La “transición” hacia la “solución final”
Rafael Bautista S. / alainet.org
El embuste de un golpe con cara de “transición” está describiendo, prolijamente, todo un montón de desvaríos políticos e intelectuales, sobre todo en la izquierda; cuya apología del gobierno de “transición”, está definiendo su propio suicidio histórico.
La izquierda opositora (al gobierno del MAS) no sólo ha optado por un protagonismo oportunista sino que, la absoluta pérdida de sentido histórico de esta izquierda, ha cumplido fielmente con el último propósito imperial: denigrar y escarmentar definitivamente todo horizonte popular. Porque la actual criminalización y persecución del sujeto indígena tiene, como finalidad última, la abolición del horizonte político propuesto por este sujeto: el vivir bien, la descolonización y el Estado plurinacional.
La izquierda opositora denunció tanto la derechización del gobierno de Evo, que nunca se anoticiaron de su propia derechización. Denunciaron tanto la supuesta dictadura y “dominación masista”, que ya no saben ahora reconocer a la verdadera dictadura y dominación del supremasismo blanco en su versión criollo-mestiza. Acusaron tanto al caudillo indio, que no se percataron de la propia legitimación que otorgaron al caudillo ilustrado (Carlos Mesa) y al caudillo “macho” inquisidor (Fernando Camacho).
Tanto se rasgaron las vestiduras por una nacionalización que dicen que no hubo, que ahora no saben qué decir de la sistemática enajenación anunciada del litio y todos nuestros recursos estratégicos. Mientras reclamaban libremente la falta de libertad de expresión en la supuesta dictadura, se olvidaron ahora olímpicamente de ese reclamo, cuando se conculcan todos los derechos, y se amenaza, persigue, se encarcela y expulsa a periodistas y se proscribe medios internacionales.
Esa izquierda funcional al Imperio sella su propia defunción. Critica todo pero nunca se hace la autocrítica y limpiar, por lo menos, la propia miseria histórica que carga como una maldición: brindarle a la derecha, en bandeja de plata, su propia reposición.
El trotskismo fue ejemplar en eso, reeditando siempre su propio anatema genético de abrirle las puertas al fascismo. Por eso, no es de extrañar que, el comedimiento extremista, sea el virus introducido en la lucha popular para derechizar sus opciones. Eso pasó con la funcionalización del desacuerdo y el disenso antigubernamental, para beneficio de un fascismo empoderado que no tardó en liderar un asalto a la democracia, en nombre de la democracia.
Esta derechización fue promovida también en los ámbitos académicos y, desde allí, amparados en un criticismo a-crítico (que más se inclina por la pura criticonería), se dedicaron diligentemente a socavar todo para que no quedara nada; dando, de ese modo, el mejor argumento para legitimar el odio fascista desatado contra el indio.
La academia se ufana de “crítica”, pero es la que brinda los argumentos necesarios para la reposición conservadora. Por mediación académica, la derecha fascista recibió la “ilustración” de su oscurantismo como ofrenda intelectual; esta mediación incluso auspició y legitimó un golpe fascista que hizo de la “transición”, el desmantelamiento sistemático, no sólo de la institucionalidad que tanto decían defender, sino de la propia soberanía nacional.
La instauración de un régimen de facto, el decreto que da “licencia para matar” al ejército, la liberación de las cuotas de exportación, la anunciada privatización de empresas estratégicas, la revanchista masacre blanca, rediseño del cuerpo diplomático, revisión de las RR.II., reanudación de relaciones con USA, etc., no son atribuciones de un “gobierno de transición”.
Este viraje definitivo será la orientación del nuevo orden impuesto que se instaurará con el verdadero fraude que se viene tramando con el nombramiento de Salvador Romero, ficha de Carlos Mesa, como vocal del Tribunal Supremo Electoral.
Poco a poco se va desenmascarando la planificación golpista. Aplicando diligentemente la lógica fascista, criminalizaron la protesta popular, mientras santificaban la “kristalnacht” racista que desataron la “juventud cruceñista”, “juventud cochala”, “la resistencia paceña”, etc.
