César Lévano: diariolaprimeraperu.com En la madrugada de ese día, los soldados capturaron a toda la población. Luego separaron a las mujeres, para violarlas, y obligaron a los varones a cavar lo que sería, prometieron, una piscigranja. Después mataron a 123 campesinos, hombres, mujeres, niños, ancianos. A todos los acribillaron al borde del hoyo que iba a convertirse en gigantesca fosa común. El gobernador aprista de Ayacucho, Eduardo Morales, se negó a entregar la bandera nacional que debía ser izada en la Plaza de Armas en homenaje a los asesinados. Al final, Morales aceptó entregar la bandera, pero con previa constancia de que él se había opuesto al izamiento. El entierro abarcó los cadáveres de 92 víctimas. Falta ubicar otros 28. Los ciudadanos que han acompañado en masa al entierro y homenaje a las víctimas expresan no sólo el repudio permanente por ese crimen, sino también la creciente indignación ayacuchana por el trato que se da a los deudos de las víctimas. Hemos señalado antes que el régimen está incumpliendo el compromiso internacional de indemnizar a esos deudos. Se refugia en supuesta reparación, no a las víctimas, sino a sus comunidades. Es un torpe subterfugio. Las autoridades tienen la obligación de realizar obra social en esos poblados sumidos, casi todos, en extrema pobreza. Putis es ejemplo doloroso. Las organizaciones sociales del país deben exigir esas reparaciones individuales, que no tienen por qué oponerse a las colectivas. Para ambos rubros debiera disponerse de dinero rápido. En más de una ocasión he señalado el parecido perverso de la matanza de Putis con un método empleado por los nazis en los campos de concentración. El más grande poeta de lengua alemana en la actual posguerra, Paul Celan, lo evocó en su intensa Fuga de muerte. He aquí un fragmento: Los hitlerianos hacían cavar fosas comunes al compás de violines de músicos prisioneros. Después mataban y enterraban masivamente, como hicieron los cana-llas de Putis. Celan, nacido en 1920, fue condenado por los nazis a trabajos forzados, mientras sus padres eran asesinados en un campo de concentración. El ejército soviético lo salvó en 1944. Hay que meditar en las causas y las consecuencias de Putis, y en la conducta del aprismo y sus ministros de Defensa, quienes se niegan a informar sobre la identidad de los oficiales masacradores. |