Raúl Wiener. Analista / laprimeraperu.pe Un día antes, para cumplir con el mandato constitucional de entregar su mensaje anual a la nación, el presidente Humala dio clara muestra de que estuvo más interesado en llenar las tribunas del Congreso y las cuadras del jirón Junín hasta Palacio de personas con encargo de vitorearlo, aun en las partes más intrascendentes de una exposición casi totalmente intrascendente. El documento que contenía un supuesto balance de gestión y sus proyecciones, no cumplía ninguno de los dos objetivos y apenas era útil para que la Confiep pudiera decir que le había gustado la pieza porque traía tranquilidad al no ofrecer nada nuevo. Las barras que insistían en el estribillo “Ollanta dignidad”, eran en cambio una consciente respuesta al grito de las calles de todo el mes de julio y que resonaba todavía a esas horas en la plaza San Martín y que decía: “Ollanta es un traidor”. Pero si la lectura que se desprende de los actos del 28, era la de un Presidente al que no le hacen mella las protestas en desarrollo, lo que se ha transmitido este 29 tampoco parece ingenuo. Es como decir que si a Ollanta lo quieren arrinconar con marchitas, él puede responder con una marchota de todo su poderío bélico. El presidente militar se está tratando de poner el uniforme ante una situación que se desmejora. Y claramente se ha querido que ese despliegue se produzca frente a una muchedumbre popular que en su mayoría debe haber ignorado el discurso presidencial y las opiniones de sus críticos. En medio de la irritación social contra los políticos, las repartijas y la corrupción, Ollanta tiene el recurso de presentarse más como comandante del Ejército, que como miembro de la élite que nos gobierna. Tal vez esté forzando en algo el análisis político, pero prefiero la suspicacia en este caso, antes que la ingenuidad. No digo que Ollanta tenga a los militares en el bolsillo, sino que está tratando de reconstruir puentes para la etapa que comienza. Nótese algo más: estamos muy cerca del fallo de La Haya, pero el armamento mostrado no revelaba una potencia suficiente como para indicar un cierto equilibrio con nuestro vecino. Por tanto esta no era la intención de la interminable parada del 29. Tampoco que de ahí seguía la recuperación del VRAEM. Tal como lo vi, lo que querían decirnos era que el Presidente estaba de lo más bien con sus generales y almirantes, y que el pueblo-pueblo los aplaudía. Si esto no es una respuesta a las movilizaciones, ¿de qué se trata? |