil, Colombia, Puerto Rico, Perú, Bolivia y Suiza-Europa.
El caso boliviano fue expuesto por el excanciller, y hoy candidato a la vicepresidencia, David Choquehuanca. Su participación fue más que sugerente tomando en cuenta las tensiones políticas que Bolivia atraviesa, mismas que propiciaron en noviembre del año pasado, el golpe de Estado que arrebató el poder al Movimiento al Socialismo (MAS), entonces encabezado por Evo Morales, y que ahora, coloca a las próximas elecciones del 18 de octubre, como una de las más controvertidas en la historia reciente de Bolivia.
Luis Fernando “el macho” Camacho, ha sido la cara visible de la oposición al MAS. Él y sus seguidores materializaron su descontento mediante la quema de un importante símbolo de resistencia y diversidad para los pueblos indígenas de la región andina: la whipala.
Esta exacerbada oposición catalogada -con razón- como racista y colonialista, es resultado de las múltiples modificaciones constitucionales y legislativas que Morales y su equipo llevaron a cabo con el fin de brindar condiciones de vida más justas a la población indígena, que por cierto, es mayoritaria en aquel país.
De manera que el golpe de Estado, la quema pública de la whipala y la defensa, por parte de Camacho y sus seguidores, de una extraña mezcla entre nacionalismo monocultural y catolicismo, son algunos de los elementos que hacen mediáticos, más que nunca, los actos de resistencia indígena en Bolivia.
Choquehuanca, y la resistencia indígena mediante el lenguaje
El hecho de que no tengamos equivalentes en español para hablar de Pachamama, qamiri o pachakuti no fue motivo suficiente para que Choquehuanca se privara de usarlos en el mencionado encuentro de la Red GLocal de Sustentabilidad Alimentaria y Diálogo de Saberes para América Latina y el Caribe.
En su ponencia, con contundentes argumentos repletos de conceptos en aymara, Choquehuanca nos acerca a la cosmovisión indígena de los andes, y nos invita a reflexionar sobre los peligros de los alimentos transgénicos para la Pachamama (madre tierra en equilibrio) así como sobre la importancia del pachakuti (volver al camino del equilibrio) para llegar a ser Qamiri: una persona que viven bien, o como dicen los mayores, “una persona sin dueño”.
Específicamente para el caso boliviano, retomar conceptos de lenguas indígenas en eventos de alcance internacional, significa manifestarse en contra de los golpistas, y en defensa de la whipala y de la pluriculturalidad nacional. Además, mediante este acto el mismo Choquehuanca reafirmó su identidad como indígena aymara y nos permitió asomarnos a su particular manera de ver el mundo, filtrada por su lengua materna.
Recordemos que, en todas las lenguas, son principalmente los conceptos abstractos los que tienen una fuerte carga cultural, y por ello, son difíciles o imposibles de traducir. Un buen ejemplo de esto es cuando Choquehuanca menciona “volvamos a ser Jiwasa”, usa ese término porque no hay un equivalente directo en español.
Jiwasa es un sustantivo plural que denota algo similar al pronombre nosotros, pero en español “nosotros” es exclusivamente usado para hablar seres humanos, en aymara “Jiwasa” incluye a los animales, a los ríos, a los océanos, a las piedras, a todo lo que es, cuestión por la Choquehuanca y sus simpatizantes sostienen que usar éste y otros conceptos indígenas en la cotidianidad significaría el fin del antropocentrismo y del eurocentrismo.
Vale la pena reconocer que el hecho por el que estas lenguas existen aún después de más de 500 años de opresión colonial y estatal, ha sido gracias a un acto de resistencia identitaria y cultural. En medida que esas lenguas y conceptos sean cada vez más parte del saber social común (presentes en nuestras leyes, tratados internacionales y expresiones cotidianas) más habrá valido la pena esa resistencia histórica por parte de las comunidades.
