Max Murillo Mendoza La manipulación de los hechos por parte de este periodista e ‘historiador’ sigue siendo el filón colonial más importante. Estos sectores de clase media, que han fracasado en la conducción del Estado republicano, intentan a como dé lugar sobrevivir y ser actuales en las presentes circunstancias, donde ellos ya no son la clave de los movimientos ideológicos y políticos. Y ese fracaso ha sido contundente precisamente en el gobierno de Carlos Mesa. Las clases medias bolivianas, o clases a medias como les decía Zavaleta, lamentablemente no tienen identidad con este país. Tienen vergüenza de encontrarse en territorios aymaras, quechuas y guaraníes. Sus imaginarios son europeos o norteamericanos, pero no indígenas. Hacen folklore de lo indígena pero no identidad. Sus barrios, sus sistemas educativos privados, sobre todo eclesiales, alimentan estos imaginarios externos. Alimentan el desencuentro con la Bolivia profunda. Y sus intelectuales, como Mesa, intentan utilizar la palabra mestizaje para diferenciarse de los indígenas, para seguir siendo no indígenas, para seguir en historias no indígenas. Para seguir en sus imaginarios europeos o norteamericanos. En el último censo, hasta oligarcas blancos como Costas o Dabdoub en Santa Cruz se identificaron como mestizos. Se sienten ‘discriminados’ por el ‘totalitarismo’ indígena de este gobierno, pero es otra vez absolutamente racista, quizás inconsciente y ciertamente alimentados ideológicamente por fracasados. En Bolivia no hubo mestizaje En Bolivia, la vergüenza y el odio hacia lo indígena es cotidiano. Lo indígena es identificado como atrasado, subdesarrollado, no civilizado, ignorante e inculto. Es decir no occidental. Epítetos muy cotidianos en las visiones de las clases medias, alimentadas cotidianamente por los sistemas educativos e ideológica y políticamente por los medios de incomunicación masivos y coloniales. En Canadá, Australia y algunos países más, las clases medias altas y burguesías pidieron perdón a sus poblaciones indígenas por todas las tragedias ocasionadas en las corrientes coloniales y de conquistas. De esos actos y hechos iniciaron un diálogo cultural y democrático. En Bolivia no veo una actitud positiva de estos sectores, sino de defensa y de miedo de perder sus privilegios injustamente ganados, y de afrenta a las realidades indígenas: sobre sus miserias y su abandono y genocidio. Sería interesante que intelectuales como Mesa más bien impulsen encuentros civilizatorios y culturales, sin buscar rencores y revanchas coyunturales. Pues el papel de las clases medias es importante. Su situación económica es estratégica porque recrean con contundencia lo profesional, lo económico y también lo político. En Bolivia, a pesar de sus profundas contradicciones y debilidades, nuestras clases medias son claves e importantes. Pero tienen que encontrar un lugar cultural, su lugar, sin seguir siendo furgones de cola de las oligarquías y colonias extranjeras. Sin seguir imitando burdamente lo externo y extranjero. Sin perder lo suyo y sus identidades. Tienen que alimentar a nuestras culturas en todas las regiones y naciones. Si sólo siguen alimentando el rostro occidental, y su mentalidad, a la larga tienen la partida perdida, ya que seguirán siendo desagregados e islas en sus barrios y plazas de ciudad. Porque la recuperación territorial, ideológica, política y civilizatoria de nuestras culturas es inevitable e imparable. Por lo que las clases medias ahora sí necesitan realmente hacerse mestizos, y dialogar con nuestras culturas. Las clases medias bolivianas necesitan encontrar un lugar histórico, cultural y territorial. Su desarraigo e imitación a lo puramente occidental las alejan de nuestras realidades, necesitamos verdaderos diálogos culturales, no defensas de mentiras y manipulaciones históricas. |