katari: Carlos Mamani Condori En el actual lenguaje de los llamados movimientos sociales mucho se habla de la rebeldía popular expresada en contra de las clases dominantes, el poder, el Estado, etc. Rebelión en la tradición hispana criolla es un concepto asociado a “pueblo”, pero más específicamente a los indios, así incluso suelen decir que la rebeldía comenzó el mismo día del “encuentro” entre Atawallpa y Francisco Pizarro. En las narraciones españolas del siglo XVI, la defensa de la patria es catalogada como alzamientos (alzados) y sus incursiones y correrías reciben el apelativo de pacificación. Sin embargo el concepto rebeldía como acción es una falacia. Por qué debemos obligarnos a pensar desde la cabeza de Pizarro y creer que era él, el gobernador? Lo cierto es que en el Tawantinsuyu había un estado de derecho y la autoridad encargada de mantenerla era el Inka. Entonces a raíz de semejante equívoco, desde la versión hispano colonial, por arte de la falsificación, la mentira adquiere carácter de verdad, el pillo, el salteador se convierte en autoridad y la autoridad legítima se convierte, sino es también en pillo, en un rebelde con problemas con la “autoridad”. Así se ha transmitido la historia desde la versión del invasor extranjero, y ha servido para eternizar una relación de dominación. El año de 1536 al haberse visto obligado a abandonar la capital Cuzco, Manku Inka Yupanqui, desde la espesura de la selva, en Vitcos, comenzó a controlar el territorio, teniendo especial cuidado con los traficantes españoles que, desde la recientemente fundada, Lima se ocupaban de monetizar y mercantilizar el esquilmo y los robos que sus paisanos estaban cometiendo en el interior del país. Aquí es de notar, cual será luego el posterior desarrollo de Lima, que junto a la jauría de encomenderos que acompañaban a Francisco Pizarro en su nueva ciudad, también comenzaron a asentarse comerciantes cuyo principal producto de tráfico no eran otro que los metales preciosos que las bandas de asaltantes regadas por todo el país se ocupaban en despojar a los nativos. En el punto donde se había ubicado el Inka, no habiéndose aún fundado la ciudad de Huamanga, era cuestión de estado cortar dicha vía, tanto para aislar la capital Cuzco en poder de Hernando Pizarro como para aminorar el esquilmo, llevado por los invasores con un terrible costo de sufrimientos y vidas por parte de los nativos. Para ilustrar la naturaleza de la confrontación, así como para desmitificar la narrativa colonial, teniendo como fuente a Pedro Cieza de León ofrecemos un cuadro positivo, una brillante victoria del ejército inka sobre una fracción de la pandilla de salteadores que perseguía capturar nada menos que a Inka Manku Yupanki. Una brillante victoria Manco Inka que realizaba sus cabalgatas por la zona se enteró que los españoles andaban cerca por lo que quiso retirarse. El factor Suárez, también se enteró de la cercanía del inca por la información de la gente del lugar, por lo que decidió enviar un grupo de 30 españoles al mando de un hidalgo de nombre Villadiego, para que pudieran sorprenderlo, secuestrarlo y desbaratar su ejército. Informados que el Inka estaba a solo tres leguas Villadiego fue con los 30 que eran rodeleros, ballesteros y arcabuceros. Entonces Villadiego “se partió a la segunda de la noche”, caminó hasta un puente que pasaba por sobre un caudaloso río, no habiendo andado mucho todavía se informaron por unos nativos que el Inka estaba cerca, en un alto de la montaña. Los nativos les informaron que Manco Inka contaba con nomás de 80 hombres, al grueso del ejército había mandado adelantarse, pues luego de cerciorarse de la presencia de los españoles, les daría alcance. Enterado el dicho pelafustán de Villadiego se alegró mucho, en la creencia de que le sería fácil capturar o matar al gobernante y a cambio obtendría