Ser mujer aymara hoy en día
Claudia Condori Laura, integrante del colectivo Warmi Sisa / periodicopukara.com
Soy Claudia, soy una mujer aymara. Hemos venido reflexionando en Warmi Sisa a través de corrientes como el katarismo este tema de “ser mujer”, un tema de género. [Mi objetivo] No solamente [es] trabajar el ámbito de las mujeres, sino también con nuestros compañeros varones.
Esto significa que el tema de género no debe reducirse a una simplicidad o a cuestiones de victimización, como el hecho de ser mujer y nada más, porque en nuestra interacción cotidiana nos vamos relacionando con hombres.
Nosotras también tenemos hijos varones y pienso que es importante una reflexión a partir de ahí y empezar a analizar cómo estamos interactuando con la sociedad como mujeres aymaras. Considero importante el hecho de ser mujeres aymaras.
Nuestra cultura se ha mantenido en el tiempo por que nosotras hemos aprendido a ser versátiles en este sistema capitalista, que si bien, es cierto, está llena de injusticias, también las mujeres han sabido sobresalir en él. Somos parte de este sistema y por lo tanto muchas mujeres se han desenvuelto y convertido en mujeres qamiris, mujeres triunfadoras. Por otro lado, éste también tiene un lado oscuro y es el tema de violencia hacia ellas.
Es importante el empoderamiento político a través de un análisis profundo acerca del rol de las mujeres, como también de los varones; y no simplemente quedarse en la victimización. Y es que erradicar la violencia también significa afirmarnos como mujeres y analizar nuestro rol en la sociedad. No basta decir “nos matan, nos violentan”.
Pienso que es importante escribir e interpelar corrientes y teorías desde nuestro contexto. Si bien hay aportes interesantes desde las corrientes feministas, que son diversas, es importante poder trabajarlas desde nosotras mismas, desde nuestra vivencia, subjetividad e historia.
Porque las mujeres bolivianas, las mujeres aymaras, tenemos una historia que re-invindica nuestra participación política y nuestra afirmación. Las mujeres se han atrevido a ser parte de la política. Así como Gregoria Apaza muchas mujeres más han sido parte de lo que es hacer la historia. Es importante trabajar a estas mujeres y sacarlas a la luz.
Es importante situarnos y ubicarnos respecto de las categorías vigentes. Nuestro trabajo como investigadores no es solamente ver a la sociedad como un teatro, desde lo lejos. En la práctica nos mirarnos a nosotros mismos. Las categorías de hombre – mujer son importantes para poder generar conceptos e interpelar la ideología oficial que está reafirmando roles: mujeres sumisas desenvolviéndose en lo privado y el varón imponente se ocupa de lo púbico. Estos aspectos, que se han generado a través de la historia, a través opiniones, de expresiones simbólicas, mitos y cuentos, deben ser profundizados y resignificados para construir algo nuevo.
Se ha caracterizado a las mujeres como dóciles, calladitas y bonitas; y cuando nosotras interpelamos estas cuestiones nos ven como hombres con faldas y esa es la caracterización compartida del colectivo. Pero, por otro lado, las mujeres día a día no mantienen su rol en la casa, también son parte de lo público. Son mujeres pujantes que se desenvuelven cotidianamente y eso está claro, por ejemplo, en El Alto: muchas mujeres salen a vender, eso es un trabajo importante.
No son mujeres que se han victimizado diciendo “yo no puedo esto… sólo soy una ama de casa”. Son diferentes roles que asumen ellas, tanto dentro de la casa como fuera de ella y que a partir de ello, muchas de ellas, han logrado acumular y posicionarse económicamente.
Por otro lado, hay problemas en posicionarse políticamente. Hoy en día, por ejemplo, dentro de las organizaciones sociales, las mujeres se están abriendo paso y se están imponiendo a través de sus discursos, siendo parte de la estructura de sus sindicatos, de la estructura de un partido, postularse en una concejalía, y son muchas.
He conocido muchas mujeres en municipios a las cuales he acompañado en su lucha. Ha sido muy fuerte porque es un espacio sumamente machista, donde consideran a la mujer sin voz, incompletas, que no sabría de temas políticos o expresarse.
Constantemente vemos en las noticias que son violentadas, obligadas a renunciar a sus cargos, son golpeadas y vejadas sexualmente; pero aún siguen avanzando, aún siguen posicionándose. Estos problemas no han hecho que retrocedan o se alejen de la política. Estas mujeres se han posicionado históricamente.
Es importante eliminar estos imaginarios machistas que hacen parte de la construcción de un discurso hegemónico, de lo que significa ser femenina como débil, atractiva y todos los adjetivos que van usando para construir lo que es ser mujer. Es un discurso que nos han metido desde que somos niñas, desde que nacemos, desde que nos van dividiendo los juguetes, los colores, una construcción que se continua manteniendo.
Ser mujer no es una esencia, es una construcción que nos han incorporado tanto a hombres como a mujeres. Esto significa que no es algo fijo, sino que está en constante movimiento. El ser mujer y ser varón va variando en el tiempo y en el espacio, en el lugar donde nos vamos encontrando.
Sin duda el ser mujer en los distintos espacios y lugares tiene connotaciones de clase, pertenencia religiosa y étnica. Por ejemplo, es distinto ser mujer boliviana que ser mujer en Europa. Las construcciones de ser mujer vienen de filósofos por ejemplo para Kant, ser hombre es libertad, fuerza, autonomía, racionalidad y la mujer existe para darse al otro, como un ser incompleto, y no para formarse a sí misma. Esto se convierte en identidad.
