Su nombre era sinónimo de poder incontestable. Como Ministro de Defensa es responsable de las masacres que dejaron decenas de muertos y cientos de heridos. No es de extrañar la forma violenta cómo actuó este hombre que hizo fortuna ligado a la dictadura garciamecista y defendiendo desde su bufete a grandes traficantes de droga. Cuando sucedieron las matanzas de Sorata y Warisata al comenzar la primavera, y luego las masacres de octubre ocurridas entre El Alto y Ovejuyo, pocos se percataron de que aquel despliegue de tanques y metrallas se originó, desde el estricto punto de vista de la táctica militar, en decisiones absurdas emanadas desde el Ministerio de Defensa, es decir desde el despacho del doctor Carlos Sánchez Berzaín. No es la primera vez que un político convierte a las Fuerzas Armadas o a la Policía en su feudo para “jugar a las guerritas”, sobrepasando criterios técnicos y profesionales de los mandos institucionales que deberían primar en casos de conflicto extremo. Recordemos al Ministro del Interior de Paz Zamora en 1991, Guillermo Capobianco, cuando, suplantado el rol de comandante policial, dirigió un operativo transmitido en vivo por la radio y la TV para rescatar al industrial Jorge Lonsdale, con un trágico resultado para el propio secuestrado y sus secuestradores políticos, miembros del Comando Néstor Paz Zamora (CNPZ). Durante la gestión de Banzer, el ministro de Defensa Fenando Kieffer prácticamente obligó a las Fuerzas Armadas a intervenir directamente en la erradicación forzosa de cocales, creando un foco de tensión en que las principales víctimas mortales fueron campesinos indefensos y jóvenes reclutas, casi niños, que sirvieron como carne de cañón en los planes de erradicación impuestos por la Embajada norteamericana. Bajo esa misma lógica, Sánchez Berzaín se puso a la cabeza de las Fuerzas Armadas avasallando incluso las atribuciones de los comandantes de regimientos y batallones, para ordenar abrir fuego por puro gusto y placer durante los conflictos de septiembre y octubre. En el primer caso, el de Sorata y Warisata donde murió baleada una niña de ocho años y cuando el fuego abierto contra los campesinos obligó a desempolvar los antiguos fusiles Mauser, el enfrentamiento se originó en la decisión de “liberar” a los turistas que se hallaban al otro lado del bloqueo indígena, forzando un operativo que bien podía haberse evitado dialogando con los campesinos. En corrillos castrenses se asegura que una de las razones por las que Sánchez Berzaín precipitó la intervención militar en Sorata y Warisata era que entre los turistas se encontraba un agregado militar de la Embajada de Estados Unidos. En el caso de la masacre de octubre que comenzó en El Alto, según observó Femando Mayorga, ésta se desató por la decisión que tomó Sánchez Berzaín para “garantizar” el suministro de gasolina y gas licuado a los habitantes de la ciudad de La Paz, en especial para los de la zona sud. Las responsabilidades políticas y penales de Sánchez Berzaín, y de Gonzalo Sánchez de Lozada su mentor y cómplice, en el reciente genocidio que inmoló a inocentes bolivianas y bolivianos por la defensa del gas y de la aunténtica democracia, ya fueron denunciadas en la justicia. Pero veamos quién realmente es el responsable de las masacres de septiembre y octubre. TODO GRACIAS A GARCIA MEZA Sánchez Berzaín comenzó a ganar terreno desde su bufete de la calle Ecuador, en Cochabamba, donde diseñaba las estrategias judiciales de la empresa Comsur, protegiendo los intereses de los hermano Sánchez de Lozada. Durante la década de los ochenta, el bufete Sánchez Berzaín & Asociados ganó fama y prestigio en los ámbitos litigantes de Santa Cruz y Cochabamba por su eficacia especialmente en pleitos por narcotráfico. El abogado se movía hábilmente en ese terreno, sacando provecho a sus amistades con autoridades antinarcóticos del régimen de García Meza y Arce Gómez. En la dictadura garciamecista, Sánchez Berzaín empujó a otros abogados de su generación como Omar Barrientos y Raúl Condarco a formar un grupo de asesores jurídicos del gobiemo militar. Sus vínculos directos con el régimen, en virtud a recomendaciones efectuadas por el doctor Fanor Vega, su mentor, se establecieron cuando fue invitado a ejercer una asesoría en la municipalidad de Cochabamba, bajo la gestión del alcalde defacto Mario Benavides. Aquellos vínculos iniciales con el poder militar le permitieron ser partícipe de una invasión urbanística al Parque Nacional Tunari en una extensa área verde que fue loteada para establecer la urbanización ultra señorial “lomas de Aranjuez”, donde hoy posee una mansión avaluada en casi dos millones de dólares. Fruto de sus vinculaciones con el regimen garciamecista, Sánchez Berzaín se prodigó dictando cátedras en centros académicos castrenses como la Escuela de Comando Mayor y el Centro de Altos Estudios Nacionales(1). Pero el beneficio mayor resultante de esos nexos fue su dominio sobre la precaria jurisdicción antinarcóticos en procesos que, grasias a su pericia abogadil, dejaron libres a varios narcotraficantes hoy legitimados por el blanqueo de