Espiritualidad y descolonizaciónFernando Huanacuni Mamani / Comunidad Sariri Sin embargo, consideramos importante realizar algunas precisiones que nos permitirían darle mucha más fuerza a este proceso de cambio. En este sentido, cuando revisamos la historia y reflexionamos acerca de cómo llegó la Colonia a estas tierras y cómo pudo sostenerse durante tanto tiempo, nos damos cuenta de que el invasor supo desbaratar precisamente aquello que constituye el corazón, el soporte de nuestra cultura; nuestra espiritualidad. Se dice que la Colonia llegó con la espada y con la cruz; la espada representa la fuerza, la violencia con la que nos despojaron de todo lo que era nuestro. Y la cruz fue sin duda la imposición de una religión que se superpuso a todas nuestras prácticas y creencias calificándolas de herejes y paganas. Se superpusieron también nuestros lugares sagrados (wacas) y se calificó de brujos (laikas) a nuestros abuelos y abuelas junto a todo un proceso de persecución que casi extermina por completo nuestra sabiduría. La república tampoco nos liberó de esa persecución, pues la religión del invasor se convirtió en la religión oficial; el racismo, la exclusión y la discriminación, se habían fortalecido porque se habían unido a las leyes y a todo el aparato estatal. Así que desde el hecho de tener que portar un certificado de bautizo (católico) para obtener una cédula de identidad, hasta el hecho de tener que aprobar también la materia de religión para pasar de curso en los colegios, la estructura social ha ido moldeando la mente y el espíritu de muchas generaciones. Hoy con la nueva Ley de Educación, la materia de religión ha pasado a ser la materia de ‘religiones, ética y moral’ y el nuevo currículo exige que ahora se enseñe no sólo la religión católica, sino también otras religiones. Sin embargo, consideramos que no sólo se trata de conocer muchas religiones, pues al final todas se ajustan a un patrón, que es el cristianismo y la existencia de un dios varón, sino que también es importante que los niños y jóvenes aprendan otras formas de espiritualidad, como el budismo, el taoísmo, el hinduismo y otras espiritualidades ancestrales, pero sobre todo nuestra propia espiritualidad ancestral, aquella que está profundamente ligada a nuestra cultura. El problema es que aunque pudiera implementarse la enseñanza de estas últimas, quienes están a cargo aún de esa materia en los colegios son profesores de religión católica, que aunque pudieran capacitarse en otras formas de espiritualidad no tienen la vivencia y aún creen que no es importante reconstituir nuestra cultura. Para nosotros los pueblos indígena originarios, la cultura viene de la mano de la espiritualidad, por lo tanto mientras no reconstituyamos nuestra espiritualidad, no vamos a reconstituir nuestra cultura. Sin embargo, no luchamos por la fe o por la espiritualidad y tampoco pretendemos que todos se conviertan a la espiritualidad indígena originaria. Lo que sí creemos es que existen muchos mecanismos que las religiones han utilizado para someter a los pueblos y para apartarlos de su identidad y por lo tanto de su fuerza. El éxito de una religión no está en ser mayoría, sino en cómo vive y se relaciona esa sociedad; si en esa sociedad existe igualdad, respeto y dignidad. Descolonizarnos entonces va a depender de que tengamos los principios y los valores que nos permitan volver a respetarnos entre todos sin el afán de homogeneizar ni imponer nada. Va a depender de volver a contar la historia sin descalificar a nadie y menos a nuestros ancestros. La cultura indígena originaria emerge no de una convención humana sino de una conciencia de vida. Si queremos reconstruir el Estado queremos volver a vivir en equilibrio y armonía, entonces tenemos que retomar esa conciencia, de que todo vive y todo es importante; que el ser humano no es el rey de la creación, que todo está integrado y es parte de nosotros, por lo tanto no existe el otro, somos nosotros y que nosotros no podremos estar bien algún día si tan sólo uno de los seres que formamos parte de ese tejido no está bien. Y finalmente que no nacimos en pecado ni necesitamos sufrir en esta vida para ganar el cielo; como afirma la nación Dené de Canadá, no somos simples seres humanos tratando de parecernos a ese Dios lejano. Somos seres divinos simplemente en una experiencia humana. |