mucho provecho y honor. Con dichos pensamientos “locamente, sin mirar la sierra quán dificultoso hera andar por ella, por ser áspera, que tanvien fuera necesario llevar cavallos con qué ganar lo alto, para que si muchos yndios contra él viniesen tener en ellos fortaleza para se anparar” (Cieza 1991: 375). No tenía caballos por tanto Villadiego no podía representar a cabalidad el papel de Santiago mataindios. Antes de que partiese la orden de Suárez fue que si estaba en descuido el inka lo capturasen, pero si supiese que “estava en alguna parte fuerte” y los 30 españoles de a píe podrían sufrir daño, entonces debían retirarse para dar aviso al cuartel en el pueblo de Uripa, para que entre todos españoles optasen lo más conveniente. Pero, Villadiego, para consuelo del cronista y los lectores españoles, era un recién venido sin experiencia en la guerra con los indios… con evidente calentura dijo a sus compinches “Por ventura, toda la gloria se an de llevar los de a cavallo, e los de pié no tienen sus personas en nada?” (Cieza 1991: 376). Aquí queda evidenciada nuevamente la importancia del caballo en lo mortífero que podían ser los españoles. Villadiego y sus compinches no llevaban un solo caballo. Sabiendo que el Inka estaba cerca, se apresuraron en ir a su encuentro, no sea que se retirase y perdiesen la oportunidad de fama, honores y el rico despojo, sabido que el inka llevaba consigo su tesoro. Cieza señala que no por desbaratar con 30 hombres a 80 indios Villadiego se haría famoso pues “comundmente adonde se hallan juntos cincuenta españoles tienen ánimo para acometer a mil e a dos mil yndios”, entonces aquí se trataba de números, siendo menos de 50 lo aconsejable habría sido para Villadiego resignar sus ansias. Con la cabeza afiebrada, que fue en aumento con el fuerte sol que causó un fuerte calor, los 30 de Villadiego reptaron hacia la cima donde se encontraba el inka. Los españoles estaban compuestos por 5 arcabuceros, 7 ballesteros y el resto rodeleros, sudaban y tenían sed, que luego algunos se desmayaban en la subida. Pobrecitos de los pillos, cuando el extranjero tienen el monopolio de la palabra escrita, puede incluso asegurar la conmiseración del lector! Por su parte “Mango Ynga, teniendo aviso de la venida de los treynta cristianos y del cansancio e fatiga tan grande que trayan, e como venían syn caballos” se aprestó a darles batalla “cavalgando en uno de quatro que allí tenía”. En esta batalla, en los preparativos Manku está montando un caballo y armado de una lanza “gineta” dijo a sus soldados que “que se animasen y aderezasen para yr contra los treynta cristianos que venían”. Cieza recalca una y otra vez el cansancio, calor y muertos de sed que estaban los españoles. El combate es mostrado como una de soldados españoles, sin contar con una de sus mortales armas el caballo y al mando de un capitán bisoño, que contagió su calentura a sus demás camaradas y el Inka, por su lado, es mostrado, sí como un rey, pero al mando de bárbaros “dixo a los bárabaro que con él estavan” (Cieza 1991: 377). El inka estaba acompañado en ese momento por otros importantes miembros de su corte (linaje dice Cieza), a tres de ellos que montaban los otros tres caballos restantes ordenó se aprestasen para dar encuentro a los españoles. Los de Villadiego por su parte por el cansancio, pararon cerca de la cima, enviando adelante a cinco o seis jóvenes para ver lo que había. Mientras tanto Villadiego y compinches se aprestaban a tomar descanso bajo la sombra de unas mantas que armaron con cañas. Los 5 o 6 mancebos no bien caminaron un trecho escucharon el ruido del galope de los caballos y los soldados de Manku. Sin ser vistos volvieron a donde sus compinches para dar aviso de la venida el Inka. Sabido Villadiego, seguimos la narración de Cieza, prontamente con el pedernal incendió mechas para