Doña Micaela Bastidas Puyucahua

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Doña Micaela Bastidas Puyucahua, de iniqua casta

Doña Micaela Bastidas Puyucahua, nacida en Tambuco Abancay el 23 de junio de 1744 y ajusticiada el 18 de mayo de 1781 en Cusco, tuvo un papel en la rebelión de Tupac Amaru II más importante que haber sido simplemente esposa del caudillo. Micaela demostró ser una fina estratega, como lo demuestran sus requerimiento para que Tupac Amaru II atacará el Cusco, cosa que finalmente él no hizo.

Antonio Pérez / periodicopukara.com
Micaela Bastida fue ajusticiada el mismo día que su esposo. Este año se conmemora el 235º aniversario del asesinato legal de Tupac Amaru Inca II y de su familia. Más de uno pensará que 235 no es un número redondo por lo que esa efemérides debería pasar desapercibida, máxime cuando ¿quién era ese señor y quiénes eran sus familiares?

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Micaela Bastidas. Óleo de Teodoro Nuñez Ureta

Respondemos: todos los años -y ya pasan de dos mil- celebramos el nacimiento y la muerte de un pescador palestino cuando sabemos que no está demostrada ninguna de esas fechas y, más aún, cuando sabemos de sobra que no existió tal pescador —o, mejor dicho—, que existieron cientos de personajes que, en la distancia, nos parecen idénticos.

Otrosí, el segundo Tupac Amaru Inca (en adelante, TAI; el primer Tupac Amaru había sido ejecutado 210 años atrás) fue un Señor andino sobre el que todavía se discute si fue un líder indígena o un rico mestizo acriollado, un revolucionario étnico o un precursor de la Independencia; sin olvidar que puede haber sido todo eso simultáneamente.

Quien no tuvo ninguna duda fue la Justicia es un decir Colonial: TAI era un rebelde execrable que mereció el más horrendo de las ejecuciones, él y toda su familia “hasta el cuarto grado”.

Y, en efecto, las torturas que sufrieron los rebeldes y su asesinato colectivo en pleno Cuzco han pasado a la Historia como el mayor de los ejemplos el paradigma del sadismo de los Invasores. Ríanse ustedes de los tristemente famosos métodos investigativos de la Inquisición: comparados con el suplicio de los TAI, los “familiares del Santo Oficio” fueron unos frailes caritativos.

Por otra parte, la referencia a la Inquisición debe incluir un paralelismo entre los clérigos del Cuzco y los de España, pues ambos llevaron su hipocresía al extremo de que los torturadores de la metrópoli relajaban al brazo secular a los reos -presumiblemente, más muertos que vivos- para que el remate corriera a cuenta de los verdugos civiles y no de sus “manos limpias” mientras que los religiosos de la Colonia levantaron la excomunión a TAI et allí para que pudieran confesar sus pecados antes de subir al cadalso.

No vamos a detallar el espectáculo de Cuzco 1781 por tres razones: porque es suficientemente conocido, porque detestamos el uso político del espectáculo y porque no queremos caer en el tremendismo. Sin embargo, en la sentencia de muerte que redactaron los “juristas” coloniales hay un detalle que nos ha llamado la atención. Ello es la sarta de disyuntivas en las que estaba pensando el verdugo cuando escribió el siguiente párrafo de la infame condena:

Al rebelde principal, “se le cortará por el verdugo la lengua, y después amarrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas fuertes y de modo que cada una de estas se pueda atar o prender con facilidad a otras que prendan de las cinchas de cuatro caballos, para que puesto de este modo o de suerte que cada uno de éstos tire de su lado, mirando a otras cuatro esquinas o puntas de la plaza, marchen, partan o arranquen a una voz los caballos, de forma que quede dividido su cuerpo en otras tantas partes”. (José Antonio Areche, Visitador General. Acta de la Sentencia Real, Audiencia de Cusco, Legajo 33).

Analicemos este monumento a la más sádica de las minuciosidades jurídicas. En un párrafo de sólo 97 palabras, encontramos cinco disyuntivas: 1) Amarrado o atado; 2) Atar o prender; 3) De este modo o de suerte que; 4) Cuatro esquinas o puntas de la plaza; 5) Partan o arranquen.

Salta a la vista que las cinco son meramente retóricas puesto que el malvado Visitador Areche utiliza sinónimos, una licencia literaria que no debería tener cabida en un texto legal. Entonces, ¿por qué el escribano se las permitió? ¿Para lucir su estilo de redactor en castellano en unos Andes soliviantados que se expresaban en lengua indígena?

Quizá, pero más bien creemos que lo hizo para que, a la hora de cumplir con la tarea encomendada, los sayones encargados de las ejecuciones no pudieran excusarse en su hipotético deficiente dominio de la lengua castellana.

El Visitador se aseguró de que no hubiera subterfugios lingüísticos a la hora de dar tormento. Y, de paso, nos dejó constancia de que se deleitaba imaginando sobre el papel la suerte que reservaba a sus prisioneros por lo cual pasamos a preguntarnos: ¿Planeó los tormentos según los escribía?, ¿hubieran sido otros, quizá más benignos por expeditos, si no se hubiera solazado en la pluma?

