Pablo Mamani Ramírez Muchas veces la historia es paradójica y compleja. Zarate Willka había sido el factor vital del triunfo de los liberales de José Manuel Pando en La Paz. Aunque luego había sido olvidado por la miopía y el sentido de limpieza de sangre de estas nacientes élites. Con este triunfo y la revolución de 1952 se potencia Santa Cruz y junto a ello nace nuevas élites locales, los migrantes croatas y las viejas élites derrotadas de la región andina que se muestran de pronto como los nuevos referentes de la posibilidad de la modernidad del país pero siendo en el fondo lo mismo: racista, anti-indígena y anti-nación. Lo que debía morir en 1899, es decir, el estado colonial, o re-nacer el estado indígena en 1780-81, puede morir después de una larga agonía de 107 años desde la asonada de Zárate Willka o el de 525 años del levantamiento de Tupaj Katari, en poco tiempo. Si ocurriera en algún día esto sería la venganza de Zárate Willka o la justicia histórica de Tupaj Katari-Bartolina Sisa al igual que la maldición de Hapiaoeki Tumpa. Traicionado, utilizado y asesinado como fue Willka por los liberales de 1899-1900 hoy pareciera que vuelve ese mismo tiempo como una mancha oscura en la historia de la opresión colonial de los pueblos. Los colonialistas franceses como en Argelia o los ingleses en la India de Gandhi, en gran medida casi siempre se han mostrado como los ilustrados y demócratas que dicen luchar por los pobres y por los oprimidos. Hablan de la democracia y la libertad siendo autoritarios y opresores como los denominados de la Concordancia en Bolivia de 1937 que después terminan colgando a Villarruel en 1946. Hoy al parecer quieren hacer lo mismo. Colgar presidentes y acometer genocidio contra los pueblos a nombre de la democracia y libertad que es sinónimo casi de su dictadura. O que es igual. En la colonia también hablaban de la civilización humana para en seguida acometer sin clemencia al suplico inhumano a Tupaj Katari, Bartolina Sisa y a los Tumpas guaranies. El mundo del poder de este modo es pura y simple retórica. La democracia sigue siendo para el indígena una verdad controlada y así es pura ilusión de su libertad. Pues de este modo, las élites en Bolivia, particularmente los de la derecha, suelen mostrarse elegantemente como los portadores del proyecto de la civilidad humana con un discurso liberal y democrático pero teniendo en el alma las mismas prácticas coloniales del pasado colonial. O mejor siendo la misma colonia. Aunque este principio al parecer está finalmente llegando a su fin, esto por lo menos está muy claro en la gran región andina y en buena parte de la amazonía. La mirada de la sociedad y del mundo de estas élites es a través del sistema de clientelaje y la corrupción pero que ahora ya no pueden ya seguir estirando esto más. Entonces nuevamente miran, como se ve en la actual coyuntura, a lo que siempre fue lo suyo: el mantener el privilegio absoluto del sistema de castas al que la llaman democracia. Esto está definido en el privilegio económico y, por otro, en usufructo del poder colonial. Este es un sistema de colosales estancos que separa entre pueblos, regiones, culturas, lenguas, en síntesis, separa la vida social de los indígenas y no indígenas o el de los mestizos. Es un apartheid madi in Bolivia casi o similar al apartheid sudafricano. En el fondo la lucha de los líderes de la llamada media luna básicamente es el no querer compartir el poder al lado de un indio. Nunca han estado de acuerdo con esto. Juraban siempre que su sangre era azul o puro al estilo de ciertas ideas del siglo XX como el de los nazis alemanes. Y tampoco, como se observa, están dispuestos a ser gobernados por los indios, aunque sea por lo menos por unos cinco años, teniendo presente que el gobierno de Evo Morales no es un gobierno indígena. Allí está un influyente entorno blancoíde. Pero igual. Aquel y esto son insoportables para dichas élites por esto que al igual que sus estirpes siguen siendo los mismos: señoriales y anti-democráticas que los hacen colosalmente radicales en sus gustos y modales inquisitoriales, autoritarios, discriminantes y racistas. Así de este modo no concibe todavía que la democracia es un espacio social donde debe existir naturalmente en un país como éste ya presidentes indios o blancos o los dos. Talvez el momento actual es el quiebre de la democracia señorial y la radicalización de