Alegra a los latinoamericanos entenderse en francés, alemán, inglés, ruso. Compiten por el preciosismo intolerante del asimilado. Su lengua domesticada satiriza cualquier error en "dicción". Su esfuerzo pertinaz por imitar el acento extranjero y matar el propio no llega a la perfección sino al ridículo. (Ej.: ex presidente de Bolivia que tenia que utilizar el diccionario español para demostrar que solo podía hablar inglés)
La servidumbre se gradúa. Peruanos, bolivianos, ecuatorianos suelen decir orgullosos que se sienten más brasileros o argentinos. Estos, también con orgullo, dicen sentirse más franceses, ingleses, alemanes o norteamericanos. Difícil distinguir en los Andes turistas de Buenos Aires o Rió de Janeiro de los gringos.
El hogar criollo revela renuncia voluntaria a Los Andes. Sus adornos son caras, paisajes, animales inexistentes en el país, inviernos de pinos nórdicos nevados y santa claus rosados, cuando diciembre es pleno verano andino. Representan lo heroico con un sombrero de ranger o un cazador blanco en safari africano, lo santo con una monja, la sabiduría con lentes. La deficiencia en la vista les certifica conocimiento. Lo armónico con música antigua europea. Contrariando a los mismos médicos industriales prefieren coca cola a un jugo de frutas, pan Bimbo, blanco e insustancial como algodón, a la tortilla o pan de maíz cargados de proteínas, minerales y sabor.
Las criollas suponen la raza española bella, pero no se animan a caminar sin llenarse de afeites, pinturas, cremas, sombras, coloretes, pelucas, colores de cejas, de labios, depilados, pestañas postizas, etc. Para saber si están en enfermas consultan al médico, al siquiatra le preguntan si están enamoradas. La tiranía de la moda llena su vacío cultural. Moda nacida del apremio de una sociedad opulenta a miles de kilómetros.
Sus mitos y fábulas son elocuentes. Ocultan el "misterio" del nacimiento a sus niños contándoles que llegaron en paquete de París, o colgados del pico de una cigüeña, animal desconocido en los Andes. Es decir emocionalmente nacen extranjeros. Cuando crecen les enseñan su país con libros escritos por europeos. Después de breves semanas en Europa o Estados Unidos al regreso suelen quejarse de problemas con su lengua. Dicen "pensar" ya en francés o inglés. Procuran hablar español con acento europeo o sueltan en la conversación palabras extranjeras como deslices.
Copian el andar cauteloso del turista y arrugando la nariz rezongan: "qué sucio esta todo esto", "por qué no construyen baños", "aquí la gente no sabe como caminar". Olvidan que sus familias gobiernan. El criollo procura ignorar su país y conocer el colonizador. La realidad andina no le interesa.
MARXISMO EN LOS ANDES
El marxismo andino no nace de meditar problemas andinos. Viene de lejos, viajando dentro del intercambio colonialista. La metrópoli se lleva nuestros minerales y nos manda mercaderías, religiones, armas, modas, músicas, ideologías. Es último aliento del empuje invasor.
Cruza el Atlántico en primera clase como inmigrante rico. Lo portan jóvenes terratenientes. Regresan después de haber estudiado en universidades europeas. Como plantita delicada necesita invernadero para sobrevivir a los 4.000 metros de altura, entre nieves eternas e indios herméticos.
Se refugia en salones alfombrados donde los quechuaymaras no podemos entrar. Sube a Los Andes a hacerse ver, no a ver, a enseñar, no a crecer aprendiendo de la realidad. No se alimenta con las ideas andinas. Necesita de un cordón umbilical de miles y miles de kilómetros.
Este lo nutre con folletos, congresos, documentos y hasta cismas. Se inicia dentro del marxista andino la separación perpetua: yo y el pueblo. El yo refugiado dentro del nuevo dogma europeo contra toda influencia del ambiente andino. Al llegar a Los Andes el marxismo encuentra los humanos divididos en dos grupos: Uno diminuto de criollos y españoles, dueños de indios, haciendas, minas, escuelas, ejércitos, universidades, gobiernos. Otro gigantesco, los pueblos quechuaymaras esclavizados.
