La calle La sentencia ordenó pagar a favor de los familiares legales de las víctimas una reparación civil de 50,000 nuevo soles. Ambos sentenciados fueron puestos a disposición del INPE para el cumplimiento de su condena. El fiscal Víctor Cubas Villanueva se mostró conforme con la sentencia. COMISEDH, presentará un recurso de nulidad pues, el monto fijado para la reparación civil no corresponde al daño causado, señaló el Dr. Gustavo Campos, abogado del caso Bustíos. Como se recuerda, aquel día, 24 de noviembre de 1988, Bustíos y Rojas Arce, trataban de llegar al fondo de la investigación que habían iniciado sobre los asesinatos de Primitiva Jorge Sulca y su hijo Gregorio, pobladores de Erapata, localidad cercana a Huanta. Los dos llegaron a las cercanías de Erapata y buscaron la casa donde había vivido Primitiva, pero la encontraron ocupada por una patrulla del ejército, que no les permitió el ingreso. Decidieron entonces dirigirse a la base militar de Castropampa en Huanta, para solicitar la autorización para llevar adelante su trabajo periodístico. En el camino, Bustíos y Rojas se encontraron con policías de civil de la entonces llamada Policía de Investigaciones del Perú (PIP) que se dirigían precisamente al hogar de Primitiva Jorge. Los policías invitaron a los periodistas a acompañarlos, pero los militares les negaron por segunda vez el ingreso a la casa. Ante la negativa, los periodistas decidieron no demorar más y realizar el trámite directamente ante la autoridad militar de Castropampa, donde finalmente les dieron el permiso. En la gestión de Castropampa, los periodistas estuvieron acompañados por Margarita Patiño, esposa de Bustíos. En esa localidad, el teniente coronel Javier Landa Dupont y Bustíos sostuvieron una conversación privada que demoró entre diez y veinte minutos, durante la cual el militar jefe del destacamento, preguntó al periodista si conocía al líder senderista “Sabino”, quien había sido capturado días antes y querían conocer quiénes eran sus contactos. La esposa de Bustíos se quedó en Huanta. Los periodistas se dirigieron a bordo de una motocicleta que piloteaba Bustíos a la localidad de Erapata. Cuando llegaron a unos 300 metros de su destino, se encontraron con policías de la entonces denominada Guardia Civil. Los periodistas siguieron su camino. Como iban en descenso por una pronunciada pendiente, Bustíos apagó el motor de la motocicleta, de modo que estaban rodeados de silencio. Entonces, sin aviso alguno, cuatro individuos con las caras cubiertas por pañuelos, que surgieron de entre unos matorrales al borde del camino y desde una casa abandonada, comenzaron a disparar contra Bustíos y Rojas. Atacados por dos flancos Rojas emprendió la fuga en sentido contrario al que llevaban y fue alcanzado por un balazo en el muslo, otro en el brazo derecho y un tercero le rozó el lado izquierdo del abdomen. No se detuvo hasta llegar a la casa de Primitiva Jorge Sulca, donde permanecía la patrulla militar. Mientras corría, Rojas volvió la cabeza y pudo ver cómo uno de los atacantes detonaba una granada sobre el cuerpo de Bustíos. Dos meses después, el 6 de enero de 1989, Rojas Arce presentó una declaración jurada en que relataba los pormenores de estos hechos, ante la notaria pública María Mujica Barreda en Lima. Otro testigo excepcional, Alejandro Ortiz Serna, refirió ante la misma notaria que vio a un hombre vestido con blujeans y camiseta blanca, disparar con arma corta automática, “que no hacía mucho ruido” contra Hugo Bustíos. El hombre que disparaba “tenía la piel blanca, cabello crespo y bigote”. El testigo dijo que el hombre era oficial de la base de Castropampa y su apodo era “Ojos de gato”. Tras disparar contra el cuerpo caído de Bustíos, “vi al mismo hombre arrojar una granada sobre su cuerpo”, dijo Ortiz Serna. El testimonio de Ortiz fue publicado en la revista Caretas número 1055 del 5 de diciembre de 1988. Junto a él hicieron declaraciones a la revista otros siete testigos. Todos coincidieron en que el único que tenía un arma corta en el grupo de atacantes y quien disparó contra el cuerpo caído de Bustíos fue un militar conocido como “Rogelio”, a quien le decían también “Ojos de gato”, cuyo nombre real, se supo más tarde, era Amador Vidal Sanbento “Allí he visto que los militares estaban sentados al costado de la casa blanca (abandonada). Ahí han estado en la esquina un rato. Esos los que han hecho reventar las balas”, dijo el testigo Alejandro Ortiz Serna, quien añadió que “como a las once y media vinieron dos carros del ejército. En el caserón han bajado varios, algunos con ropa de civil…” Un testigo asesinado La Comisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que hizo la investigación dijo que “las víctimas habían recibido amenazas por parte del personal militar, que los militares conocían detalladamente el camino que tomarían los periodistas (Bustíos y Rojas), que el atentado ocurrió trescientos metros después de encontrar una patrulla militar y trescientos metros antes de donde estaba estacionada otra sobre el mismo camino”. Habían recibido amenazas por parte del personal militar, que los militares conocían detalladamente el camino que tomarían los periodistas (Bustíos y Rojas), que el atentado ocurrió trescientos metros después de encontrar una patrulla militar y trescientos metros antes de donde estaba estacionada otra sobre el mismo camino”. Los testigos, incluida la esposa del periodista Bustíos, fueron amenazados por las autoridades policiales, sometidos a interrogatorios y luego liberados sin explicaciones. En enero de 2007, la cuarta fiscalía superior penal hizo la denuncia penal formal contra Sanbento, líder del ataque a balazos contra Bustíos, y lo acusó del asesinato. Para llegar a la denuncia fiscal, la justicia ha tenido que superar numerosos obstáculos. Primero el fuero militar declaró inocentes a los presuntos responsables, y en 1993, una sala de la Corte Suprema, integrada por vocales sumisos al dictador Alberto Fujimori, decidió archivar el caso. En 1997 la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ante la que fue denunciado el asesinato, declaró que el Estado peruano era responsable de aquel homicidio. |