otra democracia social porque existe un presidencia indígena que habla con dificultades la lengua de castilla, pero que se comunica muy bien con la gente con esta lengua; la lengua de las élites. El otro factor de su lucha es el no querer perder los privilegios económicos acumulados en cientos de años del usufructúo del estado y de la sociedad. Es decir, los negocios ilícitos, negocios lícitos, y todo tipo de negocios que al final es la fuente seguro de su poder como castas y señores. El poder económico para esto es fundamental. Es digamos la materialidad de su poder político y la subjetividad de su yo como un yo todo. Aunque su economía es miserable en relación con otras élites de América del sur. Pero eso no importa. Allí son humildes y aquí son señores. Ganan plata capitalistamente pero pierden colonialmente. Acumulan dinero a costa de la mano de obra india (por esto los aymaras y quechuas lo llaman q’ara y los guaranies karai) pero derrochan en lujurias como especies que hacen honor a la natura oligárquica. Esto en cierto modo quiere decir que viven casi como parásitos del y en el cuerpo ajeno. La libertad que estos días reclaman posiblemente esté relacionada con esto. Es decir, la libertad de vivir del y en el cuerpo ajeno. De succionar lo ajeno como si fuera suyo, como si el cuerpo fuera también suyo. O que el trabajo también. Así de este modo, en el contexto de la demanda de las regiones por mayor participación en el estado se muestra sin embargo un hecho radical: la derecha o la oligarquía siempre se ha pensado como dueños del país, dueño del destino de los nueve millones de hombres y mujeres. Ahora al ya no poder seguir teniendo este privilegio como de su propiedad se muestran tal cual son: anti-democrática y anti-naciones. Sienten que la propiedad sobre el país se los va de las manos. Y naturalmente tienen que hacer lo están haciendo. Pero este tiempo es ya otro tiempo. El tiempo se ha movido, mientras dichas élites al parecer se han quedado congeladas en este tiempo. La maldición de Zárate Willka entonces ronda indefectiblemente al parecer en la mente y la mirada de los hombres y mujeres del nuevo tiempo. Willka no sabemos si lo dijo como Tupaj Katari: “volveré convertido en millones”, pero al parecer ha vuelto de facto hecho millones y millones como la infinita arenisca y piedras derramadas en las montañas y en las planicies andinas o las amazónicas. Un Mallku Serpiente en la amazonía dijo: “somos dueños absolutos de nuestros territorios y de nuestro destino”. Pues así, Evo quería reformar pacíficamente este estado colonial pero parece que la historia se lo va a negar hacerlo de este modo, sino posiblemente de otra forma. Y en esto la historia parece ser también implacable entre los rencores de Evo Morales y Felipe Quispe. Previsiblemente la historia los va a obligar a caminar juntos como en el abrazo de julio de 2001. Esto tal vez los obligue a ser parte indefectible de un proyecto histórico propio con sus dos parcialidades. Evo una parcialidad y Felipe la otra parcialidad. Aunque Evo Morales en su gobierno comete varios errores como el haberse desprendido de Oscar Olivera, uno de los líderes de la guerra del agua de Cochabamba en 2000, o el de Roberto de la Cruz y de muchos otros líderes o lideresas que son quienes en verdad los que originalmente han liderado el cuestionamiento profundo a los privilegios de la oligarquía colonial del país. Luego aparecen otros/otras para desplazarlos o tratar de anularlos. Aunque Felipe (o Eugenio Rojas) por ahora parece no tener mucha fuerza pero es evidente que mucha gente ha vuelto a caminar los pasos de Quispe. Si bien Evo lidera hoy esta lucha (vía reforma) y Felipe espera su momento radical pero al final lo que la gente espera es que los dos sean uno (aunque diferentes). Y si no es posible esto entonces como dijo un joven aymara que aparezca otros líderes con las dos cualidades: el del Evo y el del Felipe. Entre lo radical y lo suave. Por esto la historia es paradójica, compleja hasta implacable. Nos hace a los hombres y mujeres parte indefectiblemente de un tiempo histórico. El negarse a ser parte de éste es posiblemente negarse uno mismo como pueblo o civilización. Esto sería negarse a ser gente y de ser seres históricos. Allí está, como lo dicen repetidamente los amawt’as de Tiwanaku, la piedra candente del amanecer de los Willkas-Kataris-Sisas-Tumpas y Mallkus. |