Miedo ancestral al indio

Eusebio Gironda Cabrera / cambio.bo
Las oligarquías, desde la fundación de la República, marginaron a los indios de la vida política y social a fin de evitar su participación en procesos electorales y su ascenso al poder. Utilizaron diversos mecanismos de exclusión social en cada época, con el eslogan de: “señores a gobernar; indios a trabajar y servir a los patrones”, olvidando que “donde no hay indio no hay señor”, y que el indio “es la prueba de que el señor existe”.

Indios en Bolivia

Los prejuicios, a pesar del tiempo, se conservan y persisten en amplios sectores de población blanca y mestiza. La patología social, envuelta en diversas formas de racismo y discriminación, reaparece y exacerba de tiempo en tiempo.

Tras las elecciones del 18 de diciembre de 2005, que catapultan a Evo Morales a la presidencia del gobierno, el odio ancestral contra el indio se reaviva con gran intensidad. Las actitudes discriminatorias son propias de una sociedad donde el indio ha demostrado, en su existencia, que es más fuerte que los q’aras y sabe aguantar y esperar el momento oportuno para actuar y sobresalir.

Para una adecuada comprensión, es oportuno repasar algunas de las expresiones más horribles referidas al indio y contrastar con lo que acontece hoy en relación con el Presidente indígena del país.

Durante la guerra federal, el presidente Fernández Alonso decía: “Se hundirá Bolivia”… “Nuestras fuerzas unidas difícilmente podrán dominar a la indiada”… “Es la disolución final”.

El sociólogo republicano Bautista Saavedra afirma: “El indio es apenas una bestia de carga, miserable y abyecta, a la que no hay que tener compasión y a la que hay que explotar hasta la inhumanidad y lo vergonzoso”.

Gabriel René Moreno, controvertido escritor oriental, sostiene: “Por causa de las células que elaboran índole perniciosa y mente inadecuada, define al indio incásico, como sombrío, asqueroso, huraño y prosternado, estúpido y sórdido (…) y tendrán tarde o temprano que desaparecer en la lucha por la existencia”.

Las apreciaciones de Mariano Baptista son lapidarias: “La cara de este indio, su mirada, sus facciones son de piedra, como el granito de sus montañas (…) Yo he contemplado muchas veces, desde mi niñez, con espanto de la humanidad (…) el aymara no saluda jamás, de su garganta no sale una nota de dialecto bárbaro y apenas oímos su timbre cuando agazapado de cuclillas, a la puerta de su casa, que es un tugurio, nos responde hoscamente: janihua”.

El federalista paceño José Manuel Pando sentencia: “Los indios son seres inferiores y su eliminación no es un delito, sino una selección natural”.

La guerra sucia en la campaña electoral contra el MAS, inscripciones en las paredes de la zona Sur estigmatizando a Evo Morales, los insultos proferidos por separatistas de la Media Luna no acaban y adquieren otras características.

Tupac katariEl fantasma de los indios recorre las venas de oligarcas, burgueses y mestizos refinados; no aceptan su derrota, no ocultan sus complejos ni disimulan su desprecio hacia los indios; jamás aceptarán ser gobernados “por indios incultos”, como vociferan cotidianamente.

Pero la vida les ha jugado una mala pasada, porque los indios ya están en el gobierno y en estos siete años han demostrado que pueden gobernar mejor que los oligarcas desde 1825.

Marchas indígenas, alborotos médicos y motín policial demuestran una vez más que los enemigos del Gobierno no descansan y aprovechan todos los resquicios para desacreditar y conspirar contra el gobierno de Evo Morales.

En estos movimientos se unen partidos residuales, políticos fracasados, torturadores, resentidos, el birlochaje, trotskistas deshidratados, policías encubiertos, agentes del gonismo, dirigentes de tierras bajas despistados, alcaldes y oportunistas, además de oenegés.

Este apthapi de sobrantes sociales en la Octava Marcha indígena, creyendo que su arribo a la plaza Murillo desencadenaría la toma el poder, gritaban a voz en cuello: “Villarroel, Villarroel”, tratando de repetir el colgamiento del presidente Gualberto Villarroel, sin considerar que la historia no se repite.

En el conflicto del Gobierno con los médicos salió a relucir el odio cerval contra los indios. Las consignas coreadas y los carteles de la Caja Petrolera desnudan, de pies a cabeza, la ideología reaccionaria de los galenos: ¡Ayer bota militar, hoy abarca dictatorial! ¡Evo, Hitler boliviano! ¡Evo Fascista! Evo dice: No entiendo, no entiendo; se comprende sólo eres bachiller! ¡Ya va a caer el indio incapaz!

Los dirigentes de la Novena Marcha Indígena pretendían hacer coincidir su llegada a La Paz con el motín policial, asociado con minúsculos grupos de políticos y otros agitadores financiados por oenegés y ciertos partidos arropados por la prensa con la bendición de la Iglesia. Adolfo Chávez, el ex dirigente de la Cidob, declaraba: “Habrá sorpresas”, aludiendo al golpe de Estado acordado con policías y otros aventureros detectados por el Gobierno.

¿Por qué tanta bronca, racismo y desesperación de estas minorías activas sin perspectiva? Sólo existe una explicación. Los indios han ejecutado su venganza política tras 500 años de inhumana explotación. Asumieron el poder en elecciones limpias y derrotaron a los q’aras cuatro veces incuestionablemente.

Evo puso a Bolivia en la agenda mundial y es líder internacionalmente reconocido. Conduce la economía nacional por buen camino, liberó de la pobreza a más de un millón de bolivianos, el analfabetismo es un asunto del pasado, construye más caminos, casas y escuelas que sus predecesores, se crean más empresas que en años precedentes, mejora de modo sostenido salarios de trabajadores, la lucha antidroga avanza notablemente, las exportaciones aumentan, las inversiones estatales se triplican y las reservas internaciones crecen cinco veces más.

Cambiar un país es tarea de titanes, descolonizar y relanzarlo mucho más difícil, pero no es esto lo que preocupa a los políticos escuálidos, sin programa, ni opción de gobierno, sino que su futuro está sobredeterminado por la presencia del líder más encumbrado que tiene Bolivia.

Mientras Evo siga en el Palacio, los políticos tradicionales y cipayos no tienen futuro y tendrán que abandonar la práctica política de la que vivieron por décadas. Los indios en el poder han resultado ser más inteligentes que estos doctores huayralevas y empresarios sanchopancistas.

V o l v e r