Fernando Huanacuni Mamani / Comunidad Sariri Cuando Elizardo Pérez lo menciona en su libro Warisata, la escuela ayllu, nos dice: “Al referirme a este hombre lo hago con una emoción contenida… Al recordar a este preclaro varón de la estirpe aymara, intentaré al menos señalarlo como un ejemplo de las más altas virtudes humanas. En otro medio, o en otra época, Avelino Siñani hubiera sido honrado por la sociedad”, le habrían dedicado canciones, poemas, hubieran escrito libros sobre él, pero la historia oficial republicana lo olvidó e intentó borrar sus huellas para detener el ímpetu del movimiento originario. Pero su memoria está guardada en el dorado altiplano, honrado por las montañas majestuosas de los Andes, su mensaje ha sido grabado en el viento y hoy recorre en un llamado a las nuevas generaciones. Elizardo describe también que Avelino tenía “el alma tan pura como la de un niño y tan esforzada como la de un gigante… Se proponía nada menos que la liberación del indio por medio de la cultura, pero su cultura no residía en los ámbitos de occidente, era la cultura de los viejos amawt’as, de los sabios indígenas de antaño”. Junto a Elizardo Pérez, Bernardo Cosme, Mariano Ramos, Gregorio Huanaco, Gabriel Pari y muchos hermanos valerosos de nuestra historia, se cuenta que al momento de convocar o otros ayllus para construir Warisata, mientras todos lograban convencer a uno o ninguno, el tata Avelino Siñani regresaba con 20, con 40 personas, a quienes motivaba y despertaba para unirse a ese sueño, un sueño imposible para muchos. Recordemos las condiciones que vivían nuestros ancestros en 1931 tanto en Bolivia como en otros países; una reunión de indios con cualquier propósito en ese entonces implicaba persecución y muerte. Por eso la labor que cumplió el Tata Avelino Siñani fue determinante. Él tenía una frase que guardamos en el altiplano como un principio de vida. Decía que “el mejor momento para brillar es cuando está más oscuro”, es decir que en las condiciones más adversas emerge la fuerza incontenible de la vida. Y así Tata Avelino Siñani inspiraba a muchos, a quienes después comprometía preguntando: “¿Están dispuestos a caminar juntos?” Y todos respondían jisa que en aymara significa sí, una respuesta contundente que no admite retroceso ni excusas. Así como cuando en aymara decimos janiwa, que significa no, y es no. Cuenta también Elizardo Pérez sobre Tata Avelino que se levantaba muy temprano en la mañana, y en la noche, mientras todos ya estaban cansados, estaba aún con fuerza, contando historias y cantando en aymara alrededor del Abuelo Fuego. No sabía a qué hora despertaba ni a qué hora se dormía. Alguna vez se propuso despertar antes, pero cuando se levantaba, Avelino ya estaba de pie haciendo algo en la comunidad. Siempre estaba sonriendo, siempre animado, siempre alegre. Cuenta que una vez, mientras estaban cargando piedras desde el río, Elizardo Pérez, que iba detrás de Avelino, vio que alguien que iba delante se cayó; Avelino, dejando su piedra, corrió a ayudarle, era un pequeño golpe el de esa persona, pero al ver los pies de Avelino estaban sangrando. Él nunca se quejaba, más bien corría a ayudar a quien lo necesitaba. Ese era Avelino, jamás demostraba cansancio o desánimo. La única vez que lo vieron triste fue al recibir la noticia de la clausura de Warisata. Era un día de enero de 1941, cuando Tata Avelino Siñani les habló por última vez: “Ya mañana el Gobierno nos va a cerrar, piensan que estamos organizando alguna insurrección. Lo que ellos no saben es que Warisata ahora son ustedes. Vayan a sus comunidades, enseñen todo lo que han aprendido, lleven todas las semillas que hemos recuperado, la forma de hacer chuño, la forma de hacer tunta, enseñen a sus hijos, a sus nietos, el lenguaje de las piedras de colores, que también guardan mensajes de muchos lugares, no debemos olvidar que nuestra liberación está en nuestra identidad…”. Tan ligada estuvo su obra a su vida, que al día siguiente que cierran Warisata, Tata Avelino Siñani parte de este mundo. Pero él sigue inspirándonos desde otras pachas, nos sigue convocando, con ese grito que estremece el altiplano y recorre incluso en un llamado a todos los pueblos ancestrales del continente: ¡sarantaskakiñani! (¡sigamos caminando!). Y nosotros le respondemos como responderán nuestros hijos, nuestros nietos: ¡jisaaa! Sellando un compromiso ineludible con nuestra cultura, con nuestros ancestros. Tata Avelino Siñani decía: “Si voy a enseñar, quiero enseñar bien, debemos dejar el brillo de los ancestros en lo que vamos a enseñar. Así aseguramos el futuro, aseguramos nuestra cultura, aseguramos nuestra identidad”. Y así fue, hoy Warisata es la luz que resurge en este tiempo del Pachakuti. |