Por la segunda y verdadera independencia peruana
René Calsín Anco: losandes.com.pe
Por las fiestas patrias y a escasos días del cumplimiento del bicentenario de la revolución de La Paz, es oportuno rememorar y reflexionar sobre la emancipación peruana, que a la postre resultó siendo parcial e inconclusa; a la vez, es pertinente colocar en agenda la conclusión de la independencia para beneplácito de la población mayoritaria del país.
ANTECEDENTES
De las rebeliones protagonizadas por la emancipación peruana que no lograron un final feliz, cuatro son relevantes:
Andrés Ignacio Cacma Condori (1737), que inició el proceso de la independencia e involucró a las actuales regiones de Puno y Cusco.
Juan Santos Atahualpa (1742), que tuvo su radio de acción en la sierra y selva central.
Túpac Amaru II (1780), que implicó un vasto territorio de los virreinatos del Perú y de Buenos Aires.
Hermanos Angulo y Mateo Pumacahua (1814), que comprometió también a territorios de esos virreinatos.
La más importante, la revolución tupacamarista, tuvo tres fases, dirigidas por José Gabriel Túpac Amaru, Diego Cristóbal Túpac Amaru y Pedro Vilcapasa, respectivamente; no olvidemos que en la actual Bolivia sobresalió Túpac Katari.
La revolución alcanzó su apogeo en la segunda fase, cuando Diego Cristóbal estableció en Azángaro la capital de una nación libre, la del efímero Perú independiente.
Sobre este episodio poco difundido, Atilio Sivirichi decía:
“El gobierno de Azángaro llegó a ejercer soberanía plena como representante de la nación India Autónoma… Por ello los virreinatos de Lima y Buenos Aires se vieron precisados a dirigirse a su Jefe Máximo, en forma oficial”.
Para Alejandro Sereylan:
“Azángaro… fue la capital del temporal gobierno independiente… desde donde, Diego Cristóbal impartió directivas… con prerrogativas de Jefe de estado”.
LA EMANCIPACIÓN
La independencia peruana se materializó en varios años, con dos jefes: José de San Martín y Simón Bolívar.
Si bien es cierto, que en Lima el 28 de julio de 1821, después de varias acciones, se proclamaba la independencia; sin embargo, su tramo final empezó después de más de tres años, el 9 de diciembre de 1824, con el triunfo patriota en la batalla de Ayacucho.
LA INDEPENDENCIA EN PUNO
El 30 de diciembre de 1824, en la Plaza de Armas de la ciudad de Puno, los patriotas de nuestra región juraban sostener la independencia peruana. Este histórico acto se cumplió con mucha solemnidad y gran júbilo.
El general Rudecindo Alvarado conducía el ejército patriota, el Dr. Pedro Miguel de Urbina hacía de intendente y el Dr. José Manuel Morel de alcalde de Puno.
PROYECTOS EN DISPUTA
Durante la emancipación peruana disputaron primacía varios proyectos históricos, tres son relevantes.
El primero, encarnaba esencialmente las aspiraciones de la población andina y amazónica (Cacma Condori, Santos Atahualpa y Túpac Amaru); el que triunfó (San Martín y Bolívar) representaba los anhelos de los criollos y mestizos; mientras tanto el otro proyecto (el de los hermanos Angulo y Pumacahua) fue mixto, porque en él convergían intereses de la población andina, de los mestizos y hasta cierto punto de los criollos.
PROYECTO VICTORIOSO
Indiscutiblemente logró imponerse el proyecto que personificó y benefició a los criollos. De modo que la liberación sólo la obtuvieron ellos, como nos lo hace entrever Gamaliel Churata: “A lo largo de la guerra española contra España por la emancipación de la América criolla”.
UNA EMANCIPACIÓN INCONCLUSA
La independencia irresuelta no colmó las aspiraciones de los peruanos, particularmente de la población andina y amazónica, por entonces abrumadora. Esa emancipación, más formal que estructural, no cambió la economía del país, ni la situación de los campesinos, los verdaderos dueños y amos del Perú.
