César Lévano / diariolaprimeraperu.com Los hijos de Fujimori no solo conocen la bajeza moral de su progenitor. Fueron beneficiarios directos de una corrupción que les permitió estudiar, a todo lujo, en las universidades más caras de los Estados Unidos. Fujimori no fue condenado a 25 años de prisión por sus latrocinios caudalosos o la venta a precios de vergüenza de bienes nacionales altamente rentables. Esos crímenes todavía están pendientes de investigación exhaustiva y condena. Aún falta desenmascarar testaferros y cómplices. La sentencia de Fujimori fue por homicidio calificado, lesiones graves y secuestro agravado. Dicen los herederos de Fujimori que su padre salvó al Perú de la quiebra. Ese es un cuento chino, o japonés. El fujimorato dejó al país en ruinas. Abrió de par en par las puertas del mercado interno, con lo cual arruinó la industria. El agro se hundió en la miseria. Sabido es, por otra parte, que la guerra sucia ordenada por Fujimori y Vladimiro Montesinos contra la guerra no menos criminal de Sendero Luminoso, sembró la muerte y cosechó senderistas. La lucha de los campesinos, los intelectuales que no temblaron ante las amenazas de muerte senderistas, y el trabajo de inteligencia policial, condujeron a la derrota senderista. Ahora, el tema del indulto pasa a manos de la Comisión de Indultos y Gracias del Ministerio de Justicia, cuyos miembros fueron nombrados casi todos a fines de agosto. Si el Presidente Ollanta Humala, el único que puede otorgar indulto, cediera a las presiones a favor de Fujimori, abriría una etapa muy grave. Los presos Fujimoristas, incluido Montesinos, exigirán su libertad. Lo mismo ocurriría con los jefes senderistas. No es casual que el MOVADEF senderista reclame amnistía para todos “los presos políticos”. Las víctimas de la violencia, los familiares de personas inocentes –como los moradores del callejón del jirón Huanta y los estudiantes de La Cantuta– encenderían una hoguera de cólera y protesta. |