Julieta Paredes, feminista comunitaria de Bolivia:
“El machismo es la matriz patriarcal que sostiene a un sistema colonialista, racista, capitalista”
Julieta Paredes / katari.org
La identidad e igualdad de género son políticas públicas, ideas y concepciones que han venido con el neoliberalismo y que han tenido por objeto confundir género con cuerpo, y relación de género masculino-femenino con cuerpos de mujer y hombre.
El lenguaje neoliberal ha construido las cárceles para nuestros cuerpos que son las construcciones sociales-culturales y políticas que se hacen sobre los cuerpos. Los cuerpos han nacido diferentes, estamos hombres, mujeres, personas intersexuales. Hemos nacido cuerpos diferentes pero iguales, y sobre estos cuerpos se construye, lo que llamamos las feministas comunitarias: cárceles. El deber ser de este cuerpo es lo masculino o lo femenino y es la relación de género.
Entonces las políticas públicas neoliberales han pretendido dirigirnos, reducirnos a las mujeres y nuestras luchas, solamente a la relación con los cuerpos masculinos de nuestros compañeros y de nuestros hermanos. He ahí la intención política de las políticas neoliberales con que nos han distraído. No estoy diciendo que no hay que luchar contra el machismo de lo masculino con respecto a lo femenino, pero hay que pelear contra eso y contra un sistema de dominio patriarcal que es capitalista, colonial, neoliberal, burgués.
En toda la etapa neoliberal nos han tenido a las mujeres y a los hombres con esas ideas de que los problemas fundamentales son que un compañero le pegue a su compañera. No estoy minimizando aquí esto, sino que lo que estoy haciendo es redimensionar, pues ahora en la actualidad ya no hablamos de lo que nos abruma de la violencia estructural, pues ese discurso neoliberal nos habla de la violencia intrafamiliar, de la violencia doméstica hacia las mujeres, pero la violencia hacia las mujeres es estructural y estructurante de un sistema patriarcal.
Es sobre el cuerpo de las mujeres que se construye el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el neoliberalismo. Y este es el planteo que hacemos desde el feminismo comunitario que nosotras hacemos en nuestro libro «El desafío de la despatriarcalización».
¿De dónde sale la despatriarcalización, cuál es el camino que vamos siguiendo? El camino es el del feminismo comunitario. Nos hemos hallado en los encuentros feministas de América Latina y el Caribe y ahí nos hemos hecho feministas, porque la izquierda de donde provenimos, los pueblos indígenas-originarios, no tiene respuesta a la condición y a la situación de la cual las mujeres formamos parte en nuestras organizaciones. Entonces, en estos espacios feministas latinoamericanos, nosotras nos hacemos feministas. Un feminismo que todavía no hablaba desde nuestros pueblos, y que comenzó a marchar desde el 2006.
Primeramente, nos dividimos en el territorio. Nuestra comunidad, la “Comunidad de Mujeres creando Comunidad”, forma parte de la construcción de todo el territorio de Abya Yala del feminismo comunitario. Luego apostamos a la Constituyente como metodología de discusión y construcción del pensamiento.
Hay dos aspectos importantes de nuestra Asamblea Constituyente: el primero es que las delegadas y los delegados han sido nombrados por el pueblo, utilizando como pretexto la democracia formal, era un 50 y 50% y las máximas dirigencias estaban en manos de las indígenas.
El segundo aspecto es cómo hemos construido el texto, la letra de la Constitución. Lo hemos hecho inclusive sin saber leer ni escribir el castellano, y ha sido entonces de forma oral, con lo que cada grupo pensaba y decía, es que fuimos armando el texto. Lo más importante de esta nueva Constitución es haber identificado que podemos escribir el destino que queremos, fundar y refundar nuestro país, que podemos escribir los sueños que tenemos. Entonces en ese camino propusimos que fuera despatriarcalización y no equidad de género.
Descolonizar el tiempo
Para entender la despatriarcalización lo primero que hay que entender es la descolonización del tiempo, que nuestros pueblos y nuestras comunidades nos estamos conceptualizando como un cuerpo y desde allí es que vamos hablando. Recuperar el paralelismo y la contemporaneidad de los tiempos de cada territorio para entender el reduccionismo y la ignorancia que exhibe Europa al conceptualizar el tiempo como una línea.
El pensamiento filosófico euro-occidental y euro-occidentalizado conceptúa el tiempo como una línea donde el pasado siempre va encaminado hacia el futuro. Entonces lo que nosotras estamos planteando es descolonizar nuestras cabezas, nuestros pensamientos, para poder descolonizar nuestro lenguajes, cuerpos y cultura, para poder valorar lo que somos, lo que decimos, lo que pensamos.
