- Benedicto el Inquisidor
- En días pasados se ha conocido gracias a Frei Betto la censura impuesta por el Papa Benedicto 16 sobre el sacerdote salvadoreño Juan Sobrino, a quien condena porque “en sus obras teológicas no da suficiente énfasis a la conciencia divina del Jesús histórico”. Por lo tanto, la jerarquía de carcamanes instalados en Roma le prohíbe “dar clases de teología, y todos sus escritos futuros deberán ser sometidos a previa censura vaticana”. ¿Estamos en pleno 2007 y nos someten a semejante desvergüenza?
Si yo fuera católico practicante, esto bastaría para renunciar a la iglesia católica, aunque no a la fe católica, porque los que realmente mantienen la fe católica no son los pomposos Papas con sus báculos y sus desfiles de moda, sino los curas de base, los que trabajan con el pueblo, los que tienen cercanía con los problemas de este mundo, mientras la jerarquía sigue soñando con el otro mundo: el de los cielos. Son los curas que trabajan en proyectos sociales, los que investigan las causas del hambre, los que se ensucian las manos ayudando a las comunidades, los que defienden los derechos humanos a riesgo de su propia vida, son ellos los que merecen mi respeto.
Luis Espinal fue torturado y asesinado por paramilitares en Bolivia por decir la verdad en el semanario Aquí y en sus programas de radio. Monseñor Romero fue asesinado en El Salvador por paramilitares afines a la burguesía que quería acallar su voz, al igual que otros seis jesuitas de la universidad. Camilo Torres combatió hasta el último minuto contra la injusticia que reina en Colombia. Ernesto y Fernando Cardenal, en Nicaragua, apoyaron el proceso revolucionario sandinista como ministros de Cultura y Educación, respectivamente, y fueron por ello castigados y maltratados por la jerarquía. El jesuita Ricardo Falla denunció el genocidio de los militares guatemaltecos en su libro “Masacres de la Selva”. El Movimiento de los Sin Tierra en Brasil ha tenido como aliados a extraordinarios curas y obispos, como Pedro Casaldáliga. En Santa Fe (Argentina) conocí a un extraordinario cura, el padre Atilio Rosso, que es el alma del movimiento de Los Sin Techo. Y hay pensadores como Frei Betto, Leonardo Boff o Juan Sobrino que desafían todos los días al vaticano con su pensamiento de un cristianismo actual y renovado junto al pueblo.
Centenares de otros curas han participado y participan en movimiento sociales, y manifiestan su posición en contra de los regímenes autoritarios y de la violencia. Muchos de ellos no son tan conocidos como los mencionados más arriba, porque su labor en favor de los más pobres es silenciosa, pero no menos eficaz.
Sobre la condena a Juan Sobrino no voy a abundar aquí, pues basta con el excelente artículo de Frei Betto que circula por Internet en estos días. Su título es: “Sombras de la Inquisición”, y puede ser leído en muchos sitios, entre ellos este: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=26752
Lo que me llama la atención es la indiferencia de los demás curas, la mayoría esconde la cabeza como un avestruz. Sabemos que muchos curas y obispos están en contra de las arbitrariedades del Vaticano, pero al no manifestarlo, se hacen cómplices. Seguramente su excusa es: “No sirve para nada, hasta que se muera este Papa”. Pero eso no es consuelo, pues luego viene otro y hace las mismas o peores cosas, pues la censura acaba convirtiéndose en norma. No olvidemos que Juan Pablo II se encargó de diezmar a los obispos progresistas de América Latina. La paradoja es que ahora Juan Pablo II aparece como un “gran” Papa, comparado a Benedicto el Inquisidor.
¿Que posición adoptan los otros, los del estilo avestruz? Muchos se instalan cómodamente en ese limbo en el que viven sus vidas, despreocupados por la iglesia los protege, les da casa y comida, y lo necesario para sobrevivir dignamente. Son asalariados y en muchos casos interpretan esa dependencia económica de la iglesia como un voluntario voto de silencio. Pero en el fondo eso no encierra sino cobardía y una contradicción flagrante con lo que predican.
Junto al artículo de Frei Betto, llega a mi casillero un boletín electrónico de la iglesia de Cochabamba (Bolivia), modernamente llamado el “mensajero digital”, cuyo contenido pone en evidencia las enormes discrepancias que existen en el interior de la iglesia católica, y lo poco «moderno» que es el pensamiento de algunos curas. Por un lado está la jerarquía y los curas tipo avestruz (o los abiertamente conservadores y reaccionarios) y por otro los curas comprometidos con los cambios sociales.
En ese boletín escriben sobre el “milagro de la novedad de Cristo”, “de todo el amor loco de un Dios que se hace nuestro”, “el banquete de la eucaristía”, etc. Cada frase me suena vieja, pomposa y fuera de contexto. ¿Quién puede tomar en serio semejante cháchara? ¿En qué siglo viven los que eso escriben? Nos consuelan informando que “el Papa Benedicto 16 reza por Bolivia”…. Qué alivio, ¿estamos salvados? Como tema “social” del boletín nos hablan de “la moral de los jóvenes”…. Bueno, hablar de moral cuando se acepta la Inquisición, no parece ni moral ni ético.
No nos hubiéramos enterado del castigo a Juan Sobrino si no era por el artículo de Frei Betto. No esperábamos que boletines como este “mensajero digital” (uno entre miles) recojan el artículo de Frei Betto, pero podían publicar la noticia del castigo impuesto a Sobrino, para que al menos se sepa. ¿O acaso no es una decisión que el Vaticano defiende? Pero claro, ya sabemos que una de las maneras que tiene la censura para operar, es que se esconde. La censura y los censores tienen vergüenza de si mismos, ocultan la antorcha con la que queman los libros, las tijeras con las que recortan los artículos. No dan la cara públicamente. No hay especie más despreciable que los censores, y si son de la iglesia, están al mismo nivel que los de las dictaduras militares, no veo la diferencia.