- Crisis en el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu
Alfredo Rada / Rebelión
Hace más de una década que cuando la intelectualidad “progresista” habla de los pueblos indígenas tiende a reverenciar a sus representantes.
Es cierto que en nuestra historia contemporánea encontramos líderes aymaras y quechuas consecuentes con su ideología revolucionaria, anticolonialista y antiimperialista, uno de ellos es el fundador de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) Genaro Flores Santos, hoy bastante enfermo y anciano; otra fue la valiente mujer minera Domitila Chungara, sólo por dar dos nombres.
Siempre he cuestionado la idealización de lo indígena en que caen algunos intelectuales, igual que en los años 70 otros intelectuales encumbraban a los obreros sólo por ser tales, exagerando sus virtudes y pasando por alto sus defectos.
A esa izquierda obrerista de aquellos años le sucedió en este nuevo siglo otra izquierda indigenista; mientras la primera hablaba del proletariado como “vanguardia revolucionaria” de la sociedad, la segunda teorizaba sobre los originarios como “reserva moral” de la humanidad. Soy crítico de las dos.
También en los 70 comenzaron a surgir, como una novedad política, los kataristas organizados en varios partidos políticos: el Movimiento Revolucionario Túpac Katari de Liberación (MRTKL), el Movimiento Indio Túpac Katari (Mitka) o el Partido Indio de Bolivia.
Cada uno tenía a sus propios líderes: Raimundo Tambo, Genaro Flores, Constantino Lima, Luciano Tapia. Sabían defender sus ideas, cuyo fundamento ideológico se basaba en el filósofo Fausto Reynaga, que escribió textos esenciales como la Tesis India.
Sin embargo, cuando sucedió el golpe de Luis García Meza en 1980, entre los que aparecieron apoyando la dictadura estuvo Eufronio Vélez, dirigente de una de las facciones indianistas. Fue una llamada de atención de que en ese incipiente movimiento originario también había oportunistas y traidores.
Un caso más relevante
En los años 90, cuando muchos revolucionarios se convirtieron al neoliberalismo, fue la de Víctor Hugo Cárdenas una de las peores traiciones. Prefirió ser segundo bajo las órdenes de un oligarca —Gonzalo Sánchez de Lozada— antes que dirigir ese poderoso movimiento político de los pueblos indígenas que estaba naciendo. Pudo más la ambición que la conciencia.
Ya en nuestros días se sabe de indígenas que hacen pactos con los enemigos históricos de las naciones originarias.
Rafael Quispe, asesor del Consejo de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), fue el operador que impulsó desde hace seis meses un acuerdo político entre la dirigencia de esa organización encabezada por Félix Becerra con el Partido Verde, que proclamó al neoliberal Jorge Quiroga Ramírez como candidato a la presidencia.
Este turbio alineamiento precipitó una reacción de varios suyus (organizaciones territoriales de carácter regional) en La Paz, Oruro y Potosí, que hace dos semanas realizaron un congreso en el que desconocieron a esa dirigencia y eligieron nuevas autoridades encabezadas por el jiliri apu mallku (autoridad mayor) Hilarión Mamani, de Potosí.