Se consumó el golpe en Bolivia

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Se consumó el golpe en Bolivia: renunció Evo Morales

“La lucha sigue” dijo el mandatario en un discurso que quedará en la historia

Marco Teruggi / pagina12.com.ar
“Renunciamos para que no sigan quemando casas, intimidadas nuestras familias y amenazadas”, dijo tras semanas de escalada de violencia y después de que el comandante general de las FF.AA. le reclamara la dimisión.

“La lucha sigue” concluyó Evo Morales en un discurso que quedará en la historia. El presidente electo renunció a su cargo luego de semanas de una escalada de violencia que en las últimas horas anunciaba un desenlace inevitable.

“Renunciamos para que no sigan quemando casas, intimidadas nuestras familias y amenazadas, por eso renunciamos”, dijo desde Chapare, luego haber despegado de la ciudad de El Alto en horas de la tarde.

Al conocerse las palabras sonaron bocinas y estruendos en las calles del centro de La Paz, en lo que fue el festejo de quienes protagonizaron las movilizaciones por el derrocamiento de Morales. En las avenidas se vieron caravanas de autos con banderas de Bolivia, abrazos, una euforia golpista enarbolada como democrática por sus dirigentes y seguidores.

Junto con Morales renunció el vicepresidente Álvaro García Linera, quien habló a su lado. Así concluyó una escalada que tuvo como detonante que marcó el fin la alocución del comandante general de la Fuerza Armada de Bolivia, Willimas Kaliman, le “sugirió” al presidente que renuncie a su mandato.

La declaración de Kaliman se dio cuando el escenario parecía a punto de consumarse. Los últimos dos días habían sido de un despliegue de violencia golpista que incendió casas de dirigentes del proceso de cambio, amenazó a quienes se mantenían en el gobierno, atacó medios de comunicación estatales.

Ya el centro de La Paz había sido tomado por los opositores desde el sábado en la mañana, y desde ese día hasta la renuncia de Evo Morales, se multiplicaron las imágenes de opositores junto con policías armados en las calles paceñas y de diferentes ciudades del país.

El avance del golpe pareció no encontrar más barreras, y el acto simbólico, llegó minutos antes de la alocución de Morales: Luis Fernando Camacho, dirigente del proceso golpista, presentado como “cívico” por los medios de comunicación, ingresó al Palacio Quemado -antigua sede de gobierno- donde depositó en el suelo una bandera de Bolivia y una biblia.

El anuncio hecho por Morales era entonces cuestión de tiempo. La ofensiva golpista ya había tomado los principales espacios, y las renuncias de funcionarios se fueron sucediendo, la mayoría bajo amenaza y persecución.

La renuncia de Morales y Linera fue seguida de persecusiones: las autoridades del Tribunal Supremo Electoral, María Eugenia Choque y Antonio Costas, fueron detenidos y esposados por la policía, en un escenario de sucesión de imágenes y noticias mezcladas entre la confusión, la militarización, y la euforia golpista con gritos y evocaciones a la democracia y a Dios.

Luego de los anuncios desde Chapare, renunció la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, quien debía asumir la presidencia. Lo mismo sucedió con quien debía seguir, el primer vicepresidente, abriéndose un escenario de preguntas que serán resultan a medida que tome forma el reordenamiento conducido por la Policía Nacional, la Fuerza Armada, los dirigentes golpistas, los empresarios que financiaron, y quienes respaldaron la invalidación de las elecciones desde el primer momento: el gobierno norteamericano.

En ese contexto se sucedieron las denuncias respecto a la seguridad de Evo Morales, quien denunció que existe una “orden de aprehensión ilegal” en contra suya, y que su domicilio fue asaltado por grupos violentos. La situación de Morales se repite en el caso de varios dirigentes y militantes del proceso de cambio bajo amenaza de persecución.

Marcelo Ebrard, secretario de relaciones exteriores de México, anunció haber recibido a “20 personalidades del ejecutivo y legislativo de Bolivia en la residencia oficial de La Paz, de así decidirlo ofreceríamos asilo también a Evo Morales”, y pidió que se respete la integridad de la sede de la embajada.

Las denuncias internacionales respecto a lo que fue un golpe de Estado se multiplicaron en el continente y el mundo, como por parte de Lula Da Silva, Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, Nicolás Maduro, Gustavo Petro, Pablo Iglesias y Jeremy Corbyn, así como de numerosos movimientos sociales y partidos políticos.

Los gobiernos de derecha del continente, como el de Mauricio Macri, Sebastián Piñera, o Iván Duque, guardaron en cambio el mismo silencio que a lo largo de la escalada golpista.

El desenlace del domingo fue entonces la acumulación de una serie de acciones de ofensiva de una estrategia abiertamente golpista que nunca tuvo intención de realizar una segunda vuelta electoral o encontrar un punto de acuerdo para lograr detener la violencia que proclamó, organizó y desplegó. El objetivo era derrocar al gobierno y ese objetivo fue logrado.

A partir de ahora se abre un escenario de interrogantes, tanto acerca de quién asumirá la presidencia y cuándo serían las elecciones. La otra gran pregunta es: ¿qué harán los movimientos que respaldan a Evo? Si bien algunos dirigentes se sumaron al golpe de Estado, la mayoría no lo hizo.

