Chile: Lo que se roba se devuelve

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    Señor Moreno, lo que se roba se devuelve

Javier Claure C. – Poeta / lapatriaenlinea.com
Señor: Alfredo Moreno Ex Ministro de Relaciones Exteriores de Chile

De mi mayor consideración:
Lo que se roba se devuelve. Foto: lapatriaenlinea.comMe dirijo a usted porque sencillamente no puedo callarme. Desde hace mucho tiempo que lo he seguido por la prensa y la televisión. Debo confesarle que he sido como su sombra, no tanto porque deseaba ponerle una zancadilla.

Al contrario señor Moreno, lo he seguido, con gran asombro, porque usted durante el Gobierno de Piñera; demostró tener grandes confusiones en el momento de analizar; la mal llamada Guerra del Pacífico. Pero antes de continuar quiero aclararle que esta misiva, no está orientada a las personas chilenas que tienen un razonamiento íntegro; en cuanto al enclaustramiento boliviano.

En una entrevista al diario Pulso usted ha dicho: «Chile no está dispuesto a regalar una parte de su territorio a Bolivia». Enunciado que desvirtúa la historia y la realidad. En el siglo XIX, bastaba tener un ejército bien armado para usurpar territorios. Así lo hicieron los europeos en África y en muchas otras partes del mundo.

Chile, con Diego Portales a la cabeza, también gozó de esa política rapiña y, por consiguiente, arrebató ricos territorios, en materias primas, a Perú y a Bolivia.

El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, cuando se refiere a este hecho en su famoso libro, «Las venas abiertas de América Latina», escribe: «… Cuando el gobierno de Bolivia pretendió aplicar un impuesto a las salitreras que operaban en su suelo, los batallones del ejército de Chile invadieron la provincia para no abandonarla jamás».

Fíjese bien, señor Moreno, Galeano utiliza el verbo «invadir». Según el diccionario de la Real Academia Española, invadir significa: 1) Entrar por fuerza a un lugar. 2) Entrar injustamente en funciones ajenas.

Es así que las tropas chilenas, violando todas las normas internacionales y sin ninguna previa declaratoria de guerra, asaltaron, con tres barcos de guerra, el Puerto boliviano de Antofagasta, el 14 de febrero de 1879. El Presidente Aníbal Pinto había dado la orden para que se lleve a cabo el atraco.

La población indefensa de Antofagasta quedó sorprendida. Y los soldados chilenos, al mando del coronel Emilio Sotomayor, cometieron violaciones, crímenes, saqueos, actos de vandalismo y otros atropellos.

Bolivia fue sorprendida con esa desleal invasión, en pleno Carnaval, cuando el pueblo boliviano estaba en festejos. La noticia de la invasión chilena a Antofagasta llegó a los oídos del Presidente, Hilarión Daza, el 25 de febrero, un día martes de ch’alla de Carnaval. Daza estaba festejando con amigos y, entre tragos, música y serpentinas, recibió ese funesto informe. Inmediatamente llamó a sus ministros para convocarles a una reunión en el Palacio de Gobierno, en donde se aprobaron tres decretos.

El periódico «El Comercio», de la Paz del viernes 28 de febrero de 1879, publicó un comunicado de Hilarión Daza: «Considerando: Que los puertos de Antofagasta, Mejillones y el mineral de Caracoles, han sido ocupados por fuerzas expedicionarias de la República de Chile; que este acto de agresión injusta y pérfida obliga a la Nación a tomar las armas para defender la integridad de su territorio, su soberanía e independencia atacadas por un vecino desleal y ambicioso; que el estado de guerra, a que ha sido impelida la República, hace necesario conferir al Gobierno la acción eficaz y extraordinaria, que la Constitución Política del Estado le concede…».

Finalmente, Bolivia declaró la guerra a Chile, el 1 de marzo del mismo año. Los primeros combates entre las tropas chilenas y bolivianas se dieron el 23 de marzo, en lo que se conoce como La Batalla de Calama. Luego vino el truculento Tratado de Paz y Amistad de 1904, impuesto por Chile y su ejército. Y con el tiempo y los hechos, trajo una paz condicionada por un ejército enajenado, y casi nunca se dio una amistad normal entre Bolivia y Chile.

