Néstor Kohan El referendum autonómico de Santa Cruz es sólo la punta del iceberg. Gravísimo error sería limitar el debate a una cuestión leguleya. Es un secreto a voces que la burguesía de la “Medialuna”, blanca, racista, lumpen y dependiente, se propone voltear a Evo Morales. No está sola. Es asesorada y dirigida por el embajador norteamericano Philip Goldberd (quien trabajó entre 1994 y 1996 en Kosovo…). La CIA aplica en Bolivia un plan previsible. Combina el secesionismo de Kosovo, la guerra psicológica y el fogoneo a la contrarrevolución interna como ayer lo hizo en el Chile de Salvador Allende y hoy lo hace en la Venezuela de Chávez. Goldberd implementa un esquema de manual. Utiliza fundaciones como la National Endowment for Democracy (NED), la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) y otros organismos para transferir dinero a ONGs “independientes” y grupos de derecha, exactamente igual que en Venezuela. Desde 2005 la USAID dio 120 millones de dólares al año a la oposición supuestamente “democrática”. La plaza central de Santa Cruz está repleta de jóvenes mormones -camisa blanca, rubios, ojos celestes- que apenas hablan español y alertan contra “el demonio”… Sugerirle a Evo Morales que en ese contexto se siente a dialogar mansamente con esta burguesía guerrera, financiada por EEUU, no sólo es poco realista y escasamente pragmático. Es, sencillamente, SUICIDA. Como el mismo Morales reconoció en una entrevista, el MAS ha llegado al gobierno, pero no tiene el poder. Precisamente de eso se trata. Si se pretende transformar a fondo la sociedad boliviana no puede eludirse el problema del poder, bajo el riesgo de perderlo todo. El dilema actual de Evo y el MAS consiste en saber si se puede frenar a la derecha haciéndole concesiones o es preferible confrontar y avanzar en el proceso. La respuesta es compleja pues el gobierno de Evo no es homogéneo. Está tironeado entre dos polos: la opción de los consejeros moderados (donde se inscriben algunos funcionarios de la vieja clase política, hoy devenidos progresistas, y algunos académicos que han acompañado el proceso) y la opción de sus militantes y bases sociales más radicales. Estos últimos proponen avanzar de modo radical en el proceso de reformas hasta quebrar el pacto implícito que maniata al gobierno y lo va debilitando lentamente. Si esta opción terminara predominando, Evo debería no sólo profundizar el enfrentamiento con la “Medialuna”. También debería imponer el control de precios para frenar la inflación (consigna que, según hemos podido escuchar de manera directa, sus propias bases le han sugerido a grito pelado en algunas manifestaciones) y acelerar el control total y no sólo parcial de los recursos naturales. Queda escaso tiempo para decidir entre ambas alternativas. La historia es cruel y no perdona las indecisiones. Los pueblos postergados, humillados, explotados, están a la expectativa. Bolivia vive horas decisivas. El desenlace repercutirá en toda la región, desde Venezuela hasta Argentina. |