La lucha de Bartolina Sisa y Túpac Katari trazó un camino al pueblo para una liberación política, cultural y económica. La memoria de Bartolina es una luz para todos los pueblos. Fernando Huanacuni Mamani Desnuda, atada a la cola de un caballo, el cabello rapado, los senos mutilados, cortada la lengua, es arrastrada por la Plaza Mayor (hoy conocida como plaza Murillo), mientras hombres y mujeres la apedrean, le escupen y se burlan de su dolor. Gota a gota su sangre se derrama mientras la piel se desgarra, aún así ella se mantiene erguida y firme cuando es levantada y llevada a patadas hasta la horca. No satisfechos los cristianos, aún después de muerta descuartizan su cuerpo para exhibirlo en los lugares por los que comandó a los ejércitos indígena originarios. Bartolina Sisa Vargas, hija de Josefa Vargas y José Sisa, nació en el ayllu de Ocuire, cantón Caracato, provincia Loayza, en Qullasuyu. En las dos confesiones de Bartolina, se dice que se la ve como de más de veinte años. El padre Borda le supone de unos 26 años en el momento de su muerte. Si unimos la declaración de Bartolina, que afirma que nació un 24 de agosto, y la declaración del padre Borda, podemos concluir que nació el 24 de agosto de 1756. En nuestra cosmovisión se es ‘gente’ (jaqi en aymara y runa en quechua) sólo cuando se vive en pareja, por lo que el Consejo de abuelos y abuelas, de yatiris y amawt’as encomendó y dio el ajayu Katari Amaru, “la estrategia de la serpiente que resplandece”, a Tomás Katari y Kurusa Llawi, que tomaron la Real Audiencia de Charcas; Túpaj Amaru y Micaela Bastidas, que tomaron Cusco; Andrés Túpaj Amaru y Gregoria Apaza, que tomaron Sorata; y Tupaj Katari y Bartolina Sisa, que tomaron Puno y La Paz. Por declaraciones de Bartolina, después de su arresto, se sabe que para articular esta estrategia se prepararon durante 10 años. Como mujer de campo aprendió de su madre desde muy pequeña a hilar caito y a tejer y como hábil hiladora y tejedora, ha hilado las páginas de nuestra historia y tejido nuestros sueños de libertad. Los que la mataron, los que la sentenciaron, creyeron que con esas acciones borrarían por completo su memoria, su vida, pensaron que con la crueldad con que la mataron pondrían en escarmiento a todos los que veníamos detrás. Han pasado 230 años y debemos decirles desde aquí, sus hijos y sus nietos, primero que no la mataron, pues su memoria hoy pervive en este territorio sagrado; y, segundo, que tampoco hicieron retroceder la rebelión, más aún hoy estamos más fortalecidos con su memoria. Más bien los que la mataron sí han muerto en el olvido de su craso error histórico. Cuando levantemos un monumento a nuestra abuela e irpiri Bartolina Sisa, tiene que estar en el lugar en el que fue derramada su sangre. Ahora, el mejor homenaje es hacer que su sacrificio nos siga inspirando. Por eso guardamos en nuestra memoria y en nuestro corazón sus palabras, que aún recorren las montañas sagradas de los andes: “!Yo muero por la libertad de mi tierra… por la libertad de mi pueblo!” |