Alimentación y medicina en los andesFernando Huanacuni Mamani / Comunidad Sariri Un buen alimento no está determinado ni por la cantidad ni por la calidad, sino por todo lo que está detrás de él; es decir, del cariño, cuidado y/o intención con que fue preparado, el cariño o intención que le pusieron las personas que participaron de la preparación de esa comida. Es por eso que muchas veces no resulta igual comer en casa que fuera de ella, y más aún algo preparado por un ser querido, que siempre lo hará con prolijidad y, sobre todo, con cariño. De la misma forma que algo hecho con cariño nos satisface y alimenta más, algo preparado con desgano o, peor aún, con enojo o tristeza, puede hacernos mucho daño. Así que es muy importante relacionarnos con la energía de cada alimento, deteniéndonos un momento antes de comer para agradecer a las fuerzas que coadyuvaron a entregarnos esa comida, y si desconocemos quién o cómo la prepararon, poder modificarla agradeciendo por ella y pidiendo a las fuerzas y a los abuelos y abuelas que esos alimentos sean equilibrio y armonía en nuestros cuerpos. Nuestros ancestros siempre recomendaron que hay que saber comer, suma manq’aña decimos en aymara, y que no se trata sólo de buen sabor, como se piensa en occidente. Al alejarse de la naturaleza el ser humano occidental también se ha alejado de los alimentos naturales y no sabe que nuestra comida es alimento y es también medicina, pues la sabiduría de la Madre Tierra nos ha provisto de todo lo que necesitamos, no sólo para estar bien alimentados, sino incluso para poder curarnos si enfermamos. Estos varían según el lugar en el que vivimos y según las condiciones en que vivimos. Por ejemplo, el chuño es un buen regulador estomacal y sólo se produce en lugares altos, y es precisamente en lugares altos en los que la digestión es más lenta y hasta dificultosa. Nuestros ancestros conocían las propiedades de cada alimento, que no sólo nos ayudan a estar físicamente equilibrados, también nos ayudan en el carácter. Así también podemos citar a la papa, que en aymara se dice ch’uqi, pero ch’uqi también significa sano, de corazón armonioso; por lo tanto no sólo comemos papa para alimentar nuestro cuerpo, también para sanar nuestro espíritu, en especial nuestro corazón. Pero no sólo el alimento físico es importante, también el alimento emocional; un abrazo, una mirada, la calidez de una mano, un halago, el compartir un momento con alguien, la seguridad de la familia, el decir “mamá” o “papá”. Es un gran alimento expresar lo que uno siente, sin temor, sin esperar nada. Muchas veces no podemos liberar lo que llevamos por dentro y eso nos deteriora. Es tan importante el alimento emocional que incluso determina el estado de salud o la estabilidad de las personas. Cuando se cuenta con este tipo de alimento, uno se siente tan bien que a veces ni siente hambre, en cambio muchas personas a las que les falta afecto tienden a comer demasiado, como queriendo llenar ese vacío con comida. Definitivamente la actitud y las relaciones son factores determinantes de la salud. Sin embargo, los pensamientos también, y cuando decimos: “si comes esto o aquello te vas a enfermar”, realmente eso va a ocurrir, pues la mente es muy poderosa y puede coadyuvar incluso a modificar la materia. Hay que trabajar mucho en la mente. Es en la mente donde está la libertad para salir de esta estructura lógica en la que estamos. No sólo el que nos pongamos poncho o hablemos en aymara nos va a reconstituir, nos vamos a reconstituir cuando reconstituyamos nuestros propios alimentos, nuestras propias semillas y nos hagamos nuevamente cargo de nuestra alimentación, desde el cultivo hasta la preparación de nuestros alimentos. Pero sobre todo cuando volvamos a nuestra sabiduría, a nuestra espiritualidad; cuando recuperemos el respeto por todo lo que existe. Desde el simple hecho de ser puntuales, de querer dialogar, de recuperar expresiones de equilibrio, de armonía. Cuando todo lo que hagamos lo hagamos con cariño, con respeto y de verdad con la intención de que necesitamos complementarnos entre todos. Cuando trabajemos en nuestras relaciones, en nuestra familia y ante todo en nosotros mismos; cuando despertemos en quienes somos. Retornar a nuestra identidad, es el primer alimento y la primera medicina que requerimos para curarnos, para comenzar a vivir bien, suma qamaña.
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