Agencia Boliviana de Información (ABI) Groux consideró que ese ritual de renovación espiritual con la Madre Tierra “es un referente de integración y unidad” nacionales. “Debe entenderse este Solsticio, este Año Nuevo Aymara como un punto de encuentro en que coinciden gente del campo y de las ciudades, del país y de otros lugares del mundo abrazándose como hermanos, estrechándose en esa emoción que significa ver los primeros rayos de sol de Los Andes”·, proclamó. “Estos primeros rayos de sol de este nuevo año nos trae ilusión, esperanza, energía y fuerza para seguir adelante en lo que hemos iniciado”, agregó. Miles de personas provenientes de diversos puntos del país celebraron el rito ancestral más prominente del mundo andino en los alrededores de la explanada del templete semisubterráneo del Kalasasaya, en medio de las ruinas de la ciudad de Tiwanaku, cuna de la civilización precolombiana más longeva de América, nacida diez siglos antes de Cristo y perecida poco antes de la llegada de los incas a estas tierras dominadas por el Lago Minchín, o Ballivián, ahora el celebérrimo Titicaca. Los indios andinos celebran hace más de cinco milenios y que corresponde al instante en que la posición del Sol en el cielo se encuentra a su mayor distancia angular al otro extremo del plano ecuatorial. El Solsticio, fuente de energía y renovación espiritual, se registra como fenómeno natural entre el 20 de junio y el 23 de junio en el hemisferio sur. Se trata del día más corto o la noche más larga del año, en los umbrales del cambio de estación del Otoño a Invierno y, para los agricultores andinos, el advenimiento del tiempo de preparación y tributo a la Pachamama (Madre Tierra, en aymara). Tiwanacu, una ciudad de 15.000 habitantes, vive del turismo que recae sobre las ruinas de los que fue, en el siglo VII después de Cristo, el centro ceremonial de la urbe más poblada del planeta. El programa de celebraciones arrancó el sábado con una ofrenda a la Madre Tierra en el cerro denominado Qimsachata y tomó fuerza hasta el amanecer con una velada animada por artistas llegados de diversos puntos del país. La baladista Guisela Santa Cruz, el grupo folclorista Bonanza, de Sucre, y otros del mismo género tales como los Mayas, animaron una jornada signada por la ritualidad y el divertimento. Antes se había abierto una Feria de Biodiversidad y Arte Popular, y una conferencia por investigadores arqueólogos y antropólogos sobre la civilización andina. El alba fue recibido con alborozo por los asistentes, según la alcaldía de Tiwanacu, alrededor de 30.000 personas. Paralelamente a las celebraciones en Tiwanaku, se verificaron ritos en la localidad de Copacabana, provincia Manco Kapac y el sector de La Cumbre, en el ingreso de los Yungas a La Paz. También en el Machaq Mara, el templete subterráneo de Miraflores y en el Rapticio y Rocticio en la ciudad de El Alto. Así también en Pampa Aullagas, en el departamento de Oruro, el Fuerte de Samaipata, en Santa Cruz, con el “Yasitata Euasu” (Lucero del alba) y el cerro de Inkarakay en Cochabamba, donde se hallan emplazadas unas ruinas arqueológicas preincaicas. |