el uso de los arcabuces y cargó el arcabuz con que estaba armado para disparar en cuanto apareciesen los soldados del inka, como estaban acostumbrados dijo a su gente “que no temiesen a los yndios ni desmayasaen en verse sin caballos, que Dios nuestro señor sería con ellos y en su ayuda”, pero ya los españoles mormuraban sus desgracias mucho más cuando Villadiego carecía de experiencia. El Inka que ya los había visto, desplegó un ala de su formación para envolver y cercar a la banda de Villadiego, viéndolos sin su arma mortífera como eran los caballos, había poca consideración de la fuerza española, además tenían la ventaja de estar en lo alto de la sierra, desde donde comenzaron a disparar sus dardos y flechas. El bisoño Villadiego disparando su arcabuz con la pelota (proyectil) logró eliminar un soldado y los otros arcabuceros al parecer causaron algunas bajas, lo mismo que los ballesteros, pero carentes del ímpetu que les conferían los caballos, no podían ser nada más. Con los consabidos gritos de guerra el ataque del ejército fue incontenible, luego de su primer disparo, Villadiego fue prontamente inmovilizado, un garrotazo que le dieron con un “bastón” le quiebró el brazo. El Inka, jinete en caballo, “avaxó a los cristianos”, fue una lucha de 2 horas(?). Para consuelo Cieza dice: “por estar los cristianos tan cansados e calurosos, no peleavan como en otros tienpos semejante que ellos se avían visto”. Pobrecitos, conmiseración el jefe era bisoño, estaban cansados, sedientos y flacos, se aprovecharon los soldados del inka. El resultado fue la derrota, el sueño de Villadiego y compañía fue ahogado en su propia sangre, pero veamos lo que dice el cronista “e muy curelmente// fueron por los yndios veynte e quatro muertos y entre ellos Villadiego”. El español para sus lectores debe ser mostrado como héroe, y además cual es la fuente y el sesgo de esta historia sino es la misma de los españoles, entonces Villadiego es presentado como un león que luego de haber sido quebrado el brazo, aún logra eliminar a 3 soldados incas “e después de quebrado nunca le vieron hazer nenguna flaqueza” se le pinta tan bravo que sucumbe finalmente “de los muchos golpes e heridas que le dieron cayó muerto en tierra” (Cieza 1991:379) “después de los aver hecho bien”, claro se trataba de barbáros! Sin embargo 6 de los forajidos lograron escapar. Pero la desgracia para el ejército inca fue que en su huida fueron apoyados por los indios aliados “no vastara si no fuera por los yndios amigos, que encima de sus honbros y en hamacas, los pusieron en el real del Fator” (Cieza 1991: 379). Pero no solo se trataba de los 30 españoles, sino que también estaban los “indios amigos”, quienes en la batalla siquiera son mencionados, por lo que cuando estamos frente a la guerra y las batallas, la confrontación es ciertamente desigual, por que no solo se trata de españoles, sino de indios aliados a los extranjeros y protegidos por ellos los españoles se convertían en bravos leones. Manku Yupanki no podía ser benévolo con los traidores por lo que “mandava cortar las manos e a otros narizes, e por el consiguiente, a otros hizo sacar los ojos y envió algunas cabezas de los cristianos al valle de Vitcos” a la sede de su gobierno. Concluida la batalla ordenó al ejército que se encontraba en Vitcos a venir en su apoyo para repeler a los extranjeros. En la larga guerra contra la ocupación colonial hubieron muchas brillantes victorias como ésta, sin embargo la historia contada por los hijos de Pizarro desfigura la realidad y los vencedores son criminalizados como ocurrió durante la guerra de Zárate Willka cuando en Mohoza, 28 de febrero de 1899, un batallón de 130 hombres perfectamente armados fue liquidado por las huestes de Lorenzo Ramirez (Ramiro Condarco 1982: 270-277) que tan solo contaban con la superioridad de su convicción. |