Hermanas y hermanos: La realización de la IV Cumbre coincide con la conmemoración en varios países de las luchas por la independencia. Sin embargo, las luchas en contra del yugo imperial fueron iniciadas por nuestros abuelos y abuelas, fueron ellos quienes desde hace cinco siglos protagonizaron distintas sublevaciones. La historia oficial ha pretendido que olvidemos que durante esos siglos resistimos y nos rebelamos. Nosotros somos herederos de los Amaru, las Bastidas, los Apaza, los Katari, las Sisa y tantos otros. Fue hace 200 años que a ellos se sumaron mestizos y criollos hasta consolidar el nacimiento de las nuevas repúblicas. Para nosotros, desde hace mucho más de dos siglos, la lucha por la independencia es la misma lucha por la tierra y el territorio. Como muy bien señalan las conclusiones de la III Cumbre de Abya Yala, la tierra y el territorio son parte de una dimensión unitaria complementaria. En ese sentido, “el territorio es todo, no es solo un área geográfica. Es el espacio de su cultura e identidad. Es el espacio donde se desarrolla su tecnología, donde se da el manejo equilibrado de sus riquezas naturales, su arte, su forma de ser y de pensar, su cosmovisión, su vida misma”. Para los pueblos indígenas del planeta, la madre tierra es la vida misma. Concebimos al ser humano como parte integral de la naturaleza y hemos sentido y practicado siempre un gran respeto por ella. Durante miles y miles de años hemos convivido con la naturaleza en constante equilibrio con ella y dentro de ella. Hoy en día, sentimos los efectos devastadores del sistema capitalista transnacional neoliberal que destruye aceleradamente nuestro planeta. Desde afuera y desde arriba todavía intentan imponernos políticas económicas que atentan contra los derechos de las personas, los derechos de los otros seres vivos, y los derechos del planeta tierra. Pretenden seguir vendiéndonos oro por baratijas. Nos dijeron que hubo descubrimiento cuando hubo una invasión, nos dijeron que hubo una conquista cuando hubo un genocidio. Ahora nos dicen que quieren integración e insertarnos en la economía mundial, cuando lo que quieren es saquear nuestras riquezas, privilegiando las ganancias en desmedro de la solidaridad. Bajo esa lógica los Tratados de Libre Comercio intentan resquebrajar las relaciones humanas y armónicas con la naturaleza; mercantilizan los recursos naturales y la cultura de los pueblos; privatizan los servicios básicos; pretenden patentar la vida. Los humanos estamos siendo prisioneros de las fuerzas de este modelo que pretende colocar al hombre como dueño absoluto del planeta. El sistema capitalista, imperialista y colonial, se basa en formas de vida de dominación, sometimiento y subordinación de unos sobre los otros. Por eso, hermanas y hermanos, para preservar el planeta, la vida y la propia especie humana debemos enfrentar al capitalismo. Hemos avanzado mucho, por eso ahora podemos decir con seguridad que el sacrificio de nuestros antepasados no ha sido en vano, continuamos su sendero en este proceso imparable e irreversible. Sin embargo, todavía nos queda un largo camino. No olvidemos que para la liberación de nuestros pueblos, debemos reconocer que la tierra no nos pertenece, sino más bien nosotros pertenecemos a la tierra. Como lo habíamos afirmado en varias ocasiones, después de 500 años de resistencia, después de las valiosas sublevaciones de nuestros ancestros, nos toca ahora garantizar nuestros derechos y los derechos de la Madre Tierra a través de la toma democrática del poder. Este es el momento para que los indígenas, campesinos, los obreros, los jóvenes, los trabajadores, los hombres y las mujeres asumamos nuestro destino como pueblos; que desde el campo, desde las comunidades, desde las fábricas, desde los barrios, construyamos con nuestras propias manos el mundo que queremos para nuestros hijos. Este es el momento para que todos sepan que nuestra lucha no termina, que de la resistencia pasamos a la rebelión y de la rebelión a la revolución. Este es el momento de la segunda y definitiva independencia. Con esas palabras, les auguro el mayor de los éxitos en esta IV Cumbre Continental y hago votos para que las conclusiones del encuentro ratifiquen nuestra máxima unidad en defensa de la tierra y de nuestros recursos naturales. La Paz, 29 de mayo de 2009. |