dólares en rubros como la construcción y el autotransporte. EL CASO TAURO Los Roca Suárez requirieron los servicios del bufete Sánchez Berzaín y éste, a su véz, encomendó el trabajo para la defeza de Tita Roca al abogado Jorge Becerra, un ex policía. Este primer “narcoescándalo” que se registra en la historia de la actual democracia representativa, fue relegado a un segundo plano con el caso Huanchaca que conmovió al país en 1986 (2). El caso Tauro mostró la habilidad con que Sánchez Berzaín supo manejar su relación profesional con los narcotraficantes hostigados por la ley(3). Nunca dio la cara ni puso su firma en ningún memorial de manera directa. Esta actitud que se tornó visionaria a la hora de entrar en el terreno de la política(4), fue clave en su estrategia de amasar fortuna y controlar el aparato judicial sin vulnerar su prestigio personal. Un juez de partido que emitía fallos notoriamente parcializados con clientes del bufete Sánchez Berzaín fue el doctor José Luis Baptista(5), quien impidió la conformación del Tribunal de Imprenta en el caso de un coronel de policía que fue denunciado periodísticamente por varias irregularidades en su función pública. El patrocinio legal de aquel policía fue organizado desde el bufete de la calle Ecuador. Bajo esa forma de operar, Sánchez Berzaín pudo constuir un afamado bufete que tomó control casi absoluto del aparato judicial cochabambino. De ahí surge la propensión mostrada durante su exitosa carrera política a intervenir de maneta frontal en las designaciones de fiscales, magistrados y comandantes policiales. OTRAS CONEXlONES A comienzos de los años noventa, Sánchez Berzaín enfrentó un conflicto de interes con el ya alcalde Manfred Reyes Villa a raíz de un problema suscitado en el negocio de casinos. La municipalidad cochabambina permitió el funcionamiento de aquellas casas de juego favoreciendo a un grupo de inversores ligados a Reyes Villa; pero el grupo de Sánchez Barzaín, entonces conformado por Alberto Gasser y Edwin Guth, intentó formar una sociedad con un grupo italiano para actuar al margen del municipio en el control de los casinos. Desde entonces la rivalidad entre Reyes Villa y Sánchez Berzaín fue casi irreconciliable. De hecho, cuando Reyes Villa intento negociar su apoyo a Sánchez de Lozada tras las elecciones pretendiendo cuotas de poder por encima del MIR, Sánchez Berzaín le hizo una gambeta genial al “bombón” propiciando el pacto MNR-MIR en componenda con Oscar Eid Franco. En mayo de 1997, Manfred Reyes Villa, en declaraciones efectuadas al diario La Estrella del Oriente de Santa Cruz, anunció que presentaría pruebas irrefutables sobre las vinculaciones del ya ministro de Gobierno Carlos Sánchez Berzaín con el narcotráfico y con la propia mafia italiana. De hecho, personas ligadas al entorno de Sánchez Berzaín, entre ellas su secretaria, estaban envueltas en el caso del “narco-avión” protagonizado por el célebre “Barbaschocas”. Sin embargo el anuncio de Reyes Villa quedó sin efecto tras las revelaciones efectuadas por el italiano Marco Marino Diodato que involucraron al jefe local del parido del Bombón (la NFR) en Santa Cruz, Jorge Flores Reus, con la misma mafia italiana ligada al grupo Barzín-Gasser-Guth. Otro caso no esclarecido en los entornos de Carlos Sánchez Berzaín tiene que ver con el tráfico de vehículos robados a cargo de una empresa gerentada por una hermana del dirigente gonista. Según una información de ANF publicada por La Prensa en su edición del 25 de marzo del 2001, la empresa Coboauto habría realizado transacciones superiores a los cien mil dólares en la venta de vehículos robados en la frontera con Brasil. Coboauto es propiedad de la.familia Montaño-Sánchez Berzaín la cual actualmente controla un importante imperio de autotransporte interdepartamental. BUENA LETRA CON LA EMBAJADA Tras los sucesos de Huanchaca y la aprobación de la Ley 1008, Sánchez Berzaín rompió lanzas con el narco y dejó mal parados a sus colegas y principales colaboradores como Jorge Becerra, Omar Barrientos, Ronald Gómez y Fernando Montalvo, entre otros, para convertirse en colaborador estrecho de la Embajada norteamericana. Hay un hecho concreto que determinó la decisión norte americana de olvidar el pasado del dirigente movimientista; en 1993, desde el Ministerio de Gobierno, Sánchez Berzaín brindó protección al nicaragüense José Antonio Ibarra, agente de la CIA, quien había huido de su país, arrastrando varias acusaciones de corrupción. Un agente del Ministerio de Gobierno colocó una cámara en la casa de Ibarra para filmar un supuesto soborno que Ibarra le entregaba a su abogado, el ex magistrado Hugo Galindo Décker, para impedir su extradición a Nicaragua que se tramitaba ante la Corte Suprema de Justicia. Con esa “prueba”, fue descabezada la Corte Suprema decretando la muerte civil del presidente de ese órgano judicial, Edgar Oblitas Fernández, quien se oponia a la Ley de Capitalización que, según este magistrado, era anticonstitucional y antinacional porque favorecía descaradamente a las trasnacionales. NOTAS:
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