Por descontado que planeó unos asesinatos que cumplieran un papel ejemplarizante pero quizá se preguntó: ¿Qué debo inventar para que, en este siglo dominado por el teatro, mi auto de fe sea recordado y simultáneamente, sirva de modelo para las futuras generaciones? ¿Debo recurrir a la hoguera con leña -seca o verde- o debo olvidarla por demasiado sabida?

Fuera o fuere lo que cogitó el Visitador, hay que reconocerle que se inventó un espectáculo más sobrecogedor que la rutinaria quema de relapsos y alzados. Sin duda, en materia de asesinatos legales, hay que ser especialmente sádico para aspirar a la originalidad pero esteserial killer togado lo consiguió. Aviso a los lectores: Areche, el peor de los sicarios encopetados tuvo pretensiones literarias; recuérdenlo al abrir una novela.

Micaela Bastidas Puyucahua
Si TAI es un nombre muy recordado, no siempre su fama se ha extendido a su esposa Micaela. Una injusticia histórica más que aquí tratamos de mitigar. La esposa de TAI era zamba -de padre afroamericano en algún grado y de madre indígena- y su papel en la rebelión tupacamarista no se limitó al de “mujer de”. Al contrario, fue tan importante o más que TAI. Asimismo, otras mujeres rebeldes tuvieron un notable desempeño en la guerra; entre ellas y por citar sólo a una, la injustamente cuasi desconocida (Tomasa) Titu Condemayta, cacica de Acos e íntima amiga de Micaela.

La mayoría de los historiadores coinciden en que el mayor dislate de aquella rebelión fue no atacar al Cuzco inmediatamente. Sin embargo, a pesar de las insistencias estratégicas de Micaela, su querido Chepe así llamaba a su marido, TAI avanzó hacia el Sur dejando para luego el asedio a la capital. Craso error porque, cuando finalmente hicieron caso a la fina estratega que demostró ser la zamba Micaela, la ciudad se había fortificado lo suficiente como para repeler al ejército rebelde.

Antes de ser parcialmente agarrotada, cortada su lengua y ultimada a patadas, Micaela fue obligada a presenciar el suplicio de su familia, menos el de TAI cuyo despojo estaba lógicamente destinado a constituir la apoteosis final. Del destino de los trozos de la Gran Señora, mejor no mencionarlo.

En la opinión de los escribanos reales, cumplióse así el final de “esta iniqua casta, de que acordará el Reino, y su seducida torpe, y osada Nación por algunos siglos”. En lo cual acertaron porque ya van más de dos centurias y, en efeto (sic), todavía nos acordamos.

Fernando Tupac Amaru Bastidas
La terrorífica historia de Micaela y de TAI no termina en el Cosqo sino en España que es a donde va a dar con sus huesos Fernando, el benjamín de la pareja. Fernando era un niño de trece o de diez años cuando fue obligado a presenciar el asesinato de sus padres y de varios familiares más. Dícese que, al comenzar el descuartizamiento de TAI, Fernandito lanzó un grito desgarrador que, según algunos exégetas, andando pocos años se transformó en el Primer Grito de Independencia latinoamericana.

Para que los indios en particular y los insurrectos e independentistas en general comprobaran que la Justicia del Invasor era implacable, Fernando fue embarcado con orden de prisión en África en el navío San Pedro de Alcántara. Pero resultó que este barco naufragó (02.febrero.1785) ante los acantilados de Peniche, en Portugal. Fernando se salvó de milagro pero uno de los personajes más interesantes de esta rebelión, el francés A.A. Berney, se ahogó.

El San Pedro cargaba un enorme tesoro por lo que su hundimiento fue en su época algo así como el del Titanic siglos después. Numerosos artistas lo plasmaron en multitud de obras plásticas y literarias. Véanse, por ejemplo, la escena que Goya pintó en una hojalata.

Después de su salvamento, Fernando Tupac Amaru Bastidas fue encerrado durante tres años en un castillo gaditano. Luego, se le dejó en libertad vigilada y pasó a estudiar en las Escuelas Pías de Getafe (Madrid) mientras otros restos de su familia colateral y remota que también habían sido condenados, fueron dispersados por media España. De Getafe, el último de los Tupac Amaru directos, fue trasladado al Colegio del Avapiés que por entonces era una filial de San Isidro el Real donde quien suscribe hizo el Bachillerato.

Finalizados sus estudios, Fernando pretendió acceder a algún empleo como administrativo del Ayuntamiento de Madrid pero sus constantes solicitudes siempre fueron rechazadas de manera que falleció en 1798, insolvente y paupérrimo, en la flor de la vida y sólo 17 años después del siniestro espectáculo de la plaza de Cuzco.

Se conoce un informe médico datado siete meses antes de su muerte según el cual, Fernando padecía una “melancolía hypocondríaca… y no habiendo podido tomar por suma indigencia las medisinas que eran conducentes a su enfermedad, se halla en el día tan agravado que solamente los aires y las aguas minerales de Salzedón pueden ser el único remedio para su alivio”. Vale añadir que Fernando no llegó nunca a Sacedón sino que murió en Madrid de miseria real es decir, causada por la malignidad del rey.

Item final, la historia de la familia TAI ni siquiera termina en España sino, según autores como Antonio Vergara Collazos (Los Tupac Amaru en Europa 1780-1980, Barcelona 1981), en Polonia y en Hungría.

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