Tres resplandores en una tarde oscura La oscuridad de mi cuarto de trabajo tiene cuatro fuentes de luz, una es la eléctrica y las otras tres son libros de poesía de tres poetas bolivianos que viven en Suecia. La primera lucecilla en esta tarde invernal ilumina la persecución de la ausencia a ritmo de reloj de horas inciertas. Javier Claure, te confieso haberte robado el primer verso de uno de tus poemas, pero mi hurto tiene un propósito. Me confieso ladrón de sueños que luego los cambio en el mercado de las realidades y los transformo en crónica literaria. Nadie quiere sucumbir ante el olvido aunque él haya sido un humilde poeta sin destino, “mendigo del recóndito claroscuro que acaba en la palabra su sentido”; es la otra lucecita que parpadea desde la esquina oculta de mi cuarto, es la voz de Jorge Laserna Vargas, arrancada de las páginas de Sus lágrimas de sangre. Dicen los tres que se sienten cómodos con la poesía, aunque uno de ellos tiene publicado un libro de crónicas o relatos de gente que deambula en busca del destino. Quizá José Romero sea el autor de la rabia hecha poesía. “Bestia que te quiero bestia” le dice al tren mexicano que tiene “un lomo diseñado con espejuelos que reflejan desencantos, donde posan sus cuerpos los pueblos latinoamericanos”. Javier Claure (Foto arriba) Fue uno de los organizadores del Encuentro de Narradores y Poetas Bolivianos en Europa (1991) y autor de Preámbulos y ausencia (2004), Con el fuego en la palabra (2006), Extraño oficio (2010) y Réquiem por un mundo desfallecido (2014). Cómo buen orureño le canta al Tío de la mina: “… eres el supremo en las galerías … acuñas fortunas en tu refugio … y los caudales se abren con tus guiños / son mil las lámparas de carburo que iluminan la vulva preñada de la roca”. Javier, no oculta su otra sombra, la muerte de su madre que se vuelve poesía (Las 12 del día) y su otra luz que es el amor a Alicia Martha, su hija. Pero, también le sale espuma por la “Palestina crucificada”. Jorge Laserna (Foto a la izquerda) De los tres es el único que niega “el exilio” como fuente de inspiración. Jorge es el poeta del gemido y del dolor, “es un hombre desgraciado que oculta profundas penas en el corazón” de acuerdo a la definición de poeta, escrita por Kierkegaard. La muerte de su hijo Andreas es la espoleta que provocó el estallido de versos ocultos en su pena. “Soy los rastros / de aquel hombre, / que se muere / entre las noches / de un pasado prófugo / y un futuro sin llegar”. Jorge ha publicado Siguiendo huellas (2005) y Nostalgias y Lágrimas de sangre (2014). Es y ha sido un trotamundos, vivió en la ex Yugoslavia, en Grecia y otros países europeos. Actualmente, radica en Suecia. José Romero (Foto a la derecha) José es el poeta militante: “Migrante, Bestia del destino / montado en él surcas / en pos del Dorado / atrás tus recuerdos / sepultados en un fosa… quedan … / en espera tuya”. No sólo es poeta, es el más comprometido promotor del Carnaval boliviano (¿orureño?) de Hammarkullen, un suburbio de Gotemburgo donde cada año se realiza un carnaval de inmigrantes que tuvo sus inicios en los 70, y fue iniciativa de exiliados bolivianos. Poesía de un día (2001). Siglo XX (2005), Break (2008), Pensamientos (2010). Los caminos de la vida (Editorial Abraproductions 2013). Éste último es su libro con relatos testimoniales que se ha convertido en un documento de la vida de los bolivianos que llegaban a Gotemburgo a comprar camiones de la empresa Volvo. Y, de los otros bolivianos o “latinos” que hacían de guías, traductores, locatarios y sabe-lo-todo. Puede que estos tres poetas sigan escribiendo, así lo espero, pero debo declarar que sus versos e historias alumbraron mi tarde sueca que es igual a una noche boliviana. Las lecturas de estos tres poetas van desde Ricardo Jaimes Freyre, Pedro Shimose, Yolanda Bedregal, Héctor Borda hasta los suecos Gunnar Ekelof, Bruno Öiier y el Nobel Tomas Tranströmer. Fue un caminar en la oscuridad y sentir en la punta de los dedos las pulsaciones poéticas de Javier, Jorge y José, que evitaron que me dé narices con el futuro. |