¡Un gigante que se adelanta! Pero deja huellaCarlos Yuli / La Columna Esta semana murió, a los 95 años de edad, Nelson Mandela, un verdadero héroe de esta generación que no sólo luchó contra el racismo, sino por la democracia y la justicia social, valores que servirán a las nuevas generaciones para que se pueda seguir paso a paso como se va desmontando el espíritu cobarde, hipócrita, criminal y ateo de una civilización colonial que aún subsiste y persiste en el sometimiento de los pueblos. Los ¡¡¡hipócritas de mierda!!! que forman parte del colonialismo y el horror, aquellos que apañados por otros de la misma calaña ofenden a la integridad humana, se rasgaban las vestiduras para hacer públicas condolencias más falsas que los orígenes del Tío Tom o de la honestidad de Rajoy, por poner dos de los cientos de ejemplos hediondos que subsisten como referencias de una sociedad corrupta e insensible. Ahora resulta que el buen negro Mandela ya no es el TERRORISTA DE LOS 60, aquel que fundó el partido de liberación, aquel que postuló la destrucción de los servicios que eran patrimonio de uso de una casta bucólica, y que el imperio mediático que siempre fue dañino y parcializado se ocupó de diseminar la imagen de este hombre al cual hoy alaban, destruyéndolo sin piedad, hasta que fue condenado a cadena perpetua. Es el muerto de ayer el ponderado por esta hipocresía social y mediática, repugnante que empieza en el mismísimo Reino Unido, donde el atrevimiento es capaz de todo, hasta de asesinar a una princesa, que lo coloca como intelectual brillante y revolucionario visionario. Mandela establece con compañeros revolucionarios y estudiantes de Derecho en 1944, a los 26 años de edad, el Congreso Nacional Africano (CNA), movimiento que predicaba un socialismo al estilo africano, que acentuaba el antirracismo y el antiimperialismo. Desde su inicio, esa fuerza se distinguió por incluir entre sus animadores no sólo a negros, sino también a blancos ilustres en las ciencias y las artes. En 1952 fue elegido presidente del CNA, y activó campañas por la libertad y la igualdad racial. La lucha de masas enfureció al régimen, que encarceló a ocho mil militantes, entre ellos Mandela, quien esa vez estuvo preso tres años. En 1955 reapareció enarbolando una Carta de la Libertad con la exigencia de crear un Estado multirracial, igualitario y democrático. Mandela era seguidor de la doctrina de resistencia no violenta de Gandhi, hasta que la dureza de la dictadura lo convenció de que había llegado la hora de la lucha armada. Encabezó entonces, armas en mano, un movimiento guerrillero que se distinguió por especializarse en actos de sabotaje, evitando al máximo el derramamiento de sangre. En esa etapa volvió a ser encarcelado. En un juicio payasesco e injusto fue condenado a cadena perpetua. En 1985, cuando su figura trascendió las fronteras y el régimen del vecino Rodesia tomaba fuerza la minoría blanca abusiva y asesina intento de opacar el creciente prestigio nacional y mundial de Mandela. El gobierno le ofreció la libertad, a condición de que su organización renunciara a la lucha armada y él aceptara vivir en un pueblo del apartheid, lo cual es una de esas facetas de la hipocresía que hasta hoy no describe el monstruoso método usado por los blancos ingleses de ancestro prostibulario, de cómo fue estructurado, usado y explotado a favor de las transnacionales que descubrieron en la geografía del sur del África riquezas inmensas, con una mano de obra esclavizada y gratuita. La aristocracia inmunda de una corte palaciega que atiene a una familia prostituida y de obscuros pasados que reina la Inglaterra de hoy no dice esta boca es mía cuando se habla del sistema de ghetto en que aislaban a los negros, separándolos de las familias al destete del párvulo. Por supuesto que un líder de extracción nacionalista y con amplia cultura popular como Mandela, rechazó la oferta a través de un comunicado difundido por su hija Zindzi, que simplemente decía “¿Qué libertad se me ofrece, mientras sigue prohibida la organización del pueblo? Sólo los hombres libres pueden negociar. Un preso no puede entrar en los contratos”, y siguió preso. Permaneció así 27 años tras las rejas con otros dirigentes de la causa realizando trabajos forzados en una isla que es el status comparable de estos regímenes, que creen que refundiendo a los hombres en islotes repugnantes estos podrán redimir las causas, en este caso en canteras de cal Al final, un gobierno con una población blanca del 20%, de una población total de más de 40 millones se vio entre la espada y la pared cuando el país vecino expulsó y tomó las mismas actitudes asesinas que ellos habían exportado para apartar a los negros de sus familias y de sus tribus. Ante esa actitud enfermiza y cobarde propia del hombre blanco que tiene genéticamente la pasión de la traición y el facilismo, no le quedó otra cosa que liberarlo. Luego de retomar su cargo como líder del Consejo Nacional Africano y de diseñar una estrategia, planteó al pueblo una sola tesis, la de tomar el gobierno legítimamente y sin muertos, pese a que los horrores de los blancos cometidos por decenas de años lo merecía. Fue así que cuatro años después sería elegido como el primer presidente negro de Sudáfrica, y allí nuevamente la hipocresía de los asesinos y promotores del saqueo al rico país de Sudáfrica, una descomunal muestra de apoyo de los unos y los otros en la toma de posesión, donde las ratas del mundo se camuflaron para demostrar su conducta burdelesca. |