la-razon.com / Jaime Iturri Vivimos en el país de hago lo que me da la gana sin medir las consecuencias para los demás, y pidiendo al Estado que nos lo dé todo. Y, como siempre, los más perjudicados son los que menos tienen. Voy a poner un ejemplo extremo: en Perú, a nombre de la revolución, Sendero Luminoso hacía volar torres de alta tensión. Muy pronto, los ricos compraron generadores y pudieron reemplazar la energía. Los que, en cambio, sufrieron fueron los pequeños productores, aquellos que estaban confeccionando productos para entregarlos al día siguiente, o los niños que estaban haciendo tareas, o la señora que estaba preparando la comida. En resumen: los pobres. Lo propio pasa con las protestas de los médicos que sólo quieren trabajar seis horas, con los choferes que quieren imponer su voluntad amparados en el sindicato de dueños de transportes (porque por increíble que parezca los choferes asalariados no están en el sindicato, sino sus patrones), con los maestros que se niegan a dictar clases, etc. Los que finalmente pagan la factura son los desposeídos que llegarán tarde a su trabajo, que verán cómo sus hijos no van a estudiar, o que tendrán que caminar kilómetros de kilómetros para tener que llegar a su destino. La lógica de yo impongo lo mío y la población debe atenerse a las consecuencias es fatal. Lo propio ocurre con aquella que piensa que el Estado debe ser una caja de pensiones que pague bonos a todos. Sí, se necesita tanto para conseguir tan poco, porque nadie piensa en el bien común o en el aporte que debemos dar a la sociedad. Cuando decidí dar clases en la universidad jamás fue por el dinero, lo hice convencido de que así ayudaba. Sabía que iba a ganar poco, que la política en la casa de estudios superiores es desgastante, que le robaría horas a mi sueño y a mis hijos. Pero quise aportar y lo vengo haciendo desde hace 15 años. Los médicos que trabajan en hospitales públicos deberían pensar también en ello. Y de los choferes, bueno, de los choferes hablamos en otra columna porque necesitaría el doble de caracteres tan sólo para describir el mal servicio que prestan. |