Todo ser racional de la especie humana, fiel a la verdad cultural e histórica de nuestro pasado, examina y soporta atónito, el silencio inusitado del magnicidio y cobarde saqueo, transformado en el hito histórico, apocalíptico mas denigrante que Sudamérica halla conocido. Muestra palpable hoy, de lo que es capaz el espurio interés económico organizado, exhibiendo -cada año transcurrido- el desparpajo y el testimonio irracional, del malvado contubernio. Silencio alimentado por la propia Institución de las Naciones Unidas, y de aquellos grupos, adheridos a la mundana indiferencia diplomática, que participando de la insaciable confabulación, hacen naufragar, en el pestilente lago de la deshonra, la justicia y la unión de nuestro Continente. Tal deplorable realidad, avala por si sola, la barbarie cometida, mediante la razón de las bestias -las armas- el despojo de toda Antofagasta, sufrida por la Nación hermana de Bolivia. Tal asalto, las posteriores mentiras y seudos protocolos jurídicos, etc. son el prototipo del terrorismo y el saqueo. Tal zarpazo bélico ironiza, incluso, la máxima jurídica internacional, cuando esta exige por un lado, cinco de días de antelación la comunicación correspondiente de una acción bélica, y por el otro, cuando, reza: “la fuerza no genera derecho”. Bolivia aún sigue huérfana siquiera, de un pequeño reparo, consistente en un puerto propio sobre el Pacífico; pese el habérsele robado toda Antofagasta! Nada de esto, favorece el desarrollo de América y menos la coherencia de nuestra especie. La vigencia de este inaudito avasallamiento, no puede ni debe hacer zozobrar en el ostracismo del olvido, que hiere de muerte la hegemonía territorial de los países. Tal ignominioso acto lo es contra la esencia de la hermandad y de la Justicia. Quienes callan, quienes se hacen los distraídos, son los modernos eunucos, traidores y enemigos acérrimos de nuestra especie. Pese a que quien escribe este trabajo, no es Boliviano, el solo hecho de sentirse -no confundir con inocencia- integrante de la especie humana, como tal, ante la era virtual y donde el mundo se globaliza en todo sentido, percibe y siente, el mandato supremo de auxiliar al desposeído hermano. ¡Ho! Naciones Unidas, Instituciones Internacionales, Asociaciones civiles, etc. por favor!…no habléis de derechos humanos si conocéis la realidad de un país que ayer fuera despojado de 630 kilómetros de costa marítima sobre el Pacifico, y hoy ni siquiera tiene, la asistencia del derecho ante las prerrogativas internacionales para enfrentar el nuevo desafío de la economía mundial; un puerto sin aranceles! Un puerto propio! ¡Donde la igualdad de condiciones en América? ¿Donde “La Alianza para el Progreso” de John F. Kennedy?…¿El Banco Internacional del Desarrollo solo está para prestar dinero igual que el F.M.I.? si bien es cierto no hay que dar, sino enseñar como pescar, -Biblia- también deberéis dar los instrumentos necesario a estos fines; ¿porque no un puerto soberano para Bolivia? Cual es la razón de tanta parsimonia y discriminación jurídica? Mientras exista este escarnio a la ecuanimidad, lo ha de ser también contra la Paz, contra la probidad del hombre y la armonía Americana. Quien desea desunirnos? ¿Que hermano puede prestarse a esta confabulación, de existir el consenso de la hermanad? Increpo, denuncio -mientras exista este solapado olvido del ostracismo Boliviano- con todo el fervor, como hijo uruguayo, como hermano americano, el denunciar ante los magistrados correspondientes y la opinión publica de América; que la justicia es una mentira! El derecho no fue creado para los ricos, a ellos no le es necesario, no lo necesitan, no es para el poderoso, por el contrario estos últimos, lo han transformado en una burlesca y danzante escenografía, reduciendo el Derecho a un mero y virtual eslogan publicitario, para darle forma de pantalla y así, ocultar los seudos arbitrajes elaborados por una diplomacia aletargada, tramada por los correveidiles palaciegos. ¿Y los derechos humanos que dicen, mientras existe Bolivia sin Mar? Los derechos humanos, solo viven -en lo nacional- para