Luis Fernando Cruz/Agencia Boliviana de Información La historia y los escritos relatan que el 15 de noviembre de 1781, el silencio se apoderó de la plaza principal de Peñas (localidad al noroeste de La Paz), donde se cumplió la sentencia de pena capital para quien había osado levantarse contra la violencia y la tiranía española en defensa de la dignidad y libertad de los aymaras, quichwas e indígenas originarios del entonces Alto Perú. La orden fue dada y los caballos partieron a los cuatro puntos cardinales. La sentencia colonial había sido cumplida. Su cuerpo descuartizado fue expuesto por todo el territorio de Kollasuyu, como escarmiento a los indios rebeldes. Su cabeza fue enterrada en el cerro de K’ili K’ili (La Paz); la mano derecha en Ayo Ayo (camino a Oruro), la izquierda en Achacachi (cerca del lago Titicaca); su pierna derecha en Chulumani (Sud Yungas de La Paz); y la izquierda en Caquiaviri (provincia Pacajes de La Paz). Después de 227 años de esa inmolación las organizaciones sociales de la Ciudad de El Alto rindieron este viernes su homenaje al líder de la lucha por la liberación de los pueblos indígenas-campesinos en inmediaciones de la plaza Corazón de Jesús. La leyenda cuenta que en este lugar se encuentra enterrado el resto del cuerpo del líder aymara y que “todavía late el corazón de Julián Apaza como señal de la emancipación de los pueblos indígenas del mundo”. Corría el año 1750 cuando nació Julián Apaza en la comunidad agrícola de Sica Sica. Los comunarios aymaras vieron admirados que dos hermosos y enormes mallkus bajaron a Sullkawi en Sica Sica, y se posaron en las montañas cercanas, uno de los cóndores representaba a la Nación Aymara y otro a la Nación Quichwa. La historia da cuenta que Julián Apaza fue sacristán y panadero antes de iniciar una de las rebeliones indígenas más grandes de esa época, entre las que se describe que se consolidó dos cercos, y una se prolongó por más de seis meses a la ahora ciudad de La Paz, con un ejército de 40.000 hombres, en 1781 Este levantamiento indio de finales del siglo XVIII fue el más extenso geográficamente y con más apoyo. Tomó dos años al gobierno colonial español sofocarlo. En 1780, Julián oye hablar del Jach’a Katari, el líder Tomás Katari, quien inició una lucha con los Ayllus guerreros Q’aqachacas de Macha frente a los abusos de los españoles. Julián tomó contacto con Tomás Katari, y ambos compartieron sus ideas, y en su honor adoptó el nombre de Katari que quiere decir valentía y peligrosidad de la serpiente. Tupak es águila y ese nombre lo usó como símbolo de fraternidad con Tupak Amaru, el héroe Quichwa. El Congreso Nacional sancionó el proyecto de Ley Nro. 080/03-04 por el que declaró héroe y heroína nacional a los líderes aymaras Julián Apaza y a su esposa Bartolina Sisa (también ejecutada por el poder colonial español) que en el siglo XVIII combatieron contra las tropas españolas. El entonces senador aymara Esteban Silvestre, del Movimiento Al Socialismo (MAS) electo por el departamento de La Paz, impulsó la aprobación del documento. La ley sancionada en el Legislativo fue remitida al Ejecutivo para su promulgación y vigencia. Tupac Katari, y su esposa, Bartolina Sisa, regaron el territorio del altiplano con su sangre en su lucha por la libertad. La historia de ambos está marcada por el cerco a la ciudad de La Paz, en 1781, como una de las gestas indígenas de mayor importancia. Para los españoles dominar la insurrección era cuestión de vida o muerte. Si vencían los rebeldes, acababa el poderío de España no solo en las colonias americanas, sino en todo su entonces decadente imperio. Pero Tupac Katari fue capturado y sentenciado a morir descuartizado por cuatro caballos en la plaza del pueblo de paceño de Peñas. Su mujer fue ahorcada después de ser sometida a torturas. Julián Apaza fue insobornable líder, gran estratega del ejército indígena andino y caudillo indiscutible de la rebelión. |