El trabajador libre, con oficio, no tiene lugar entre amos y peones. La barrera racial no permite clase media. En vez de ella encuentra flotando un mestizaje efímero. Esforzándose por desnudarse de lo indio para integrarse a la minoría. Sin cultura, parásito del mundo indio o del blanco.
Frente a las dos sociedades el marxismo elige la minoría opresora. Se convierte rápidamente en la teoría revolucionaria de la juventud del feudalismo español contemporáneo en los Andes. La ideología del proletariado se levanta sin proletariado, industrias, salarios ni sindicatos. Y aparece en las tierras indias un antiyanquismo totalmente español, con la virulencia y celos del conquistador menor desplazado.
Las familias "decentes" aprenden marxismo con el fervor que les despierta todo lo llegado de Europa. Lo feudal izan como antes al cristianismo y a la revolución francesa. Ahora la rancia y alambicada retórica hispana reflorece hablando marxismo, usándolo para rellenar su vacío ideológico.
La juventud marxista luce revolucionaria, hasta radical si sus métodos son violentos. En realidad es juventud conservadora. Como todos los políticos criollos adora a Europa. Su cerebro está guiado por la tradición colonial, por el odio heredado al indio. Continúa, respeta y propaga la dominación europea en Los Andes. Ideas extranjeras le describen su propia realidad local. Captar y crear así es imposible. Por ello sin darse cuenta obedece servilmente las reglas de hierro de la minoría racial.
El marxismo rápidamente ocupa universidades y colegios. Nada más comprensible. De la universidad andina no brota independencia. Desde su fundación está de espaldas a Los Andes y entregada de rodillas a Europa. Nunca fue "universitas", universal. Fue y es sombra, distante y desfigurada, de la cultura exclusivamente del Mediterráneo. No produce cultura, ni propia ni ajena. Porque cultura es síntesis de la sabiduría de un pueblo. Apenas es pedazo trunco de otra síntesis.
La universidad andina ignora los cambios del ambiente andino. Tan sólo reacciona a cambios europeos con años de retraso. Ni una universidad defiende al pueblo indio de la agresión cultural extranjera. Por el contrario, es su arma primera para deformar el espíritu nacional. Allí los jóvenes aprenden a olvidar que pertenecen a Los Andes .
Toda revolución nace de y pertenece a una cultura. Sin embargo los revolucionarios andinos cuando estudian la realidad andina son excomulgados. El dogma marxista los acusa de desviación "nacionalista", "folclorista", "indigenista". El dogma anima solamente el estudio de la cultura occidental. Ignora la penosa y diaria resistencia de los pueblos indios contra la aculturación extranjera.
El internacionalismo marxista no se forma con aportes de todos los continentes. Ni de varios. Es pura experiencia europea. Prolonga el camino occidental, ancheado y expandido al extremo de poder disfrazarse de internacional y universal para acelerar su invasión.
La lectura de manuales marxistas no expulsa la colonización del pensar, vestir, comer, hablar, trabajar, soñar o imaginar. El colonizado al leer marxismo, u otra teoría revolucionaria extranjera, no se libera, se entrega. No rompe su prejuicio antindio crecido durante cinco siglos. Disfraza su domesticación colonial de revolucionaria. Adquiere una visión europea, el decir ajena, infiel, de la realidad andina y de su dependencia.
REAL OPRESIÓN DE RAZA, TEÓRICA OPRESIÓN DE CLASE
La lucha de clases nació, tuvo que nacer, en la misma cuna de la propiedad privada, dinero, individuo, esclavitud, mercancía, capital, imperialismo. Todas creaciones europeas. El remedio tiene la nacionalidad de la enfermedad. Es su hijo.