RECUSACIÓN PIONERA
Se creía que las objeciones a la independencia peruana comenzaron en las décadas finales del siglo XIX; sin embargo, decenios antes el notable viajero y precursor Juan Bustamante Dueñas ya la había impugnado.
Él en 1848 exteriorizó con suma claridad su rechazo a la independencia y propuso luchar por la verdadera liberación; esa apreciación la publicó al año siguiente, a sólo 25 años de la jura de la independencia en Puno, en su libro “Apuntes y observaciones civiles, políticas y religiosas, con las noticias adquiridas en este segundo viaje a la Europa”.
De modo que el pensamiento avizor de Bustamante no estuvo ajeno a este tema de capital importancia para el porvenir del país.
Aquí va la reflexión certera, categórica y precursora de Bustamante:
“La declaración de nuestra independencia… la que estamos hoy pregonando [es] falsa. Nada hemos adelantado con ella, ni adelantaremos hasta que recobremos la verdadera. Sin ese esfuerzo nunca será nada el Perú”.
Además, dos décadas después Bustamante advertía la función excluyente y discriminatoria de la emancipación, cuando decía:
“Mi lema y mi programa son, que los indios, no sean excluidos de los beneficios sociales que la esplendente independencia del Perú prodiga á los blancos”.
RECUSACIONES POSTERIORES
Después de Juan Bustamante, muchos rebatieron y rebaten la emancipación peruana. La impugnación procede particularmente de los sectores progresistas, innovadores, nacionalistas y revolucionarios.
De quienes refutaron en las décadas finales del siglo XIX, sobresale la figura de Manuel González Prada, y en los decenios iniciales de la centuria pasada, destaca nítidamente José Carlos Mariátegui.
El Amauta esgrimía los siguientes argumentos:
“La revolución de Túpac Amaru la hicieron los indígenas; la revolución de la independencia la hicieron los criollos”.
“La Revolución de la Independencia no constituyó, como se sabe, un movimiento indígena. La promovieron y usufructuaron los criollos y aun los españoles de las colonias”.
“La revolución de la independencia… Ignoraba al Indio”.
“Para los cuatro millones de indios, el movimiento de emancipación de la metrópoli pasa desapercibido. Su estado de servidumbre persiste”.
“La revolución de la independencia no había liquidado en el Perú… un régimen y una economía feudales”.
“La Independencia del mismo modo que no tocó los privilegios feudales, tampoco tocó los privilegios eclesiásticos”.
“Nuestra literatura no cesa de ser española en la fecha de la fundación de la República. Sigue siéndolo por muchos años”.
POR LA VERDADERA INDEPENDENCIA
Ante la parcial e inconclusa emancipación, Juan Bustamante proponía una segunda y verdadera independencia, es decir una real liberación, para lo que repetimos sus palabras:
“Hasta que recobremos la verdadera. Sin ese esfuerzo nunca será nada el Perú”.
Hoy, a 161 años de la propuesta de Bustamante, todos los sectores progresistas, innovadores, nacionalistas y revolucionarios pregonan la segunda emancipación, una verdadera liberación peruana.
Así, el Partido Nacionalista Peruano recusa la independencia y propugna un nacionalismo emancipatorio y de liberación, en su Plan de Gobierno 2006-2011 rememora:
“El Estado que se constituye con la independencia en 1821, es un estado criollo, nominalmente republicano. No encarna la voluntad mayoritaria y mancomunada de los habitantes ni traducía un contrato social entre los mismos… Durante esta república criolla, la nación indígena y los pueblos selváticos permanecen excluidos del estado”.
Y en su Proyecto Nacionalista se lee:
“El fundamento de nuestro proyecto es una ética política de liberación, es decir, una filosofía de vida que convierta a todos y cada uno de los ciudadanos y de ciudadanas en sujetos activos de la gran transformación del país, en hombres y mujeres conscientes de su deber histórico y de su compromiso con la emancipación”.
Finalmente, no sólo debemos predicar la segunda y verdadera emancipación, sino concretarla. Esa es la tarea actual, si queremos un cambio real para el bienestar de la población peruana.