El periodismo boliviano se llenó de gloria

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Hace medio siglo, el periodismo boliviano se llenó de gloria
Prensa y los periodistas “subversivos” de 1970

Miguel Pinto Parabá. Periodista / katari.org
Frente a un Estado dictatorial, los cronistas de ese entonces se convirtieron en portavoces del pueblo, denunciaron a los liberales, las empresas transnacionales, la CIA y el imperialismo y se opusieron al sector “derechista” de las Fuerzas Armadas y al “periodismo reaccionario”.

Hace 50 años, en plena Guerra Fría, los periodistas se enfrentaron sin miedo al orden establecido. El ala fascista del Ejército los calificaba como “subversivos” y “comunistas”. Esa prejuiciosa percepción les generó represión, cárcel y destierro. Empero, ellos nunca agacharon la cabeza: siempre buscaron difundir la verdad, con valor, solidaridad y dignidad.

1970 fue el año más combativo del periodismo boliviano. La guerrilla de Ernesto Che Guevara (1966-1967) y la masacre minera de San Juan (1967) habían cincelado su conciencia social y política. Así, los cronistas, en tres años, se transformaron en actores de la “liberación nacional”.

Esa energía revolucionaria, además, se nutrió de lo más avanzado de las luchas anticapitalistas y antiimperialistas mundiales que estaban al rojo vivo. El mundo del capital andaba hundido en una nueva crisis (1965-1975) y los trabajadores se habían propuesto “enterrarlo”.

Libertad
Timoneado por Sergio Almaraz, el “periodismo combativo” se forjó en las revistas Praxis y Clarín Internacional. Esa última publicación, según “Periodismo y revolución nacional” de Gerardo Irusta, tuvo como redactores a René Zavaleta, Augusto Céspedes, Andrés Soliz, Sergio Suárez, Mery Flores y Aida Albarracín.

Esa pléyade de periodistas planteaba la nacionalización del petróleo, la desmilitarización de los centros mineros, la vigencia de los sindicatos, la libertad de expresión y el fin de la dictadura.

Bajo esos lineamientos y con el objetivo de neutralizar la censura y la autocensura en los medios privados, los cazanoticias crearon Prensa, un semanario sindical que fue una conquista colectiva y que, en poco tiempo, se convirtió en una trinchera de lucha.

Verdad
En el marco del Decreto del 19 de febrero de 1970, ese periódico se publicó, de manera exclusiva, desde el lunes 2 de marzo. Nació como una respuesta a la línea editorial de los empresarios de los medios que defendían el liberalismo y el fascismo.

El semanario tuvo un discurso radical. En sus ediciones buscó “acercarse a la verdad” de “forma integral”. Denunció a los liberales, las empresas transnacionales, la CIA y el imperialismo y se opuso al sector “derechista” de las Fuerzas Armadas y al “periodismo reaccionario”.

En esa perspectiva, el 3 de agosto, con un espectacular titular en primera plana, Prensa convocó al pueblo a “salir a las calles para contrarrestar un golpe gorila (militar)”. Ese acto le costó la vida. Los militares Juan Ayoroa, Rogelio Miranda y Hugo Banzer, tras verse descubiertos, postergaron el cuartelazo, pero aceleraron la “clausura” del medio “sedicioso”.

Huelga
Sin respetar la Ley de Imprenta, el Fiscal Rolando Simbrón inició una “acción penal” contra el director del semanario, Andrés Soliz, para que “revele sus fuentes de información”. Al no obtener respuesta, lo envió a la cárcel. Los periodistas calificaron ese acto como “intimidatorio” y “dictatorial”.

El lunes 10 de agosto, agentes del Ministerio del Interior impidieron violentamente la circulación de Prensa. Esa medida enardeció a los cronistas, quienes decretaron un paro de 48 horas con movilización nacional. El hecho sacudió a la sociedad y tuvo un impacto internacional.

En La Paz, Oruro, Cochabamba, Santa Cruz, Sucre, Tarija, Potosí y Trinidad, radialistas, gráficos y vendedores de periódicos firmaron un “pacto de defensa mutua” con los trabajadores de la prensa y se sumaron al paro.

Comunistas
Frente a la huelga, el gobierno reaccionó con furia. El Ministerio del Interior movilizó grupos de campesinos para que insulten a los reporteros. “¡Comunistas…!, ¡Les vamos a moler los huesos, uno por uno…!, son las frases que espetaron”, denunció el periodista Raúl Rivadeneira.

A su turno, Gonzalo Viscarra, en “Prensa y país”, relató que, el segundo día de protesta, los cronistas fueron “brutalmente” dispersados con gases lacrimógenos. Pese a la represión, ellos no se rindieron.

Cárcel
De acuerdo a Eduardo “Pachi” Ascarrunz, el Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz (STPLP), en asamblea, decidió que sus afiliados ingresen “subrepticiamente” al Penal de San Pedro para “declararse presos”.

De dos en dos, el jueves 3 de septiembre, una veintena de hombres de la prensa entraron a la cárcel. Se “alojaron” en celdas hasta las seis de la tarde, para luego declarar: “¡Estamos detenidos…!”.

La policía quedó atónita. El ambiente del penal se volvió tenso. El gobierno ordenó el aislamiento de los “civiles subversivos”. Esa noticia difundida por las radios impactó al país.

Dignidad
Simultáneamente, más de un centenar de cronistas se declararon “responsables” de las publicaciones “antifascistas” del semanario y se pusieron a disposición del Ministerio del Interior. Otro grupo, durante la noche, hizo vigilia en las puertas de San Pedro.

El hecho desacreditó al sector fascista del gobierno. No obstante, ellos no suspendieron sus planes represivos. Al día siguiente, varios delincuentes, respaldados por el Ministerio del Interior, amenazaron a los cronistas: “¡Si no abandonan de inmediato la cárcel tendrán que atenerse a las consecuencias…!”. Empero, otro grupo de presidiarios los respaldó. Al final, “para evitar muertes, los periodistas abandonaron el panóptico”.

Oscar Peña, Luis Peñaranda, Adolfo Ugarte, Mario Rueda, Carlos Carrasco y Miguel Velarde por la Federación de Trabajadores de la Prensa de Bolivia; Carlos Andrade, Jorge Martínez, Gonzalo Viscarra, Clovis Díaz, Roy Bazán, Carmelo Andrade, Eduardo Ascarrunz, Freddy Arispe, José Luque y Juan Carlos Salazar por el Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz; José Baldivia por la Federación de Trabajadores en Radio de Bolivia, y Jorge Mansilla y Rolando Gonzáles por el Sindicato de Trabajadores en Radio de La Paz fueron los obreros de la prensa que se “auto-recluyeron en defensa de la libertad de expresión”. Edgar Tapia, en representación de la Central Obrera Boliviana, se sumó a la medida.

Con esa experiencia, en 1970, los periodistas se nuclearon a las propuestas socialistas de los trabajadores. Pero, el sangriento golpe de Estado de Banzer, el 21 de agosto de 1971, los condenó al exilio.

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