Anata Andina

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    Anata, fiesta ceremonia de las flores, frutos y juventud

Fernando Huanacuni Mamani / Comunidad Sariri
En los meses de febrero y marzo en el mundo andino tenemos la cosecha abundante, la misma que recogemos realizando ceremonias de agradecimiento a la Madre Tierra.

Anata andina. Foto: katari.orgEs esta forma de interacción familiar con la vida que nos da la oportunidad de celebrar la fiesta ceremonia del Anata.

Anata es la fiesta de la alegría, la fiesta del fruto, la fiesta de la juventud, la fiesta de haber cumplido un rol de complementación con la Madre Tierra. Los frutos, las flores y la juventud están en su plenitud, y de esa plenitud nos alegramos; al ritmo de las tarqas, pinkillus y musiñus, que son instrumentos propios de esta época, bailamos y hacemos bailar también a esos frutos, a esas flores y a todos los jóvenes que forman parte de la comunidad.

En este tiempo también nos acompaña la lluvia (Jallu Tata), a quien seguimos llamando con el sonido de las tarqas para que siga haciendo reverdecer los campos y continúen dándonos las flores su colorido, su alegría y su belleza.

Anata es un término aymara que se traduce como juego, regocijo; ese sentimiento de alegría, de agradecimiento, esa satisfacción por haber cumplido con aquello que nos complementa a la comunidad de vida y a la expresión del ser en plenitud. En el campo hay regocijo y alegría cuando se ha cumplido con algo, pues sabemos que si hemos sembrado, vamos a cosechar.

Por eso, Anata es una fiesta ceremonia en la que nos alegramos y bailamos para agradecer a la vida todo lo que nos provee, a Pachamama (Madre Tierra), Pachakama (Padre Cosmos), achachilanaka (abuelos), awichanaka (abuelas), al Kuntur Mamani Tapa (espíritu de la casa) que nos cobija, agradecemos también al lugar de trabajo que nos provee el sustento, a los animales que nos acompañan y a todas las fuerzas a través de una ofrenda (waxt’a, luqta) preparada con flores, frutos, plantas aromáticas, copal, incienso y otros elementos.

También realizamos la ch’alla, que es una ceremonia de respeto y de agradecimiento por medio de la cual vertimos ya sea la chicha, la kusa o el vino a la Pachamama antes de beber nosotros, si es en la casa, a las cuatro esquinas o bien en el campo a los cuatro puntos cardinales (este, norte, oeste y sur). Así la ch’alla y la waxt’a no pueden faltar en el anata, sea en el jisk’a anata o en el jach’a anata ambas anteceden toda celebración.

Anata andina. Foto: katari.orgEn el Jisk´a Anata todos los miembros de la familia se reúnen para adornar la casa, con frutos, con flores, semillas, confite y con todos ellos agradecer a las cuatro esquinas.

Luego de la ch’alla y la waxt’a, entre nosotros también nos adornamos y con la lucma nos damos pequeños golpes en la espalda para sacarnos las penas. Luego compartimos el apthapi y nos bailamos.

En el Jach’a Anata se reúne ya toda la comunidad, para ch’allar tal vez el puente, una sede, la cancha y todo espacio que la comunidad tiene en común. De igual forma nos bailamos y alegramos entre todos después.

La fiesta ceremonia de Anata nos permite reconectarnos con la vitalidad, la plenitud y con esa conciencia que nos recuerda agradecer y que es importante no dejar de sembrar, no solamente para que no nos falte alimento, sino porque así como hemos comido de muchos frutos que no sembramos, debemos pensar en los que vienen y dejarles no sólo frutos, también esperanza.

Por todo ello necesitamos reconstituir nuestras propias celebraciones, que tienen siempre un propósito y más allá de la sola diversión, buscan mantener y renovar la vida.

Es importante restablecer nuestra identidad, nuestras prácticas, nuestra cultura que es la cultura de la vida, la cultura del respeto y que siempre va a cuidar de la familia y de la comunidad.

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