Agencia Boliviana de Información (ABI) Uno de los hechos luctuosos más indignantes de las últimas décadas de la historia de Bolivia ocurrió el jueves 11 de septiembre en la región pandina Porvenir a la altura del lugar denominado Tres Barracas donde comenzó la cacería de campesinos por parte de paramilitares y sicarios, aparentemente enviados por el prefecto, Leopoldo Fernández, dejando el saldo preliminar de al menos 16 muertos, decenas de heridos y desaparecidos. Rosa, nombre ficticio, es una dirigente valerosa de la comunidad rural Santos Mercado, la más lejana de Pando, desde dónde tuvo que caminar 12 horas para llegar al lugar de la pesadilla, porque lo que conecta a su poblado sólo son sendas y no caminos para las movilidades, además debe mantener a ocho hijos y siete entenados. Con mucho dolor y lágrimas confesó que nunca en su vida pensó ver tantas escenas de horror y menos imaginó que había gente tan cruel para matar a niños, mujeres y ancianos. La humilde campesina salvó la vida milagrosamente porque logró lanzarse a una cuneta y encontró en su destino a otra mujer piadosa que al mirarla en el canal la ocultó con bolsas, llantas y basura para que no la descubrieran. Se olvidó el olor fétido que desprendía la basura porque fue más su fe para continuar con vida y desde donde pudo observar los sucesos más vejatorios. Vio como al ingeniero de la Prefectura que yacía muerto al chocar un vehículo de Sercam con un camión de los campesinos, le dan un disparo en la cabeza aparentemente para culpar a los campesinos. También testificó cuando los iracundos paramilitares les obligaban a los campesinos detenidos con disparos en las piernas revelar quiénes eran los principales dirigentes y por orden de quién estaban en la marcha. Impotente dijo que no respetaban a las mujeres que cargaban a sus niños en manos, porque igual las golpeaban, pese al llanto desesperado de sus hijos. Aseguró que las mujeres y ancianos pedía de rodillas que les dejen en libertad, pese a las ruegos de piedad eran golpeados sin contemplación. Confesó que está muy indignada por la actitud de los policías, porque dijo que fueron los uniformados los que les entregaron a los sicarios para ser masacrados, pues afirmó que un coronel y una mujer policía que comandaban a la tropa de uniformados, les obligaron a quedarse en el lugar, como si todo estuviera planeado para que se produjera la balacera. Dijo que los campesinos llevaban palos, canecos y su plato, además muchas mujeres cargaban a sus hijos porque debían darles de lactar. La mujer sobreviviente perteneciente al municipio de Santos Mercado, que estuvo oculta en la cuneta con basura por seis horas, relató los momentos sangrientos del 11 de septiembre en una entrevista. |