César Lévano diariolaprimeraperu Esa victoria es algo más que electoral. Implica que la mayoría del pueblo ecuatoriano no sólo aprueba lo realizado por Correa y su Movimiento Alianza País, sino que respalda también la radicalización del proceso prometida por Correa. Lo expresó el presidente reelecto, apenas supo del resultado en las urnas: “El triunfo es un espaldarazo al proyecto político del Socialismo del siglo XXI a nivel nacional y regional”. Promete el mandatario profundizar y radicalizar la revolución. “Los cambios son posibles pero fuera del sistema capitalista, dentro del nuevo socialismo”, ha dicho, y precisado que su gobierno seguirá impulsando un orden financiero que rompa con el FMI y el Banco Mundial. La utopía neoliberal de una revolución capitalista, sometida a instituciones “revolucionarias” como el FMI y el Banco Mundial y la oligarquía criolla, no entusiasma a los pueblos. Mejor dicho, los pueblos, uno por uno, la rechazan. Ese es el nuevo sentido de la democracia en el continente. Por eso, los partidos tradicionales no sólo retroceden, sino que casi, casi desaparecen. En la elección ecuatoriana, el único candidato presidencial que le ha dado pelea a Correa es Lucio Gutiérrez, el militar que apareció en la escena como izquierdista y al final traicionó al movimiento popular. En esta elección ha concentrado las fuerzas de derecha adversas a Correa. La quiebra de la derecha clásica se condensa en la derrota de Álvaro Noboa, el multimillonario bananero que agotó el repertorio de las promesas, pero ha sido sepultado en las urnas. La conciencia será decisiva en el período que se inicia. Correa, como Hugo Chávez, como Evo Morales, se enfrenta al bajón de precios del petróleo. Esto puede afectar en algún grado el programa de ayuda para que los más pobres accedan a la vivienda, a la educación y a los sistemas gratuitos de salud. La victoria de Correa no es hija del aire. En dos años y medio se ha enfrentado a las fuerzas políticas del gran capital ecuatoriano y extranjero, y las ha derrotado, ha proclamado la supremacía del trabajo, el papel dirigente del Estado en la economía, sobre todo en los sectores estratégicos, la defensa del medio ambiente, los derechos humanos y la auténtica integración latinoamericana. Los años que vienen serán de prueba para Correa, para el pueblo ecuatoriano. Dos factores juegan a favor de Correa. Uno es el nivel de conciencia del pueblo. La “trinchera de ideas” de que hablaba José Martí, “más poderosa que trinchera de piedras”. El otro, la creciente solidaridad mundial y latinoamericana, la conjunción creciente de una izquierda diversa, variopinta, caudalosa. |