Por Cristián Maldonado Con la superpotencia al borde de la recesión, la tesis de que el libre mercado remedia todos los males reforzó los argumentos de los gobiernos izquierdistas de América Latina sobre la necesidad de mayores controles del estado sobre las economías. La nueva crisis incluso refleja las contradicciones del sistema capitalista de Estados Unidos, cuyo gobierno ha sido el máximo propulsor del neoliberalismo y hoy necesita intervenir en su economía para evitar el colapso. Las secuelas negativas del libre mercado además echan por tierra la presunta eficacia de las recetas del llamado Consenso de Washington diseñado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para el crecimiento de los países en desarrollo. Según analistas, las naciones con economías más neoliberales serán las que más resientan la nueva crisis con aumentos de inflación, salidas de capital, caída del crecimiento y elevación del desempleo. Ante la 63 asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas, numerosos mandatarios han afirmado que la crisis muestra la necesidad de que los gobiernos tengan el control de las economías, al contrario de lo que propugna el neoliberalismo. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, sostuvo que ante decisiones privadas que tienen impacto público es necesario tener reglas claras e iguales para todos. Pero dijo algo más interesante y que refleja el pensamiento de la mayoría de los gobernantes latinoamericanos: que a la región le encanta tener a Estados Unidos como socio de negocios, pero sin que Washington les dé trato de niños. Junto al presidente brasileño, Inacio Lula da Silva, Bachelet defendió la necesidad de reformar las instituciones financieras multilaterales para evitar que se repitan crisis como la actual, que se parece a la que vivió Chile en los años 80 del siglo pasado. La crisis chilena ocurrió durante el régimen de facto de Augusto Pinochet a partir de 1982. Para evitar la quiebra de los bancos, éste aplicó medidas neoliberales como la privatización de empresas y también de los sectores de salud y educación. El resultado en el país sudamericano fue que, efectivamente hubo crecimiento y mínima participación estatal en la economía, pero la brecha entre pobres y ricos creció en tal magnitud que hoy es de las peores del mundo. Las ganancias de la minería del cobre se la llevan las principales transnacionales que apenas pagan impuestos. FRACASA EL CONSENSO DE WASHINGTON El plan consistió en un catálogo de diez reformas de las políticas económicas para lograr la estabilidad, la eficiencia y la competitividad tendentes a fomentar el crecimiento sostenido en los países emergentes. La iniciativa presuponía la desregulación estatal, privatizaciones masivas, disciplina fiscal, tasas de cambio flexibles, apertura al comercio internacional y flexibilización del mercado laboral (es decir desprotección de los trabajadores). Pocas naciones aplicaron completamente las reformas neoliberales del consenso, y las que lo hicieron como Argentina y algunos países latinoamericanos no han logrado superar anteriores marasmos económicos y financieros. Mientras, las economías que no siguieron estas recetas, como China, Corea del Sur y Malasia, haciendo todo lo contrario, crecieron a ritmos envidiables. El éxito de estos países radicó en que el gobierno desempeñó un papel activo, no sólo en la promoción de la educación, el ahorro y redistribución de la renta, sino en la incorporación de tecnologías avanzadas. En América Latina, las recetas neoliberalistas para el crecimiento económico concentraron la riqueza, es decir los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres, con toda sus desigualdades en todos los ámbitos. Fueron precisamente esas secuelas las que aumentaron el número de países con gobiernos izquierdistas en América Latina que no han logrado erradicar por completo al neoliberalismo que se enraizó en los fundamentos de sus economías. INTERVENCION ESTATAL EN EEUU El presidente de Estados Unidos, George Bush, ha tenido que reconocer las limitaciones del mercado y la función importante del gobierno como regulador para evitar una catástrofe. Pareciera que llegó el fin a la idea de que los mercados resolverían los problemas económicos y sociales por sí solos. El rescate bancario en Estados Unidos, como en México y Ecuador en su momento, resultará en la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas de esa crisis. En cualquiera de los tres casos, las crisis bancarias tuvieron como componente la complicidad de los gobiernos neoliberales. Con la actual crisis, ha aumentado el sentimiento de desilusión con las medidas promovidas por los Estados Unidos y sus organismos satélites, especialmente el FMI, y las perspectivas de progreso, especialmente para los países más pobres, son sombrías. Diversos mandatarios han expresado ante la ONU la necesidad de una reforma a las instituciones financieras para prevenir las catástrofes económicas. (Xinhua) |