Carlos Mamani C. katari.org El gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003), que duda cabe, fue la última manifestación de la supremacía criolla (misti, blancoide…). La asunción al mando de la republica boliviana en enero del 2006 por un aymara significó el comienzo de la cuenta regresiva para la supresión del régimen colonial, implantado por Gonzalo Pizarro e institucionalizado como administración bajo el nombre de Audiencia de Charcas. La burocracia colonial, instalada en la ciudad de La Plata, que obligada por la presencia de las tropas colombianas en 1825 rompió sus vínculos con la metrópoli, adoptando el nombre del general Bolívar garantizó sus privilegios y supremacía. La historia de la república de Bolivia es tan igual a la de Rodhesia, que desapareció con la descolonización de Zimbabwe. Fue en la profunda convicción de que la naturaleza colonial del Estado Boliviano, expresada en la muerte sembrada por el régimen de Sánchez de Lozada (febrero-octubre 2003) entre la población indígena de La Paz, que la refundación del país fue adoptado como mandato por la generalidad de las instituciones, organizaciones sociales y población en general. El término refundación aludió desde el principio al carácter racista, criminal y destructivo impuesto por los Pizarro, entonces la descolonización como método, el camino más efectivo hacia la construcción y la libertad fue adoptada como principio fundamental del pensar y el hacer en coyuntura de transición. Sin embargo, mucha agua ha corrido bajo el puente desde los gloriosos días de octubre 2003, la casta colonial ha aplicado con mucho esfuerzo en la defensa de sus privilegios y supremacía. Valorando su experticia burocrática se aferraron de la administración estatal, innovaron la gestión de conflictos con prefectos elegidos y autónomos, devaluando así las facultades del primer Presidente Indígena. Se atrincheraron, como en los antiguos feudos europeos, en las prefecturas departamentales y desde allí impusieron la agenda de las autonomías, incluso en clara actitud de chantaje inventaron nación camba, media luna. Este ataque tenía como destinatario la nación Qulla (aymara-quechua) que tumbó a Sánchez de Lozada e impidió que Hormando Vaca Diez se sentara sea un minuto en la silla presidencial. La provocación fue respondida en la medida y el calibre esperado por la casta colonial: autonomías indígenas. Para la nación Qulla tal absurdo nunca fue preocupación, sin embargo recursos financieros hábilmente dirigidos llevaron a la redacción de documentos que coinciden con el lenguaje de la nación camba, la media luna y Podemos. La habilidad burocrática de la casta colonial, aprendida en los casi 500 años de colonialismo, ha llevado a “pisar el palito”: el juego del enfrentamiento entre “autonomías indígenas” y autonomías departamentales. La libre determinación, comulgada por todos los pueblos indígenas, se ha convertido en apenas autonomía. Cuando se hizo evidente que tales autonomías departamentales no eran más que atrincheramientos de supremacías racistas, cuyos voceros no tienen el menor cuidado en agredir físicamente y frente a cámaras de TV a líderes indígenas de “su departamento”, sacan debajo la manga el asunto de la capitalía: movilizar a la gente, cual ganado, sea en millones o en cientos de miles, que importa. El resultado es el completo abandono de la descolonización, queda muy lejos, pero muy lejos Félix Patzi y la consigna “revolución democrática cultural”. Es imposible exigir, o incluso pensar, que sean los mismos miembros de la casta que lleven adelante el desmontaje del racista, criminal y depredador aparato burocrático colonial. La lealtad, el silencio ha sido proverbial, que ha dado lugar al encumbramiento del indigenismo como pensamiento y acción de los indios. Se ha llegado al absurdo: el indigenismo, acusado en su momento de etnocida (por eso la desaparición de todo el aparato burocrático de los institutos indigenistas en el continente), re aparece con rostro “revolucionario”, el racismo se pavonea nuevamente: o qué significa hablar, escribir, hacer en nombre de los indios. Paternalismo como siempre y en la misma línea de Bartolomé de las Casas, Mariátegui, Tristan Marof, Alcides Arguedas: el indio quiere esto, quiere lo otro, autonomías, defensa del legado de Zárte Willka, etc. El indigenismo es falso fantasma, cucu de conveniencia, útil para un mismo interés la supremacía blancoide. La querella tiene dos únicos actores reales: los nativos (qullas, chiriguanos, chiquitanos, mojeños…) en contra de los individuos que quieren preservar el legado Pizarro, Ñuflo de Chávez y sus amigos venidos hace poco del imperio austro húngaro, Turquía y tukuymas. La refundación del país, la descolonización han sido hábilmente reemplazadas por las hábiles manos de prestidigitadores por autonomías, capitalías… es hora ya de volver a la agenda y las voces de octubre 2003, cuidado que se retrase en algunos minutos la salida del nuevo sol y se complique por ello el pachakuti. |