Desde 1492 no nos conocían, no sabían de nuestra existencia. Nuestros territorios y nuestros pueblos tenían su propio lenguaje, administración, organización social, salud, nuestros propios problemas, machismos. Lo mismo en Europa. No nos conocíamos. En Asia, Europa también están ahora viviendo su tiempo. ¿Por qué Bolivia está más o menos a tantas horas de España, por ejemplo? Esto es tiempo reloj, no es más ni menos horas, es el mismo tiempo.
El tiempo, los cuerpos, las concepciones, los lenguajes, las formas de ver y vivir el mundo de Europa nos invade, toman nuestro tiempo. Descolonizar el tiempo es entender que éste transcurre al mismo tiempo que el de otros territorios y cada cual tiene el suyo propio.
Repito, en 1492 invaden nuestro tiempo, nuestra concepción, nuestros cuerpos, y comienzan a manejar nuestra vida, a dominarnos. Como no puede su lenguaje, su misma conjugación de los verbos, sus palabras, sus forman de nombrar a las cosas que expresan la vida social, es decir como no pueden comprendernos nos comprimen, nos reducen. Los indios e indias para ellos aparecemos todos iguales, ignoran nuestra vida. Así reducidas nos ponen en su pasado, entonces nuestros pueblos somos el pasado de ellos, somos incivilizados, ignorantes, retrasados, hay que modernizarnos, tecnologizarnos, desarrollarnos. Así nos comprenden y nos determinan, y de ahí actúan.
Lo que ellos están diciendo desde su tiempo, desde su forma de pensar y construir, no vamos a alcanzarlo porque para ellos estamos determinados, somos su pasado. Es el pasado del entronque patriarcal, nosotros trabajamos para ellos, sostenemos su desarrollo, son capitalistas porque nos han empobrecido; nos roban el trabajo. Esa es su justificación de la doble moral: ellos son gente, nosotros no. ¿Qué es lo más terrible de todo esto? Que nosotras y nosotros les creemos, somos colonizados, buscamos el reconocimiento de este tiempo, de esta forma de pensar y de decir. Eso es lo más terrible.
Si nuestro pensamiento y nuestro cuerpo está ocupado colonialmente siempre nos vamos a sentir menos, incivilizados, con el miedo de hablar, de decir, siempre estaremos pensando ¿»dije lo correcto?», siempre vamos a estar pidiendo permiso, correremos tras cánones.
Recuperar nuestro tiempo
Por eso, desde el feminismo comunitario planteamos la recuperación de nuestro tiempo, la descolonización. No partimos del feminismo occidental de 1789 de la Revolución Francesa, no nacemos ahí, partimos de nuestros territorios. Entonces nosotras empezamos una búsqueda del concepto, de la palabra «feminismo» desde nosotras, pues hay muchos concepciones que no comprenden nuestra realidad, por ejemplo el marxismo, que tiene buenos análisis de clases pero no contempla en sus análisis lo que sucede en nuestro sitio. Aquí, el capitalismo tiene, en nuestros territorios, otras características.
En el camino de nuestras búsquedas hemos descubierto que en EE.UU pasó algo similar con un grupo de mujeres, que empezaron a llamarse «mujeristas», que no dejó de ser una anécdota que nadie conoce. «Feminismo» y «feministas» para bien o para mal no ha dejado de ser la denominación común. Nosotros hablamos aymara, teníamos que tener nuestra propia denominación. Corríamos el riesgo de que nos pasara lo mismo que sucedió con la palabra «cosmovisión», cuando se alude a la cosmovisión indígena desde la filosofía occidental nos reducen, nos comprimen, no nos comprenden.
Agarramos la palabra «feminismo» y le ponemos nuestros propios contenidos, nuestras propias palabras, nuestros cuerpos, utilizar el sonido con el que nos sometieron para liberarnos, reconceptualizamos la palabra «feminismo». Y la entendimos como la lucha de cualquier mujer en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo de la historia, que se rebela y se opone ante un patriarcado que la oprime o la pretende oprimir. Mujer en cualquier tiempo de la historia, no sólo a partir de 1789. Y además nos referimos a la mujer que se opone y propone, es decir, propone una sociedad. Aquí es fundamental definir el concepto de patriarcado.
