Joaquín Aima / cambio.bo Silvio Berlusconi y Rupert Murdoch conocen perfectamente las ventajas del código de ética del periodismo boliviano. Ambos empresarios de medios de comunicación, de haber tenido en sus países un código de ética tan complaciente como el nuestro: Berlusconi habría convertido en un cabaret a Italia y Murdoch habría continuado espiando bajo el colchón los secretos de las mucamas para venderlos en la TV. No conformes con la abrumadora acumulación de los medios privados, bajo control de los intereses de empresarios agro industriales, los dueños de los medios insisten en la ‘auto regulación de la prensa’. Que es como pedirle al lobo que cuide a las ovejas. Y prestarle además, un machete, una sartén y un poco de pimienta. Es imposible concebir un medio de comunicación que no tenga intereses económicos y políticos. Por eso mismo, resulta absurdo entregarle a los medios ser el único poder, que sólo debe rendir cuentas a sí mismo, es decir a nadie. Son los absolutistas trasnochados de la mascarada neoliberal. Son los dueños de la pelota, de la cancha, de los jugadores del equipo, que ha ganado y del que ha perdido, de los refrescos y los sicarios, de los periódicos, de las radios y las tevés. Y no quieren rendirle cuentas a nadie que no sean a ellos mismos. Durante 15 años fueron la punta de lanza del neoliberalismo. Avalaron y justificaron el saqueo del país. Se mantuvieron firmes, incluso hasta el 17 de octubre de 2003. Mientras el avión en que escapaban los Sánchez despegaba precipitadamente, los grandes medios de comunicación difundían el comunicado del Departamento de Estado Norteamericano. Condoleezza Rice, entonces consejera del presidente George W. Busch, dirigiéndose en Chicago a los miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), declaraba que Washington advertía a los manifestantes contra “cualquier tentativa de derribar por la fuerza a un gobierno elegido democráticamente”. ¿Pero cuánto puede saber de democracia la abogada de una de las empresas petroleras que provocó la Guerra del Chaco entre bolivianos y paraguayos? Los medios en Bolivia actúan a imagen y semejanza de sus propietarios mercaderes. Día a día, fueron convirtiendo en mercancía lo que es, esencialmente, un servicio a la comunidad. Se otorgan licencias para insultar, y se atribuyen ser los dueños exclusivos y excluyentes de la razón y la verdad. Quizá el mejor ejemplo de la prensa adicta al poder sea el inofensivo empresario croata Ivo Kuljis Fütchner, propietario de la RED UNO, quien fue socio de Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR), de Jaime Paz (MIR), de Carlos Palenque (CONDEPA), de Manfred Reyes (NFR). Siempre con el poder, detrás o delante del poder, nunca lejos del poder. ¿Puede interesarle la prensa a don Ivo Kuljis? Tal vez, pero le interesa más doblar su capital. En la presentación del último libro de Álvaro García, Emir Sader, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), aseguró que en todo el continente y por supuesto en Bolivia: “La derecha, la prensa y la ultra izquierda son absolutamente iguales. Por eso no logran tener apoyo popular”. Expresó que cuando estos tres sectores ven surgir a un gobierno progresista lo atacan, que “ven a un gobierno progresista y se comportan de la misma manera”. Pero en el PARA QUÉ Y POR QUÉ de las preguntas del periodismo convencional está encerrada la única razón que los propietarios de medios de comunicación en Bolivia entienden: Recuperar el poder. No tienen sotanas, ni sandalias, pero son los inquisidores del siglo XXI, deciden lo que está bien y lo que está mal. Son los oscurantistas de la sociedad medieval neoliberal. |