Al finalizar la tarde se supo de las primeras protestas en defensa del proceso de cambio. Evo Morales escribió en la noche desde su cuenta de Twitter para ratificar que su renuncia fue para que “Mesa y Camacho no sigan persiguiendo, secuestrando y maltratando a mis ministros, dirigentes sindicales y a sus familiares”.

Y, afirmó: “Quiero que sepa el pueblo boliviano, no tengo por qué escapar, que prueben si estoy robando algo. Si dicen que no hemos trabajado, vean las miles de obras construidas gracias al crecimiento económico. Los humildes, los pobres que amamos la Patria vamos a continuar con esta lucha”.

El golpe en Bolivia: cinco lecciones

Atilio A. Boron
La tragedia boliviana enseña con elocuencia varias lecciones que nuestros pueblos y las fuerzas sociales y políticas populares deben aprender y grabar en sus conciencias para siempre. Aquí, una breve enumeración, sobre la marcha, y como preludio a un tratamiento más detallado en el futuro.

Primero, que por más que se administre de modo ejemplar la economía como lo hizo el gobierno de Evo, se garantice crecimiento, redistribución, flujo de inversiones y se mejoren todos los indicadores macro y microeconómicos la derecha y el imperialismo jamás van a aceptar a un gobierno que no se ponga al servicio de sus intereses.

Segundo, hay que estudiar los manuales publicados por diversas agencias de EEUU y sus voceros disfrazados de académicos o periodistas para poder percibir a tiempo las señales de la ofensiva. Esos escritos invariablemente resaltan la necesidad de destrozar la reputación del líder popular, lo que en la jerga especializada se llama asesinato del personaje (“character assasination”) calificándolo de ladrón, corrupto, dictador o ignorante.

Esta es la tarea confiada a comunicadores sociales, autoproclamados como “periodistas independientes”, que a favor de su control cuasi monopólico de los medios taladran el cerebro de la población con tales difamaciones, acompañadas, en el caso que nos ocupa, por mensajes de odio dirigidos en contra de los pueblos originarios y los pobres en general.

Tercero, cumplido lo anterior llega el turno de la dirigencia política y las elites económicas reclamando “un cambio”, poner fin a “la dictadura” de Evo que, como escribiera hace pocos días el impresentable Vargas Llosa, aquél es un “demagogo que quiere eternizarse en el poder”.

Supongo que estará brindando con champagne en Madrid al ver las imágenes de las hordas fascistas saqueando, incendiando, encadenando periodistas a un poste, rapando a una mujer alcalde y pintándola de rojo y destruyendo las actas de la pasada elección para cumplir con el mandato de don Mario y liberar a Bolivia de un maligno demagogo.

Menciono su caso porque ha sido y es el inmoral portaestandarte de este ataque vil, de esta felonía sin límites que crucifica liderazgos populares, destruye una democracia e instala el reinado del terror a cargo de bandas de sicarios contratados para escarmentar a un pueblo digno que tuvo la osadía de querer ser libre.

Cuarto, entran en escena las “fuerzas de seguridad”. En este caso estamos hablando de instituciones controladas por numerosas agencias, militares y civiles, del gobierno de Estados Unidos. Estas las entrenan, las arman, hacen ejercicios conjuntos y las educan políticamente.

Tuve ocasión de comprobarlo cuando, por invitación de Evo, inauguré un curso sobre “Antiimperialismo” para oficiales superiores de las tres armas.

En esa oportunidad quedé azorado por el grado de penetración de las más reaccionarias consignas norteamericanas heredadas de la época de la Guerra Fría y por la indisimulada irritación causada por el hecho que un indígena fuese presidente de su país.

Lo que hicieron esas “fuerzas de seguridad” fue retirarse de escena y dejar el campo libre para la descontrolada actuación de las hordas fascistas -como las que actuaron en Ucrania, en Libia, en Irak, en Siria para derrocar, o tratar de hacerlo en este último caso, a líderes molestos para el imperio- y de ese modo intimidar a la población, a la militancia y a las propias figuras del gobierno.

O sea, una nueva figura sociopolítica: golpismo militar “por omisión”, dejando que las bandas reaccionarias, reclutadas y financiadas por la derecha, impongan su ley. Una vez que reina el terror y ante la indefensión del gobierno el desenlace era inevitable.

Quinto, la seguridad y el orden público no debieron haber sido jamás confiadas en Bolivia a instituciones como la policía y el ejército, colonizadas por el imperialismo y sus lacayos de la derecha autóctona.

Cuándo se lanzó la ofensiva en contra de Evo se optó por una política de apaciguamiento y de no responder a las provocaciones de los fascistas.

Esto sirvió para envalentonarlos y acrecentar la apuesta: primero, exigir balotaje; después, fraude y nuevas elecciones; enseguida, elecciones pero sin Evo (como en Brasil, sin Lula); más tarde, renuncia de Evo; finalmente, ante su reluctancia a aceptar el chantaje, sembrar el terror con la complicidad de policías y militares y forzar a Evo a renunciar.

De manual, todo de manual. ¿Aprenderemos estas lecciones?

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