Hoy persiguen a dirigentes populares, bajo el calificativo de “masistas”, acusándolos de sediciosos y terroristas; pero no dicen nada de las hordas nazis juveniles y universitarias que quemaron, destruyeron, vejaron y hasta casi quemaron en vida a autoridades del gobierno anterior; sin contar que el actual rector de la UMSA había comprado un seguro contra incendios días antes de la quema de su casa, o que los 64 buses pumakatari que fueron quemados, estaban en desuso y retirados de funcionamiento en un cementerio chatarra.
Ahora seguramente cobrarán suculosamente sus seguros de una operación planificada que muestra lo perverso de cierta gente que sembró caos para sacar pingües beneficios de un país en llamas. La sociedad urbana se tragó el cuento de las “hordas” que venían a destruir todo, para justificar la represión del ejército. Esas “hordas” fueron, en realidad, los que vinieron para apoyar a Camacho y Pumari y el asalto golpista, ahora bendecidos como “defensores de la democracia” por el régimen de facto.
Los movilizados en la planta de Senkata, estaban cinco días en bloqueo, sin policía ni ejército, y nunca se les ocurrió incendiar los tanques de almacenamiento de gas; pero bastó la acusación de terrorismo para que los paceños llamaran “héroes” al ejército y la policía, quienes produjeron 9 muertes y decenas de heridos. Otra vez, como en octubre de 2003, La Paz se suministra de combustible manchado con la sangre de quienes dieron el pecho por la defensa de nuestros recursos.
Los ingenuos ambientalistas (que no entienden la geopolítica del discurso ambiental y la lucha de capitales que funcionalizan hasta las alternativas energéticas como nuevos nichos de acumulación) ya fueron cooptados por la política de “reforestación” de la Chiquitanía, que dará inicio a la definitiva extensión de la frontera agrícola soyera transgénica, para beneficio exclusivo del capital agroindustrial de Santa Cruz que, hilando fino, lo controla el capital brasilero y es financiado por Monsanto.
El incendio premeditado de la Chiquitanía sirvió para movilizar interesadamente a la juventud urbana en torno a la demanda de “ayuda internacional”; gracias a esa mediación, desde Jujuy, Argentina, ingresó todo el material logístico y los dólares necesarios para comprar a grupos paramilitares, sicarios guarimberos travestidos de “juventud demócrata”, Comités Cívicos y a los aparatos coercitivos del Estado. Todo estaba planificado, pero la izquierda, hasta académica, estaba tan sumida en su rechazo patológico al “falso indio presidente”, que no vio nada. Y continúa ciega ante lo que se viene.
La derecha ya tiene su programa de gobierno redactado en Washington, cuyos portavoces serán Camacho y Pumari: la “federalización” del país, es decir, la fracturación del país, o sea, su balcanización; para que nuestros recursos estratégicos, nunca más sean patrimonio nacional.
Lo peor: descuartizar el espíritu plurinacional e imponer una nueva Re-conquista, que disemine el “caos constructivo” en la región. Bolivia es el inicio del golpe de la geoeconomía del dólar a todo el continente sudamericano.
En eso consiste una “solución final”, desde la Alemania nazi hasta la doctrina “core and the gap” del Pentágono y la CIA: desatar el caos indefinido como la nueva fisonomía de un mundo sumido en el infierno.
Lo triste ha de ser que, cuando acabemos como Siria, Irak, Afganistán o Libia, no quedará nadie en vida para señalarles a los insensatos “críticos” de izquierda, lo profundamente equivocados que estaban.
La Bolivia que deja Evo y la política económica del gobierno golpista
Coco Urquizo
En casi quince años de gobierno democrático en Bolivia, Evo deja un país totalmente cambiado al que recibió en enero 2006. Por una parte, Bolivia de ser el país con mayor pobreza en Sudamérica, junto con Brasil ser el país con mayor desigualdad en la distribución del ingreso, o mejor, junto con Brasil el país donde más concentrado estaba el ingreso en los ricos; mostrar crecimientos económicos modestos aunque con inflaciones controladas, mostrar un tipo de cambio en permanente ascenso y favorable al sector exportador, desempleo generalizado y falta de ingresos en las familias bolivianas, y varios otros indicadores económicos y sociales negativos, se pasó en la gestión de Evo a que Bolivia liderice por seis años la tasa de crecimiento económico en Sudamérica y con un entorno internacional desfavorable, con descensos importantes del precio del petróleo, gas y los minerales, estos últimos principales productos de exportación bolivianos.
