Esteban Ticona Alejo Hay que recordar que Romero manifestó que no debatirá con Delgado, porque desconocía si la diputada había elaborado “una propuesta seria en su vida”. “No voy a rebajarme a debatir con una persona a la que considero que está muy lejos de mi trayectoria política y académica”, señaló. Después de estos encontronazos verbales, se dice que ya han hecho las paces; pero el problema está ahí, y seguirá hasta que no se extirpe esta forma de discriminación. Nos interesa reflexionar sobre este síndrome añejo de algunos sectores mestizos, que siempre se han creído y siguen creyéndose “intelectuales” (y ahora académicos); y así han justificado prácticas de colonialismo intelectual y hasta de racismo académico. En nuestra historia boliviana hay mentalidades parecidas a las del ministro Romero, como la de Alcides Arguedas, aquel afrancesado boliviano que pensaba que era muy reconocido en los círculos intelectuales de Francia; pero que en la realidad cultural gala fue un don nadie. Otro caso es el indigenista Fernando Diez de Medina, que se creía el gran intelectual boliviano (incluso se profesaba como el Pachakuti, el Tunupa, el Ollanta…), y quien supuestamente polemizaba con extranjeros famosos de su tiempo como Giovanni Papini, Arnold Toynbee, Luis Alberto Sánchez, Salvador de Madariaga, Ramón Menéndez Pelayo, entre otros. Pero todo eso era mera alardería. Diez de Medina no era más que un charlatán y un político con ínfulas académicas. Jamás pudo responder a Fausto Reinaga, quien escribió El indio y el cholaje boliviano. Proceso a Fernando Diez de Medina en 1964. O en el mejor de los casos, se pasaba insultando a sus adversarios, como a Franz Tamayo, a quien calificó de “hechicero del ande”. Si algo rescatable tiene Arguedas es hacernos una buena etnografía cultural y psicológica de los mestizos arribistas, que se encuentra en Pueblo enfermo, y que lamentablemente sigue vigente en estos tiempos. Al describirnos sobre la condición de la mujer mestiza boliviana de los primeros años del siglo XX, enumera algunos prejuicios de las “buenas familias” como considerar a las mujeres “tontas e insustanciales, libertinas, perdidas, burladas, desvergonzadas”, etc. Por estas valoraciones criticaba a los mestizos diciendo que “…no puede escribirse nada tan desvergonzado, tan brutal, tan incorrecto… se revela el espíritu mestizo, rencoroso, agresivo, cruel y, sobre todo, cobarde.” ¿Cuánto hemos cambiado respecto a esa práctica y a ese lenguaje contra la mujer? Casi nada, ¿verdad? La presidenta de la Cámara de Diputados calificó las declaraciones del ministro Romero como “discriminatorias, patriarcales y colonizantes”, al ser “ofensas” que no solamente van en contra de la mujer. ¿Qué diferencia existe entre la mentalidad de Arguedas, Diez de Medina y del ministro Romero? ¿No es tarea del Ministerio Público iniciar el juicio de oficio por racismo y discriminación? Seguramente este caso quedará en el olvido por razones obvias; pero es una clara muestra más de prácticas de patriarcado y mentalidad colonial antimujer que se escuda en “el proceso de cambio”. Achachilaxawa siriwa, uka mistinakaxa ukhamakpinxay jisk’achapxchixa warminakaruxa, janiwa jaqi masiparjamaxa uñxapkiti. Jupanakakixaya wali wali tukupxchixa. Ukapti sirinxa thantha misti, sasa, thantapi amuyupaxa, ukhamaraki chuymapasa. |