Por último, la “intraducibilidad” de conceptos abstractos en lenguas indígenas había sido vista por muchos como un obstáculo para establecer puentes de diálogo intercultural, sin embargo, David Choquehuanca nos muestra que ésta puede ser una herramienta de lucha, pues funciona como el andamiaje que nos permite usar conceptos indígenas en su lengua original, visibilizando la diversidad cultural, y ofreciendo una nueva y valiosa perspectiva del mundo; una que viene del sur global, de las voces históricamente oprimidas, pero que nunca han dejado de resistir.
Entre Tupak Katari o Donald Trump
Camilo Katari / Resumen Latinoamericano
Carlos Mesa representa la oligarquía señorial, aquella que entrada en desgracia mantiene el boato de la aristocracia boliviana cuya raíz se encuentran en la soldadesca europea que sometió a los pueblos del Tawa Inti Suyu. En cambio Camacho es un producto de la oligarquía regional modernizadora y que juega a la política desde su posicionamiento económico territorial.
Estos representantes del liberalismo económico no tienen ninguna diferencia, salvo el acartonado saber de Mesa frente a una absoluta carencia de episteme en Camacho. Ambos son el reflejo de la estructura colonial del Estado, a su modo ambos pretenden retornar a la “república” de los tránsfugas y dos caras como Casimiro Olañeta. Esa es su propuesta central, pues no tienen programa de gobierno sino, como alguien lo definió, “sólo tienen planes de negocio”.
Como todo pensamiento colonial, los métodos, de ambos candidatos se basan en la violencia, demostrada ampliamente por los paramilitares reclutados por Camacho en los aciagos días del mes de noviembre pasado, y últimamente por un candidato de Comunidad Ciudadana que ordena destruir a los masistas en una plaza de la ciudad de Cochabamba.
No debemos olvidar el llamado a la movilización de Carlos Mesa que dio inicio a la quema de oficinas del Tribunal Electoral y luego de domicilios privados de militantes del MAS. El “señorito Mesa” generó los escenarios de violencia que terminaron en las masacres conocidas de Senkata, Sacaba y la Zona Sur de La Paz.
El escenario futuro de Bolivia no es halagador, primero por el desmantelamiento estatal, la crisis económica y la crisis de la salud pública; el futuro gobierno según su base de sustentación utilizará la fuerza social organizada, que sería la propuesta del IPSP-MAS, o la violencia represiva de las fuerzas policiales y militares que es la propuesta de Carlos Mesa, demostrada por su actitud en octubre-noviembre del 2019, a la que debemos añadir, por las declaraciones de su candidato a diputado, a las fuerzas paramilitares con quienes, ha quedado demostrado, tienen relación y coordinación en actos de violencia.
No estamos ante unas elecciones democráticas, sino en un momento de retornar a la república monocultural, elitista, saqueada sin dignidad y empobrecida o por el contrario construir un verdadero Estado Plurinacional con energía suficiente para reconquistar la independencia económica, la soberanía alimentaria y la dignidad humana. Estamos disputando un concepto de civilización.
La palabra revolución tiene que ser reivindicada, el imperialismo norteamericano ha tenido la capacidad de asociar la revolución al terrorismo, que en la boca de los cipayos locales se convierte en amenaza a la vida. Revolución es la palabra exacta para definir el futuro de los pueblos del continente; las batallas han dejado de ser locales para inscribirse en la región y el mundo. La pandemia del COVID 19 nos ha demostrado el sistema global de la vida, deteriorada por los abusos de la voracidad capitalista.
Debemos calibrar en su verdadera dimensión la reconquista de los derechos que implican las elecciones en Bolivia, no se trata de un hecho local y normal en la vida de un Estado. Los actores son locales, pero los intereses son extranjeros y muy poderosos.
Hemos sido testigos de la defección obligada que impuso la política exterior de EEUU a una candidata con ínfulas democráticas, evidenciando la dependencia total a los intereses de “ellos” contra “nosotros”.
La encrucijada nos exige elegir entre Tupak Katari o Donald Trump.