De la misma manera, Bolivia presentaba la tasa de desempleo más baja de Sudamérica con una mejora considerable en la reducción del índice Gini y también liderizando la reducción de la tasa de pobreza extrema entre los países de la región. En efecto, hacia el 2005 el índice de Gini para Bolivia era de 0,60 y para el 2018 ya registraba cifras cercanas al 0,40 y la pobreza extrema en 2005 estaba en 38% y para el 2018 cerca del 15%.
De la misma manera, presentaba indicadores económicos de mucha estabilidad macroeconómico como inflación controlada, estabilidad del tipo de cambio, sostenibilidad de la deuda externa e interna, reservas internacionales en niveles adecuados, el retorno de la población al uso de la moneda nacional (la bolivianización) en lugar del dólar estadounidense y un sistema financiero sólido que contribuía a través del crédito productivo al aumento de la producción especialmente de las MyPE bolivianas.
Tras el sangriento golpe, conociendo la composición de este “gobierno transitorio” y por tanto la clase social que representan y las primeras medidas que toma, claramente se ve una desesperación por el retorno a la aplicación del modelo neoliberal en Bolivia.
Si en el pasado claramente el neoliberalismo fue tras los recursos naturales bolivianos, especialmente el gas y los minerales, hoy el objetivo claro es el control del litio boliviano y toda la cadena que este representa, incluso el frustrado plan de industrialización del gobierno de Evo con una empresa alemana. La oligarquía boliviana e intereses de la oligarquía chilena no soportaron ver que ésta industria, en manos del Estado, pudiera ser el nuevo motor del desarrollo y la industrialización boliviana, proceso en el cual no los incluían en la distribución de los beneficios por lo que vieron en peligro sus intereses.
En este orden de cosas, no será extraño observar en los próximos meses un cambio de política económica orientada a beneficiar al empresariado privado, especialmente pero no exclusivamente al cruceño por ejemplo con el retorno al libre comercio, con la distribución de las instituciones públicas y empresas estatales a manos de las clases sociales que hoy componen el actual “gobierno transitorio”.
Pero este cambio de gobierno no será gratuito especialmente para las clases medias, que militantemente apoyaron la salida de Evo, porque al final la gente más pobre fue la que siempre apoyó a Evo y tiene poco que perder en relación a la clase media.
Claramente desde el 20 de octubre pasado la economía empezó a desacelerarse vertiginosamente en medio de una enorme incertidumbre, producto de los bloqueos en contra primero y a favor después de Evo hubo desabastecimiento y los precios domésticos se incrementaron afectando el bolsillo de la población, las dudas sobre el futuro de la economía en manos del actual “gobierno transitorio” generaron retiros de depósitos en el sistema financiero, el fantasma de la dolarización reapareció ante la incertidumbre y rumores de devaluación mermando las reservas internacionales del Banco Central de Bolivia, pero adicionalmente es previsible que mucha gente haya llevado su dinero al exterior contribuyendo a una fuga de divisas que se verá reflejada en la Balanza de Pagos.
Pero no solamente las personas, también varias empresas privadas observando la destrucción de la estabilidad económica, política y social boliviana que reino en el gobierno de Evo, seguro han decidido ya salir del país llevándose dólares estadounidenses.
Estos hechos sin duda van a afectar el desenvolvimiento de la economía boliviana, desacelerándola aún más y por tanto retornando a menores niveles de crecimiento de la economía con sus negativas consecuencias sobre el desempleo, el ingreso de los bolivianos incluidos los de las empresas privadas bolivianas, especialmente las medianas y pequeñas empresas.
Por último, no es extraño encontrar en el discurso de los personeros de este “gobierno transitorio” la contradicción de que es un gobierno cuyo mandato es llevar adelante las elecciones y es “transitorio”, que se contrasta con el asalto de instituciones estatales y empresas del Estado como si fuese un botín de guerra y en materia económica se establecen las bases estructurales para el regreso del modelo económico neoliberal.