La lucha de clases no podía nacer en Los Andes donde amos eran y son de raza blanca y explotado eran y son quechuaymaras. No generan lucha de clases naciones sin industria. Donde el origen del "capital", dinero, no es acumulación de trabajo artesanal en los burgos sino despojo de Comunidades quechuaymaras. Donde nadie sabe qué realmente es clase porque los ricos son españoles o criollos y los pobres son indios.
La historia de Los Andes y de América India no es relación, de lucha de clases. De ser así la mayor porte de nuestra vida, los milenios del Tawantinsuyu sin clases, opresión, guerras, armas, ejércitos, no serían historia. La lucha de clases tampoco puede historiar nuestros últimos 500 años de invasión, colonia y república. Ni descubrí nuestro presente. Se nos oprimió y se nos oprime por ser quechuaymaras, no por ser obreros. Siglos antes de nacer el primer obrero ya comenzó nuestra explotación.
La historia real de los últimos cinco siglos en Los Andes relata la opresión de nuestra raza, cultura, nación, describe nuestro dolor, resistencia y reseña la defensa quechuaymara contra la invasión. Guerra directa y clara unas veces, indirecta e irreconocible otras. Encajar la opresión y lucha quechuaymara en la teoría de la opresión y lucha de clases sólo es posible encogiendo y desfigurando los hechos andinos para hacerlos caber en las definiciones de la teoría europea.
Ni aymaras ni quechuas somos clase social. Existimos milenios antes que lo inventara ese concepto palabra. Hoy no sufrimos opresión clasista, sufrimos opresión nacional. Aunque importante, la explotación económica de clase es parte de nuestra tragedia múltiple. La teoría de clases no describe nuestro dolor ni articula nuestra exigencia de justicia.
La pirámide racial desmiente la teoría de clases. Cada nivel explota al inferior dentro de escuelas, mercados, religiones, clases, partidos. El quechuaymara recibe el odio directo, diario, de los inmediatamente superiores en la escalera. Desocupados, artesanos, pequeños comerciantes, obreros, y mestizos, quienes de acuerdo al marxismo debían ser sus aliados, se ocupan de sumirlo cada día a la base, de oponerse a cualquier ascenso. Temen que el indio les dispute sus empleos bajos.
En América, Asia o África no hay una sola sociedad clasista no racista, donde no se pague por el color y no por el trabajo. Incluso en Europa cuna misma de la teoría de clases. Donde llegó Europa esclavizó las razas locales. Fecundó élites para prolongar la colonización. De la invasión militar pasó a la económica y política. Ahora pretende imponer su política de liberación.
La lucha de clases es teoría. Nadie habló de ella en Los Andes antes de llegar los libros traducidos. Hoy sigue en los libros, no en la vida. No explica por qué fuimos despojados de nuestras tierras, por qué el colono se hace colonizador y luego colonialista, por qué no hay colonizador pobre ni por qué el odio al quechuaymara es más intenso en blancos pobres. Ignora la distribución racial de culpa y sus implicaciones económicas.
Los blancos ricos son familia continental. Las élites nacionales están emparentadas por matrimonio. Se encuentran en jets, hoteles de lujo, conferencias internacionales, cristianas, profesionales, políticos, fiestas diplomáticas. Dentro hay fascistas, comunistas, cristianos, anarquistas, demócratas, apolíticos, etc. Todos ellos se benefician, lo quieran o no, lo reconozcan o no, lo sepan o no, de la opresión al indio.
En Los Andes sólo pueden haber dos clases de socialismos: El que nos enseña quienes somos y el que nos enseña quienes debemos ser. Uno descubre nuestra verdad, el otro repite verdades ajenas. Uno brota de nuestra historia milenaria, el otro brota de libros traducidos. Uno nos hace crecer comenzando de nuestras raíces, el otro nos impide crecer cercenándolas. Uno confía en el pueblo como es, quechuaymara, natural y cósmico, el otro confía en la máquina, artificial y occidental. En fin, el socialismo nuestro y el ajeno, el que libera y el que coloniza.