- Una traición que avergüenza
Los Andes
La ciudadanía ha podido comprobar una vez más, con estupor recurrente, la inmoralidad política que campea impávida en el Congreso de la República. Los tantos hechos censurables que han caracterizado el proceso de elección de Mesa Directiva para el periodo anual de sesiones 2007-2008, han develado una vez más la descarnada realidad de corrupción en la administración del poder político que el pueblo ha concedido por cinco años a los mal llamados “padres de la Patria”.
Entre los hechos más importantes de ese proceso, se tiene la consolidación ya patente de la alianza APRA-fujimorismo que hace un año parecía imposible. Ocurre que mientras en el congreso los parlamentarios apristas vienen trabajando de consuno con sus colegas adictos al “chino”, el Ejecutivo aprista hipócritamente se rasga las vestiduras frente a la resolución de un juez chileno que rechaza la extradición de Alberto Fujimori Fujimori. En el pacto felón y arcano, debe estar el acuerdo de no poner mayor empeño de traerlo aquí para que responda por sus crímenes.
En esa institución, señalada por la opinión pública como la más corrupta del Estado peruano, los nacionalistas, que buscaban aparecer como los más “puros” del sistema político, resultan dando sus votos a un caracterizado representante de la derecha política y económica del Perú, aunque, claro, no habrían aceptado postular a cargos directivos en la lista de “cachorro” Bedoya que vanamente intentó reemplazar con un matiz de la misma catadura a la dirigencia congresal aprista.
Por lo demás, ciertos parlamentarios pertenecientes a pequeños grupos se alinearon en una u otra de las dos listas competidoras, buscando con desparpajo cargos o ventajas personales. Así está la política parlamentaria en nuestro sufrido país.
En esa maloliente atmósfera no se requiere mucho esfuerzo para resaltar un hecho que llamó la atención del público peruano y que ha llenado de vergüenza e indignación a los puneños: La traición de Aldo Estrada Choque a su partido y a su grupo parlamentario. Llevado, al parecer, por un apetito desesperado por ocupar altos cargos, con tal de aparecer ahora como primer vicepresidente del Congreso, con un raro afán de ser tristemente célebre, este congresista pactó sin pudor alguno con los apristas, contra la decisión mayoritaria de sus colegas de bancada. Pronto lo veremos pues, argumentando con denuedo a favor de las leyes represivas que buscan acallar las protestas populares, al lado de los más connotados apristas en el parlamento.
Téngase en cuenta que Estrada no habría sido elegido jamás si no hubiera participado en las pasadas elecciones generales integrando la lista de los nacionalistas. Aprovechó que el Partido de Ollanta Humala confrontaba serias dificultades en la legalidad de su representación frente a los organismos electorales, por lo que tuvo que auparse bajo las siglas de la UPP. Y es aquí cuando Estrada habría condicionado con comodidad su incorporación en lugar privilegiado de la plancha de Humala por Puno. Y, claro, así, tenía que ser elegido de todas formas, dada la abrumadora mayoría humalista-antiaprista en Puno. Por tanto fueron votos quechuas y sobre todo aimaras, los que llevaron a Aldo Estrada a la representación nacional.
Por eso, la traición no solo es a su partido y a su bancada, sino básicamente a sus electores, los miles de campesinos que apoyaron la opción humalista; y eso es lo que indigna y avergüenza doblemente.
Hoy apareció muy orondo al lado de la gran cabeza del nuevo presidente del Congreso, riéndose seguramente en su interior, de los indios y los cholos que lo llevaron allí, estafados electoralmente una vez más por un “misti” sin consecuencia con las masas a las que se debía. Pobre Puno.