defender los intereses de “ismos” de turno? ¿Los derechos humanos están politizados realmente? Esperanza, subliminal y cautivante manera sociológica, atrapando a las desposeídas y estafadas Naciones… acortándoles la larga y solitaria espera, hasta el último minuto de la senectud en encada generación; ¡justicia! Si es que existes, donde estas? ¿Eres realmente como dicen los descreídos; una ficción? Esperanza, canto de sirena, que al igual a nuestro Ulises, envuelto en un elemento anímico, le desfiguró la verdad del medio, haciéndole creíble la inalterable hidalguía y la moral del ser por antonomasia. Cuando conocemos la auténtica historia de Bolivia, la realidad, muestra la muerte paulatina de todo lo legítimo ante el exhorto del Derecho que le asiste a esta hermana. Esperanza, tras el grial del progreso, de los principios morales, del faro permanente, cuyo esplendor ondearía como bandera de equidad Americana. Esperanza de la hermandad venciendo al chovinismo, sin distingos de límites territoriales, patrias, razas, credo o dogmatismo; anhelando nutrir, la fragua permanente donde moldear la herencia de ancestrales ejemplos Americanos…más Bolivia, aún no se le ha reintegrado siquiera una salida al mar, libre e independiente, pese habérsele arrebatado, insistimos, 630 kilómetros de costa marítima sobre el Pacífico o sea toda Antofagasta. Ho! Hijos de América estafada, que creéis en vuestros semejantes, donde el reparo a tu hermana olvidada? Obreros, Rectores, Intelectuales, Estadistas, etc., poseedores de títulos académicos o cargos ostentosos, podrías tu imaginar, que la probidad de los hombres, pueda ser, vilmente escamoteada, mediante la burla y la estafa? Habéis siquiera imaginado un día, percibir impávidos, a nuestra América, reducida al comando de esclavos, confabulados en el contubernio del silencio? Que otra cosa no es todo esto, ante la marginalización del Derecho que le asiste a tu hermana Bolivia? Rito al vil metal, engendro y producto de la ignorancia, alimentado por quienes, ávidos del afán desmedido, nada les importa y menos tener conciencia de estarse devastando el ecosistema de la especie humana, pues la trasgresión al Derecho Nacional e Internacional, arrasa con la dignidad y la moral de los hombres libres y por ende de las sociedades. Vender la verdad histórica, es perpetuar el olvido para quienes yacen estafados esperando una repuesta digna. No tratar por los responsables, el drama mayor de América -el mundo geocarcelario Boliviano- es inmortalizar la incapacidad de los Órganos naturales del Derecho por excelencia. Insisto, estamos frente a un país hermano, asfixiándose por el ultraje padecido. Si bien el ser, conoce muchas inerrables injusticias, el mantener esta conflagración, es excitar la antología de la incongruencia cultural, exhibiendo lo que es capaz la indignidad, ante el clamor de la verdad y la justicia cuando se topa con los “oídos sordos”. Apelar ante esta urgencia que mas que Boliviana es netamente Americana, es y será la honorable actitud para confinar además y de buena vez, los sortilegios donde de la cobardía y la arrogancia de los ignorantes. En síntesis, ver hoy a Bolivia la usurpada, sin sus inalienables derechos, dentro de la jurisprudencia Internacional, es fomentar y exhibir a los cuatro puntos cardinales, -en la real dimensión telúrica- lo más deplorable e insultante, respecto al Derecho. Vender al mejor postor foráneo, bajo la pantalla del silencio, la deslealtad para con nuestra América, es fomentar la putrefacta deshonra y el cobarde cultivo de la indiferencia mundana, para alimentar el cementerio de la indignidad de los cresos tropicales… La guerra del Pacifico, donde otrora, la sangre de imberbes hermanos americanos, regaron los suelos de Bolivia, Chile y Perú….debe llamar a la reflexión no solo a las Instituciones Internacionales del derecho humano, también a la propia hermana nación chilena, donde por suerte existen -aunque pocos- ilustres hijos, que venciendo la ignorancia y la historia dogmatizada, se erigen en hidalgos defensores de una salida al Mar para Bolivia. Kenneth W. Mendoza Crampton |