Estos análisis lo han ido realizando diferentes corrientes feministas y considero que algunas son rescatables. Yo tomo bastante del feminismo cultural que plantea la necesidad de reforzar los lazos de amor con otras mujeres y pienso que esto es importante, por ejemplo, hay un chip que nos han metido: nosotras somos enemigas de otras mujeres; así, como cuando en un cabildo una mujer plantea una idea, lo que dice es refutado por otra mujer “no, está mal” cuando debería ser “puedo complementar a esa idea…”. Entonces no apoyas a tu par femenino.
Pienso que debemos trabajar el tema de no serrucharnos el piso entre nosotras y que entre nosotras haya una afinidad y solidaridad, significa replantear lo que es el concepto de feminidad y de reconstruirlo nuevamente, ver ahí las características positivas que se tiene y empezar a minimizar nuestras diferencias. El feminismo postestructuralista plantea que también debemos construir nuestra subjetividad, nuestra manera de ver el mundo y que es importante poder trabajar el concepto de ser mujer hoy en día.
El machismo también va acompañado de ideas de dualismo que considero es una herencia colonial porque este tema del dualismo hombre-mujer, chacha-warmi, que se ha manejado como un cliché y que muy inteligentemente las mujeres aymaras, la hemos manejado a nuestro favor a través del tema paridad y de la participación política. Empero, muchas mujeres que son parte de las centrales agrarias, que son las Bartolinas, consideran que el chacha-warmi es una falsedad total, que hay bastante machismo; pero ellas se han consolidado y se han mantenido bastante fuertes en su estructura orgánica.
La lógica es que el “hombre” está asociado a la calle y la “mujer” a la casa y que la mujer es la reina del hogar y la encarnación de los valores asociados a la intimidad, al afecto y la lealtad al grupo. Entonces, ahí la mujer es el opuesto complementario del varón y que la mujer pertenece a lo sagrado y el hombre a lo profano.
Este sistema dualista ha generado vulgaridades, por ejemplo, cuando se dice, que una es la media naranja del otro, que los dos se complementan y no plantean la idea de que tú como mujer eres un ser completo o de que eres un ser completo como varón. Esas complementariedades son bastante tramposas.
Es importante también analizar las obligaciones morales, por ejemplo se piensa que lo moral sólo puede descubrirse en la conducta de las mujeres. Eso se debe a que los varones reclaman su autoridad sobre sus espacios, sobre sus esposas, sus hijas y sus hermanas; y les exigen un comportamiento puro, “recto”.
En política también se concreta en el tema de la moralidad por ejemplo he oído en congresos y foros una creencia: que “las mujeres actúan de mejor forma”, que representan los intereses de los desposeídos y que son portadoras de lo bueno, incorruptibles.
De ahí el cuestionamiento:
“¿Por qué las mujeres son corruptas?
¿Por qué las mujeres en el Fondo Indígena son las que han profanado, han robado?
¿Por qué si a ellas se les consideraba como buenas, “ellas tendrían que haber cambiado la política”?
Esas cargas de moralidad hacia las mujeres son bastante machistas porque el hombre al igual que la mujer tiene las mismas responsabilidades, supuestamente en esta democracia de igualdad. Como les decía, las mujeres están asociadas a lo sagrado mientras que los hombres a lo profano.
Esto va poniendo a las mujeres en condiciones de inferioridad. Por ejemplo, el modelo tradicional de sujeto femenino está asociado al ámbito doméstico, a la maternidad. Su lugar en la sociedad pasa por una influencia sobre su poder en el hogar. Por tanto, el hombre es el que se proyecta hacia fuera tratando de demostrar su virilidad.
El tema de lo público y lo privado se va construyendo en relación con la idea de la mujer virgen, sacralizada, asociada a la imagen de la Virgen María como una intermediaria entre Dios y el hombre: Mujeres practican la caridad, son buenas, son sumisas. También nos van asociando con la Virgen en relación con lo que es la Pachamama, la deidad que simboliza la tierra, poseedora de todo lo bueno. No hay que olvidar que la pachamama no solamente es una parte femenina también es masculina; la Pachamama incorpora estas dos esencias.
Por otro lado, ven a las mujeres como peligrosas en el sentido sexual: “estas mujeres todo el rato están provocando”, la simbolización de atracción sexual y después una reproducción. Esos imaginarios construyen a la mujer en referencia a ser puta.
El tema de la prostituta, por ejemplo, cumple un rol social de saciar el deseo desordenado de los varones y darles cauces, al mismo tiempo impide que irrumpa en los espacios domésticos de la madre que ha sido virgen. Este tema de las prostitutas es una cuestión bastante machista, es tratada como un objeto que tiene controlar a la sociedad, mantener los roles fijos del varón como de la mujer.
Es importante trabajar las masculinidades a partir de una necesidad de potenciar nuestras relaciones humanas y reconocer las emociones. Por ejemplo, los varones no están afirmados en su sexualidad y su masculinidad porque para ser un verdadero varón necesitas ejercer violencia, acudir a centros de prostitución, para afirmarse y sentirse hombres (carencia de poder).
La pregunta es ¿cómo hacemos para cambiar estos males? No es solamente es acusar, señalar, está también la tarea de trabajar a partir de cada uno de nosotros y puede ser desde el dualismo, pero no desde ese dualismo separado de seres limitados e incompletos; sino totalmente completos.