Paremos el holocausto palestino
katari.org
Los archivos de la Cancillería boliviana tienen gran cantidad de documentos que dan fe del apoyo boliviano a los judíos perseguidos por el nazismo; les abrimos las puertas incluso a quienes venían escapando con documentación falsa.
¿Debemos contemplar y justificar lo que los descendientes del holocausto hacen hoy con los hermanos palestinos?
Cuando las Naciones Unidas escucharon el clamor judío por una patria propia y se cometió el error de darles un territorio que estaba ocupado ancestralmente por los palestinos, se esperaba haber remediado un derecho conculcado por el Imperio romano, al mismo tiempo que se deseaba dar una reparación por lo sufrido en los campos de concentración nazis.
En el transcurso del tiempo, muchos admiraron el tesón con que los colonos judíos hacían florecer el desierto y desarrollaban procesos comunitarios ejemplares, pero también desde un principio fueron reprochados por su ambición de ocupar más y más tierras que las que el mundo les otorgó aquel año de 1948.
Lo que los delegados a las Naciones Unidas no vieron entonces fue el espaldarazo incondicional que les otorgó Estados Unidos, tanto en armas como con su derecho a veto en el Consejo de Seguridad, y el apoyo de la gran banca de Wall Street que inyectaba miles de millones de dólares para sus planes de expansión logrados con la fuerza de las armas.
Así, las víctimas del holocausto nazi se convirtieron, a su vez, en los perpetradores del sufrimiento del agredido pueblo palestino.
Al parecer, la lección aprendida con tanto dolor entre 1938 y 1945 ha sido asimilada, pero no para que no vuelva a repetirse, sino para imitarla.
Hoy Gaza es lo más parecido al gueto de Varsovia, las mismas penas y dolores sufridos por los niños en esa terrible ocasión se repiten en la Gaza cercada y amurallada, hambrienta y desolada ante los uniformes de sus agresores.
Cuando los nazis se apropiaban de los bienes de los judíos lo hacían para despojar a un grupo humano que carecía de toda ciudadanía, lo mismo que hacen hoy los sionistas de Tel Aviv.
Uno de los discursos recurrentes de Hitler para mostrar a los judíos como inferiores y prescindibles fue el de la raza aria superior, con el cual llevó a los hornos crematorios a 6 millones de ellos.
Han pasado 65 años del aniquilamiento del III Reich y ahora pareciera que los sionistas creen que debido a que su libro religioso los señala como pueblo elegido de Dios tienen derecho a hacer lo mismo con otras razas, tal el caso de los palestinos.
Al igual que la Gestapo llamaba terroristas a los judíos que osaban enfrentar la fuerza del ejército y policía nazi, lo mismo hacen hoy los militares y policías del Estado de Israel.
Cuando en Varsovia o Cracovia algún polaco humanista trataba de aliviar en algo el sufrimiento de los indeseados, eran matados sin contemplación, lo mismo hemos visto el día de ayer con la artera muerte de los pacifistas de la flotilla humanitaria.
¿Cuál es la culpa del pueblo palestino? Simplemente existir en un territorio que por siglos fue suyo. Llegaron a esa tierra en el año 3.500 antes de Cristo, es decir 2.500 antes del reinado de David. Desde esos remotos tiempos bíblicos los judíos han pugnado por hacerse de sus tierras y su vida.
Hoy, en pleno siglo XXI, nos preguntamos si el mundo debe tolerar el abuso económico y militar de los hijos del holocausto nazi, creemos que no, consideramos que es tiempo de que la comunidad internacional, a través de los organismos internacionales, ponga coto a esta agresión al pueblo de Arafat.
También nos llama poderosamente la atención que Estados Unidos siempre esté preocupado por que los pueblos árabes y musulmanes no tengan energía atómica para su desarrollo industrial y pacífico, mientras calla y posiblemente apoya que Israel sí cuente con este tipo de armas de destrucción masiva, como se denunció oportunamente.
¿Qué será de los países árabes cercanos a Israel si este agresivo país cuenta con bombas atómicas? Estamos seguros, porque lo vemos en su actitud cotidiana hacia sus vecinos, que no vacilará en apretar el botón de la muerte masiva.
El Embajador sionista señalaba ayer en las Naciones Unidas que la ayuda humanitaria en realidad era destinada a un crimen de odio.
Qué ironía, decimos nosotros, ellos que han vivido en carne propia lo que es un crimen de este tipo, se olvidaron de lo que es, y encima pretenden que los demás pueblos del mundo asuman tamaña mentira.
No, señores, quienes están cometiendo ese crimen son ustedes, su gobierno y sus fuerzas militares, decididas en realizarlo sistemáticamente sobre el pueblo palestino.
Al conocer los campos de concentración en 1945 el mundo con una sola voz dijo que eso no debería repetirse nunca más. Es absurdo que hoy, quienes recibieron la solidaridad del mundo ante su desgracia, la repitan sobre otros que, como seres humanos, tienen derecho a vivir y desarrollarse en paz en su propio territorio.
Como Estado Plurinacional, creemos que el territorio que hoy ocupa Israel, y que no corresponde al que el mundo le asignó en 1948, debe ser compartido entre los dos pueblos.
Las formas de lograrlo seguramente serán complejas, pero sólo el diálogo intercultural con respeto y solidaridad dará una solución humana; al mismo tiempo, consideramos que las formas agresivas y hasta sanguinarias que emplea el Estado israelí para señorear sobre el espacio que ocupa y usurpa a Palestina seguirán trayendo dolor y luto a un pueblo que no merece lo que sufre.
El excluir al otro lo único que trae es repudio y reacción violenta, lo que aumenta la escalada de la violencia, la injusticia y la opresión, lo que no condice con la condición humana de un pueblo que tiene todo el derecho a existir y desarrollarse en armonía en el concierto de todas las naciones.
Y en nombre de la solidaridad y respeto que ustedes recibieron en su hora más amarga, dejen de hacer la vida imposible a una cultura a la que conculcan su derecho a la paz y la búsqueda de su felicidad, derecho que el mundo les concedió a ustedes confiando en su buena fe. |