El patriarcado opresor
El patriarcado para el feminismo comunitario es el sistema de todas las opresiones, todas las discriminaciones y violencias que vive la humanidad (mujeres, hombres y personas intersexuales) y la naturaleza. Históricamente construido sobre el cuerpo de las mujeres, también hubo y hay discriminación sobre el cuerpo del hombre, pero históricamente, desde los inicios, se construyó el sistema de opresión sobre el cuerpo de las mujeres. El sistema patriarcal es el sistema de todas las opresiones que se construye cotidianamente sobre los cuerpos de las mujeres.
El machismo es el patrón, la matriz patriarcal que sostiene a un sistema que es colonialista, racista, capitalista, neoliberal y que se nos presenta a través de los gobiernos, de las multinacionales. ¿Dónde se reproduce, dónde se incuba, dónde se prueba? En los cuerpos de las mujeres. Es así porque las feministas comunitarias nos explicamos por qué las Revoluciones toman un cauce y luego vuelven a caer en corrupciones, jerarquías, relaciones de poder. Porque las Revoluciones también deben ser hechas para, con y desde las mujeres. Y entonces ¿por qué nosotras planteamos la despatriarcalización en el proceso de cambios? Porque no queremos que este sistema se recicle, se revitalice con nuestros cuerpos y pensamientos.
Para la despatriarcalización la primera tarea que nos planteamos hacia nuestros pueblos es pelear contra el machismo, y esto significa pelear contra la violencia que ejercen concretamente nuestros hermanos, parejas, compañeros, familias, amigos. Machistas también somos las mujeres y como no queremos seguir siendo machistas construimos feminismo comunitario. Ahora, ¿quién se beneficia de ese machismo? Las mujeres no, se benefician los hombres. El machismo es una conducta, es pensar que las mujeres somos tontas, que merecemos ser golpeadas.
Esto es lo que estamos planteando desde los medios de comunicación: que las Revoluciones no pueden ser sin las mujeres y para las mujeres. Los medios, el crear imaginario y las imágenes tiene una fuerza importante porque son las imágenes que tenemos de nosotros y nosotras. Cuando un hombre desde una esquina le dice a una mujer «mamita, que rica estás», eso ya es violencia y crear un imaginario al igual que todos los términos que utilizamos desde los medios. Los chistes, las bromas que muchas veces creemos que no valen nada son muy importantes. Todas las palabras en masculino invisibilizan a las mujeres y su situación.
El otro ojo
Hay que pelear entonces con el machismo en nuestra comunicación. Las otras tareas tienen que ver en cómo las mujeres participamos y nos apropiamos de los espacios de comunicación. Necesitamos usar nuestros cuerpos, nuestros ojos, manos, y esto tenemos que hacerlo nosotras, y los hombres deben comprender que se necesita de otro ojo, de otra mano, para hacer, para decidir porque un ojo solo no mira bien por eso nos equivocamos.
Tiene que llegar el día en que los compañeros, los hermanos, exijan que estemos las mujeres, y no es un pedido, es una exigencia. Las primeras en sentirnos culpables cuando nos reunimos somos las mujeres y en seguida nos preguntamos y ¿por qué solo entre mujeres?. No vamos a acabar ya con el patriarcado, de un momento para otro, pero sí hay que pelear ya contra el machismo en los medios de comunicación, esa es una tarea de este momento. Las otras tareas tienen que ver en cómo las mujeres participamos y nos apropiamos de los espacios en la comunicación. Y en las decisiones políticas sobre los medios también deben estar presentes las mujeres.
Necesitamos de este ojo, esta mano, este pie de la mujer junto al del hombre. Es por el patriarcado que este ojo, esta mano y este pie están así y no de otra forma. Necesitamos usar nuestro ojo, mano y pie, y nuestros hermanos necesitan comprender lo imprescindible que es ello. Somos el otro ojo que falta pero que está tapado por el patriarcado y el machismo. Tiene que llegar el día, el momento en que los hombres exijan que estemos.
Aqui en PDF puede ver el libro
Hilando fino: Desde el feminismo comunitario
Julieta Paredes Carvajal (La Paz, Bolivia) es una poeta, cantautora, escritora, grafitera y activista feminista descolonial aymara boliviana. En 1992, Paredes fundó, junto con María Galindo y Mónica Mendoza, el movimiento Mujeres Creando, del cual se retiró posteriormente y en el 2003 inicio el llamado Mujeres creando comunidad. También es autora del libro Hilando fino desde el feminismo comunitario (2008), en el cual profundiza sobre nociones como la igualdad entre mujeres y hombres en el contexto de la cultura indígena, su posición respecto al feminismo occidental, el colonialismo y el neoliberalismo, y el papel del cuerpo y de la sexualidad en la liberación de las mujeres.