Más de un siglo que Bolivia ha ido reclamando a Chile, en forma bilateral; pero también en foros internacionales, su derecho de acceder a un corredor, con soberanía, hacia las costas del Océano Pacífico. Estos reclamos se intensificaron desde el año 1910.

Diferentes gobiernos bolivianos, con un profundo espíritu de fraternidad, han trazado muchas estrategias para lograr el deseo más anhelado del alma boliviana. Y la diplomacia chilena, siempre, ha respondido con artimañas engañosas que no condujeron a nada. Este fracaso llevó, al Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia, a presentar una demanda contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Es cierto que muchos presidentes criollos bolivianos fueron pro chilenos, y postergaron la demanda marítima. De ahí que Chile se acostumbró a ver a una Bolivia dócil. Tuvieron que pasar muchas décadas para que el nombre de Bolivia resalte en el mapa mundial.

Nos encontramos muy lejos del año 1879. Hoy en día ya no existen Melgarejos. La geopolítica y las materias primas de Bolivia, país exportador de energía, hacen que las relaciones con los países vecinos cambien. Estas son las normas civilizadas de hermandad y cooperación, del siglo XXI, entre dos naciones que nacieron de un mismo parto.

En este contexto, todo reclamo marítimo por parte de Bolivia es visto con malos ojos. La derecha chilena, la más rancia de América Latina, interpreta como si fuese un acto subversivo contra el Estado chileno. Por eso que muchas veces el ejército mapocho, directa o indirectamente, ha amenazado con utilizar la fuerza bruta. Y una democracia tutelada por un ejército, es una democracia coja.

Ustedes se jactan de ser vencedores con derecho a usurpación. Y, como efecto de ello, se han inflado hasta más no poder. Además, aseguran que Bolivia firmó ese siniestro tratado de 1904 «voluntariamente». Ojo lea bien, ¡voluntariamente! No existe un solo país en el mundo que firme «voluntariamente» un tratado, en el cual se estipule que regala 400 km lineales de costa y 120 000 km² de superficie rica en guano, salitre y plata.

Posteriormente se descubrieron cobre (Chuquicamata), zinc y otros minerales en esa superficie. Imagínese usted si Venezuela firma «voluntariamente» un tratado con Estados Unidos, en el cual se deduzca que regala pozos petrolíferos al país del Norte.

Figúrese si Rusia firma «voluntariamente» un tratado, en donde se compromete a regalar gas y petróleo a los países europeos. No hay nada de eso señor Moreno. No hay que ser ingenuo. Los atropellos y los abusos cometidos a los pueblos quedan marcados en las mentes de las personas, y se van transmitiendo de generación en generación.

No podemos olvidar el genocidio contra el pueblo armenio, aunque Turquía lo siga negando. No podemos olvidar las atrocidades cometidas en la Segunda Guerra Mundial. Ni tampoco podemos olvidar los territorios usurpados a Palestina por el Estado de Israel. Podrán pasar 100 ó 200 años, y las naciones seguirán luchando por sus derechos.

Bolivia nunca ha pedido que se le «regale» territorios chilenos. Lo que se roba, se devuelve señor Moreno. En todos los sistemas jurídicos del mundo, el robo y el delito es penado por ley. Para un buen entendedor, lo que Bolivia pide: es que se le devuelva una parte de su territorio usurpado.

El Presidente de Palestina, Mahmud Abbas, ha dicho en una conferencia: «sin Jerusalén Este como capital del futuro Estado palestino, no habrá paz entre nosotros e Israel».

Y mientras exista el Estado Plurinacional de Bolivia sin una franja soberana hacia el Océano Pacífico, no habrá una plena integración en el Cono Sur de América. Ni tampoco habrá paz diplomática entre Bolivia y la República de Chile.

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